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Tercer Principio de Victoria: Congregarse


(Lección 4 – Nivel 1)

Tercer Principio de Victoria: Congregarse (Lección 4 – Nivel 1)

Seguramente te has preguntado más de una vez, ¿por qué debo congregarme en una iglesia cristiana? Y a éste interrogante has sumado una segunda pregunta: ¿En qué congregación de creyentes debo asistir?

Son dos inquietudes muy importantes que intentaremos atender en esta lección y que está ligada con el Tercer Principio de Victoria: Congregarse.

En la Biblia encontrarás que uno de los principios que caracterizó el ministerio del Señor Jesús, fue la proximidad y la unión con los discípulos.

Cada quien no andaba por ahí, viviendo como quería. Estaban estrechamente unidos. Incluso, cuando se produce su resurrección, el primer registro Escritural señala que el maestro los encontró a todos reunidos: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.” (Juan 20:19). Aún en momentos de incertidumbre como ese, estaban unidos.

Esa situación persistió. La observamos en la segunda aparición que hizo nuestro Señor Jesús tras la resurrección: “Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.” (Juan 21:1, 2).

Ahora bien, cuando la Iglesia primitiva comienza, momentos antes de la ascensión, el Maestro estaba con ellos. “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.” (Hechos 1:4).

Un último hecho lo representa la unidad que siempre se observó en los primeros creyentes y a lo largo de la historia. Lo evidencia el primer concilio o reunión en la que se discutieron temas de fe. Lo hallamos en el capítulo 15 del libro de los Hechos. La decisión respecto a qué hacer y qué pautas seguir, la tomaron todos en unidad.

Congregarte te ayudará en el crecimiento espiritual

Sin duda, el crecimiento espiritual es una de las ventajas que encontrarás al congregarte.

Cualquier desánimo se puede compensar con el apoyo y oración de otros creyentes.

Los interrogantes se despejan cuando hay unidad en el cuerpo de Cristo. Y además, se cumple un principio Escritural y es el de la integración que hay entre los creyentes, que están reunidos para alabar y glorificar a Dios.

Una recomendación bíblica a los primeros cristianos fue precisamente la no persistir en reunirse: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquél día se acerca” (Hebreos 10:25. NVI).

Observa que el animar a alguien que no se reunía con otros creyentes, era una sugerencia hecha a los cristianos. No era presionarles, sino animarlos. Sin alguna vez encuentras a alguien desanimado, tu tarea es estimularlo para que regrese al seno de la iglesia en la que te reúnes o encaminarlo a la congregación más próxima a esa persona, en cuanto a ubicación, si no ha vuelto a reunirse porque se le dificulta desplazarse.

¿Y si conozco cristianos de mal testimonio?

Un argumento frecuente entre quienes no desean congregarse es decir: “He visto muy mal testimonio entre algunos cristianos”. ¿Debería esto afectar tu decisión de reunirte en una iglesia cristiana? En absoluto.

En todas partes escuchamos una frase que encierra una filosofía práctica enorme. Dice: “No busque la iglesia perfecta porque seguramente, el día que la encuentre, usted terminará con ella”. Y tiene toda la razón. No podemos pretender el lugar perfecto, sobre todo tú y yo que, a pesar de avanzar con ayuda de Dios, siempre tendremos en nosotros la condición de imperfectos.

En momentos así cabe recordar un principio. Nuestra meta es Jesucristo. Si el objetivo lo volcamos en el ejemplo del hombre, seguramente sufriremos desilusión porque el género humano está poblado de fallas. La prioridad es Cristo. A eso se refiere el autor sagrado cuando escribe: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:1, 2). La esencia es: puestos los ojos en Jesucristo, no en el hombre.

¿Te das cuenta? Estás a las puertas de dar un nuevo paso en la vida cristiana: congregarte. Así lo hacían los creyentes del primer siglo y todavía lo hacemos hoy.

¡Anímate! Una experiencia maravillosa de unidad entre cristianos te espera...

Aplicación personal:

1.- ¿El congregarse tiene asidero bíblico?

2.- ¿Permanecían unidos los cristianos del primer siglo? (Juan 20:19).

3.- ¿Cuál fue el mandato del Señor Jesús a sus discípulos? (Hechos 1:4).

4.- ¿Qué podemos decir si conocemos cristianos de mal testimonio? ¿Justifica acaso que no volvamos a la iglesia?

Versículo para memorizar durante la semana:

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.” (Hechos 1:4).

Publicado en: Escuela de Discipulado


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