Siete principios poderosos sobre el servicio a Dios
“Si algo me apasiona en esta vida, es server a Dios”, dijo la persona que dirigía el servicio cristiano dominical al cual me invitaron para impartir una conferencia sobre familia.
Hizo alusión a sus años vinculada a la iglesia y a los diferentes ministerios que había desempeñado.
Servir a Dios. Tres palabras. Sencillas. Léalas de nuevo. Medite en ellas. ¿Cree usted que sirve a Dios? Por supuesto, la perspectiva cambia. Una cosa es evaluar a otros, y algo bien distinto, examinarnos a nosotros. ¿Lo ha pensado así?
Lo más probable es que, como me ocurrió, esas tres palabras le lleven a reorientar el ministerio que desarrolla actualmente.
Le invito para que hagamos un análisis del asunto, de tal manera que al terminar de leer el estudio, usted pueda determinar si realmente está sirviendo a Dios o, por el contrario, busca alimentar su ego con lo que hace.
Al recorrer las Escrituras aprenderemos siete principios sencillos sobre el servicio en el Reino de Dios:
1.- Rompe los esquemas del mundo
El verdadero servicio al Señor rompe con todas las concepciones que tiene el mundo. Hay quienes, a cambio del servicio, esperan reconocimiento, beneficios y privilegios. Cuando se trata del Reino de Dios las cosas son a otro precio.
El servicio cristiano no está mediado por la superioridad y no concibe que alguien considere que al desarrollar un ministerio, está por encima de los demás.
El Señor Jesús lo dejó muy claro cuando sostuvo una reunión con sus inmediatos colaboradores.
“Así que Jesús los reunió a todos y les dijo: «Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos.” (Mateo 20: 25 | NTV)
Puede que su desenvolvimiento secular— en el mundo— esté rodeado de paradigmas en los cuales priman los títulos académicos o la posición de liderazgo que ocupe. El servicio cristiano es algo distinto. Quien guía y muestra el camino a seguir es Dios, el dueño de la obra. No es usted quien toma el timonel, es el Padre quien marca la ruta a seguir.
2.- Marca la diferencia
Quien desea servir a Dios, debe disponer su corazón. Rendirse a Su voluntad de tal manera que Él trace el camino. Esto por supuesto determina cambiar nuestros esquemas mentales y apropiarnos de los principios del Reino, que son diametralmente opuestos a los aprendidos desde nuestra infancia hasta hoy.
El Señor Jesús compartió un segundo principio, poderoso y transformador: “Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente...” (Mateo 20: 26 | NTV)
¿Ha pensado en lo que todo esto significa? Romper con el orgullo y el ánimo competitivo que lleva a muchas personas a pasar por encima de las demás para lograr sus objetivos. No se sorprenda, en muchas comunidades cristianas también se da este fenómeno.
Servir a Dios está íntimamente ligado a bajarnos del pedestal y reconocer que el proceso de servicio en el Reino comienza con mi prójimo.
3.- Demanda humildad
A diferencia de los criterios mundanos en los que esperamos ser servidos, en el Reino de Dios servimos sin esperar nada a cambio, ni siquiera reconocimiento.
El Señor Jesús lo planteó en los siguientes términos: “…y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo.” (Mateo 20: 27 | NTV)
Si se le hizo un nudo en la garganta y cree que el asunto no es fácil de digerir, por favor, léalo de nuevo. Examínelo con detenimiento. Tómese todo el tiempo que necesite.
Es un paso que demanda humildad. Antepone al prójimo por encima de la arrogancia y el orgullo. Entiende que la otra persona es hija de Dios, tan valiosa para Él como lo soy yo, y por tanto, debo servirle. Y la iglesia, permítame resaltarlo, es uno de los múltiples escenarios en donde lo hacemos.
4.- Sigue el ejemplo de Jesús
El primero que marcó la pauta, fue el Señor Jesús. Él nos dio una poderosa lección con su ejemplo. Si comenzó Él, ¿por qué no habríamos de hacerlo nosotros?
Cuando vamos a la Palabra leemos que el Maestro enseñó: “Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos».” (Mateo 20: 28 | NTV)
Es importante revisar cuál es nuestra concepción de servicio en el Reino de Dios. Redefinir esquemas. Replantear nuestra forma de pensar y de actuar. En adelante, todo cuanto hagamos, debe ser para honrar y glorificar al Señor. Es un giro de 180 grados que estamos llamados a realizar, en nuestra forma de pensar y de actuar.
5.- Reconoce al prójimo como más importante
En el Reino no hay alguien más importante que otra persona. El único realmente importante es Dios, el dueño de la obra.
El asunto quedó zanjado en cierta ocasión cuando varios discípulos del Señor Jesús abordaron el asunto:
“Después comenzaron a discutir quién sería el más importante entre ellos. Jesús les dijo: «En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados “amigos del pueblo”. Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente.” (Lucas 22:24-26)
Tan valioso es el hermano que limpia las sillas en el templo, como el predicador que imparte el mensaje; tanta importancia tiene delante de Dios la hermana que forma parte del grupo de intercesión, como el ujier que recibe a los creyentes cuando llegan a la congregación.
Esa es una razón más que suficiente para dejar de lado discusiones bizantinas respecto a quiénes son los principales líderes de la iglesia cristiana pretendiendo que esa identificación marca el grado de importancia. Todos somos valiosos en el Reino de Dios.
6.- Caminar en integridad
Si partimos de la premisa que delante de Dios todos somos iguales, es apenas previsible asumir algo maravilloso: delante de Su presencia todos somos valiosos. Él mira las verdaderas motivaciones de nuestro corazón y honra a quienes les sirven.
El rey David escribió respecto al Señor: “Mis ojos estarán sobre los fieles de la tierra, para que moren conmigo; el que anda en camino de integridad me servirá.” (Salmos 101:6)
Tome nota, por favor, de otro ingrediente valioso, el caminar en integridad. Es esencial para servir en el Reino. ¿Es usted un cristiano fiel e íntegro delante del Padre celestial?
7.- Fidelidad a Dios
Un distintivo del cristiano comprometido es la radicalidad. Es esencial si queremos servir en el Reino de Dios, conforme a Su voluntad. Esto por supuesto exige que nos decidamos por el Padre celestial o por las pautas que rigen la mundanalidad.
El Señor Jesús enseñó: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:24)
En esa dirección hay renunciar. Cada uno de nosotros sabe a qué o a quienes. Si algo nos impide servir adecuadamente al Señor, debemos alejarlo de nuestra vida. Deshacernos. Volverle la espalda.
Servir a Dios, un gozo
El servicio a Dios produce gozo a quienes han escuchado Su divino llamado en lo más profundo del corazón. No es un motivo de carga.
Si usted está en el ministerio y todo se le ha tornado en una rutina, lo más probable es que su servicio en el Reino no sea eficaz y, de paso, no esté honrando al dueño de la obra. Es importante revisarnos, y de ser necesario, aplicar correctivos.- Debemos ser diligentes al servir a Dios (Romanos 12:11)
- Jamás perder la humildad (Hechos 20:19 a)
- Fortalecernos en Dios cuando vienen las pruebas (Hechos 20:19 b)
- Servir a Dios y al prójimo con humildad (Gálatas 5:13)
- Seguir los pasos del Señor Jesús, siempre (Juan 12:26)
Ahora, no podemos desconocer que llegan momentos críticos. Si se producen, fortalézcase a través de la oración. Pídale al Señor que lo levante y renueve su disposición de ser útil en el Reino.
Ahora, si quizá no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, es hora de que lo haga. Pídale que entre a morar en su corazón y lo transforme. Su vida personal, espiritual y familiar experimentará –en su conjunto —, una transformación maravillosa.
Reciba hoy a Jesús en su corazón. Es la mejor decisión que jamás podrá tomar…
Publicado en: Estudios Bíblicos
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