Si nosotros callamos, las piedras gritarán
Cada mañana, cuando voy de camino a mi lugar de trabajo, lo veo sentado en un costado de la Plaza de Caycedo, en el centro de Cali.
Viste con humildad e invariablemente está acompañado por un costal lleno de infinidad de elementos que recoge de las canecas de basura.
Algunos piensan que está loco, otros que vive bajo el consumo de las drogas, y hay quienes lo miran con desprecio, por considerarlo indigente.
Sin embargo ha convertido ese espacio emblemático de la ciudad, rodeado de palmas y tapizado de adoquines, en un punto clave para predicar de Jesucristo. Aprovecha que por allí pasan muchas personas.
Cierto día me tomé el trabajo de escucharlo. No dice incoherencias. Por el contrario, su mensaje está bien hilvanado y resulta convincente.
Probablemente no ha ido a un seminario teológico o tal vez no cursó los niveles de liderazgo que usted y yo recibimos en la congregación, pero es un evangelista elocuente.
“El loco del evangelio”, le gritan algunos. Desde mi perspectiva, es un evangélico que enloquece a un mundo sin Cristo.
Ver a aquel hombre predicando en la calle me hizo recordar la escena cuando Jesús entra triunfante en Jerusalén.
El evangelista Lucas relata:“Y al acercarse a la bajada del Monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. Decían: — ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Entonces algunos fariseos que había entre la gente le dijeron: —Maestro, reprende a tus seguidores. Pero Jesús les contestó: —Les digo que si éstos se callan, las piedras gritarán.”(Lucas 19:37-40. Versión Dios habla hoy)Infinidad de personas no tienen títulos, ni fama, ni reconocimiento. Pero pueden ser más eficaces y efectivos que usted y yo juntos, cuando se trata de evangelizar.
Si nosotros callamos, ellos harán la tarea. Tienen el arrojo y la decisión que quizá a nosotros nos hacen falta.
Nuestra visión debe ser más amplia. Millares de personas necesitan a Jesús en sus corazones, y de la mano con esa necesidad, se requieren obreros dispuestos a proclamar la Palabra de Dios.
Es tiempo de dar un paso de avanzada, disponernos a predicar, ganar almas para el Reino de Dios. No hay tiempo que perder.
Publicado en: Reflexiones
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