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Pedir y recibir, un principio de la oración


(Lección 1 – Nivel 1)

Pedir y recibir, un principio de la oración (Lección 1 – Nivel 1)

¿Por qué no recibimos milagros, bendiciones, orientación y el enorme abanico de beneficios que nos corresponden como hijos de Dios? La respuesta es sencilla: porque no oramos a Dios. No nos acercamos a Él para pedirle, y quien no pide, no recibe tal como enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo: “Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá. 10Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.” (Lucas 11: 9, 10)

Pedir y recibir, la ruta que debemos seguir para movernos en la dimensión sobrenatural del Señor. Cuando tenemos claro este aspecto, no podemos explicarnos porque tantas y tantas personas que podrían ver resuelta su situación personal, espiritual y material, siguen sumidos en la ruina y el fracaso cuando bastaría que volvieran su mirada al Señor y le pidieran.

Imagine por un instante que usted se aloja en un buen hotel. Pero al llegar a la ciudad, comprueba que sólo tiene el dinero necesario para pagar el costo del alojamiento. ¡Algo ocurrió y está sin dinero! Así es que –por los siguientes tres días— se dispone a aguantar hambre porque no tiene más.

Al final de su estadía que ha resultado desastrosa, el empleado del hotel le dice: “Extrañé que no vino a tomar sus alimentos. Ni desayuno, ni almuerzo ni cena, ¿qué pasó?.” Usted se le queda mirando y algo incrédulo le pregunta: “¿Acaso tenía derecho a todo eso?”. Y el hombre le responde: “Por supuesto, así lo dice el contrato. ¿No lo leyó acaso?”.

Igual con la vida cristiana. Las Escrituras dicen que si pedimos, recibimos. La decisión de seguir como hasta ahora es nada más que nuestra, porque podríamos recibir las enormes bendiciones que el Señor nos tiene reservadas. Basta que le pidamos.

Dios responde a nuestras oraciones

Si hay algo maravilloso en nuestra vida de cristianos, es saber que Dios responde a nuestras oraciones. Basta que echemos una mirada a las Escrituras para comprobarlo. Simplemente, asumir esas bendiciones que se derivan de pedir y recibir.

En un momento de crisis para Israel, Dios utilizó al profeta Jeremías para transmitirles ese mensaje. Les dijo: “Mientras Jeremías aún estaba detenido en el patio de la guardia, el Señor le dio un segundo mensaje: «Esto dice el Señor, el Señor que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el Señor: pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir.” (Jeremías 33:3. NTV)

Por favor, lea el texto de nuevo. Dios promete que si le pedimos, responderá e incluso va más allá: nos mostrará aquello que nos resulta imposible de ver a primera vista.

Quizá su hogar está en crisis. Lo ha intentado todo, pero nada resulta: ni la conciliación, ni el diálogo y menos, procurar ignorar la situación. O quizá son sus hijos: tiene dificultades sin resolver con ellos. Si se lo pide, Dios le mostrará lo que en verdad está ocurriendo y cuál es el camino que debe seguir. Él es un Dios que nos ama y responde a nuestras oraciones. Tenga presente que Él es un Dios de poder.

En medio de las pruebas, Dios nos enseña

El trato de Dios es muy especial. Él sabe cómo pulirnos. Conoce qué áreas deben ser modiciadas. Él sabe cómo, cuándo y de qué manera obrar en nuestro ser.

El profeta Zacarías habló al pueblo de Israel cuando un buen número de ellos estaban sufriendo las consecuencias de la incredulidad y la rebeldía.

Contrario a lo que pudiera pensarse, el mensaje resultó alentador para ellos: “A este último grupo lo pasaré por el fuego y los haré puros. Los refinaré como se refina la plata y los purificaré como se purifica el oro. Invocarán mi nombre y yo les responderé. Les diré: “Este es mi pueblo”, y ellos dirán: “El Señor es nuestro Dios”». (Zacarías 13:9. NTV)

Como Dios nos ama, a través de la aparente espera trata con nuestra vida, y nos enseña a desarrollar confianza y perseverancia. Dos principios fundamentales si queremos movernos en la dimensión sobrenatural de Dios.

No deje de perseverar

Si anhela que sus oraciones tengan respuesta, tenga presente que es esencial que desarrollemos el principio de la perseverancia. Es muy sencillo pero de suma importancia cuando anhelamos ver la respuesta de Dios a nuestro clamor.

El Señor Jesús ilustró este fundamento cuando enseñó: “Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: «Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices: “Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer”. Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”. Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia. »Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta. »Ustedes, los que son padres, si sus hijos les piden un pescado, ¿les dan una serpiente en su lugar? O si les piden un huevo, ¿les dan un escorpión? ¡Claro que no! Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan».” (Lucas 11:5-13. NTV)

Si dejamos de perseverar, quizá la respuesta vendrá. No que Dios espere que clamemos una y otra vez hasta respondernos, sino que hay ocasiones en que algunos factores parecieran separarnos del milagro o respuesta que esperamos.

Clamar y perseverar , dos elementos que son esenciales para quien se mueve en esa dimensión maravillosa del poder de Dios. ¿Por qué? Porque si hemos creído en un Dios de poder, para el cual nada hay imposible, es previsible que los hechos sobrenaturales se produzcan. Depende de usted y de mí que desarrollemos perseverancia hasta lograr aquello que le estamos pidiendo al Señor.

Un Nombre de poder

El Señor Jesús compartió con sus discípulos y nosotros hoy: “Es cierto, pídanme cualquier cosa en mi nombre, ¡y yo la haré!” (Juan 14:14. NTV)

Si vamos al Padre en oración, le recordamos que Su Hijo Jesús prometió que en ese Nombre tendríamos respuesta a nuestro clamor.

Cabe aquí recordar lo que enseña el autor y conferencista internacional, Charles Stanley: “Dios nos insta a orar porque sabe que a menudo estamos atrapados en cárceles que construimos nosotros mismos. Cárceles que no tienen barrotes ni cerrojos porque son cárceles intelectuales, cárceles emocionales… Recuerde que la distancia más corta entre un problema y la solución, es la distancia que hay entre nuestras rodillas y el piso.” (Charles Stanley. “Trátelo con oración”. Editorial Vida. EE.UU. 1994. Pg. 9)

No dejemos de orar. Es esencial que lo hagamos. Nos lleva a recibir lo que pedimos y a caminar en esa dimensión sobrenatural que tanto anhelamos.

El paso más importante, en medio de todo el proceso, es que usted le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Es la puerta al proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto ha anhelado, y que le permitirá moverse en la dimensión sobrenatural de nuestro amado Dios y Padre celestial.

Cuestionario para la profundización de la Lección 1

Por favor, lea detenidamente los textos bíblicos, y teniendo a mano libreta de apuntes o una hoja de papel, anote las respuestas:

1. De acuerdo con el texto de Jeremías 33:1-3, ¿qué ocurre cuando clamamos a Dios?

2. Si esperamos una respuesta de Dios a nuestras oraciones, ¿qué enseña el profeta Zacarías que debemos hacer? (Zacarías 13:9 b)

3. De acuerdo con el pasaje de Lucas 11:9, 10, ¿qué ocurre cuando pedimos algo a Dios en oración?

4. Lea por favor Lucas 11:5-12. De acuerdo con el pasaje, ¿por qué es importante la perseverancia al orar?

5. ¿Qué prometió el Señor Jesús que haría si pedimos al Padre en Su Nombre? (Juan 14:14)

Publicado en: Escuela de Oración


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