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No juzgue ni rechace a nadie

No juzgue ni rechace a nadie

1.- Lectura bíblica: Isaías 61:1-4

2.- Meditación familiar:

Una cosa, es decir: “Qué frío hace en la calle”, y otra bien distinta, dormir debajo de un puente, expuesto al frío y a la lluvia. Las horas se hacen eternas. Quien experimenta esos momentos, anhela que amanezca y ver de nuevo el sol.

Ricardo vivió una escena así muchas veces. Incluso, perdió la cuenta. Ya no recuerda cuántos fueron los momentos dolorosos de intentar dormir a la intemperie.

Durmió en andenes, en parques, en las calles, en la entenada de un negocio o de un banco, donde estuviera cuando las sombras de la noche comenzaban a cubrir la ciudad.

El flaco, como le decían en ese medio, llegó a tocar los niveles más bajos de la degradación cuando su familia le dio la espalda al descubrir que era adicto a las drogas. No pudieron aceptarlo y prefirieron decirle que se fuera de casa.

Por encima del abandono, lo que más golpea es la soledad; no saber dónde pasar la noche ni tener a nadie que te espere en casa.”, dice quien hoy se dedica a rescatar hombres y mujeres en situación de calle.

Todos alrededor lo desecharon y lo calificaron como un “caso perdido”. Él mismo reconoció que estaba atrapado por la heroína y la cocaína y que, humanamente, no podía ser libre.

Reconoció que solo Dios tenía el poder para romper sus ataduras. Volvió la mirada a Él. Se sometió a Su voluntad y el Señor lo rescató. Le devolvió el valor, la dignidad y la esperanza.

Ninguna persona puede abrogarse el derecho de juzgar a los demás por lo errores que ha cometido. Tampoco podemos volver la espalda de un familiar o quizá de un amigo que resbaló, cayó y no puede levantarse.

El único con el poder de hacerlo es Dios y, antes que una mirada con el ceño fruncido o un dedo acusador, prefiere el amor y la misericordia para darnos una nueva oportunidad.

Le invito a leer una palabra poderosa que nos revela el eterno propósito de nuestro Padre, cumplido en su tránsito terrenal a través de Jesús:

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;  a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones.” (Isaías 61:1-4 | RV 60)

Desconozco qué errores ha cometido en su vida. Lo que sí sé es que nuestro amado Señor nos abre las puertas a reemprender el camino.

Piense por un instante en ese cónyuge, ese hijo, el hermano o familiar a quien juzgó y rechazó. No le dio oportunidad. ¿Cree que Dios haría eso? Por cierto, que no.

Es hora de reconocer en qué hemos fallado a nivel familiar y con las personas con las que interactuamos diariamente. Identifiquemos errores y emprendamos el proceso de transformación, prendidos de la mano del Señor Jesucristo.

Si no ha recibido aún a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, hoy es el día para hacerlo. Emprenda de Su mano el viaje maravilloso hacia el cambio y crecimiento permanentes.

3.- Oración familiar:

“Dios, gracias por hablarme siempre por medio de Tu Palabra. Me ayudas a comprender en qué estoy fallando. Dame sabiduría para identificar en qué estoy cometiendo errores en mi relación con mi cónyuge, con mis hijos, familiares y personas con las que me relaciono. Dame el poder y la fortaleza para cambiar. En tus manos someto mi vida y el hogar. Amén”

4.- Una meta familiar:

Pediré la sabiduría a Dios para identificar en qué estoy fallando a nivel personal y familiar, para emprender los cambios que necesito.

Publicado en: Altar Familiar


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