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No es un castigo de Dios

No es un castigo de Dios

1.- Lectura Bíblica: Juan 9:1-9.

2.- Meditación familiar:

No podemos pensar que lo malo que suele ocurrirnos, es un castigo de Dios. Cuando lo hacemos, estamos tergiversando la verdadera naturaleza e imagen del Padre.

Es común escuchar: “¿Por qué me está castigando el Señor de esta manera?”

Lo dicen quienes enfrentan una enfermedad, perdieron los recursos materiales en los que habían cifrado sus esperanzas o, tal vez, la partida a la eternidad de un ser querido.

Permítame traer a colación la historia de Stevie Wonder. Afamado cantautor norteamericano, ganador de numerosos premios Oscar, 25 premios Gramys, y quien ha venido más de 100 millones de discos.

Nació el 13 de mayo de 1950. Además de prematuro, perdió la visión por el síndrome de Terry.

Sus progenitores se congregaban en la iglesia bautista de su ciudad. Precisamente por esa condición de creyente, su madre, Lula Mae, en medio de su desesperación, atribuyó la dolorosa situación de su hijo a un castigo divino.

Se lamentó por mucho tiempo hasta que el muchacho le dijo: “Madre, no se preocupe más por que no pueda ver. Soy feliz

En criterio de sus biógrafos y quienes estuvieron mucho tiempo a su lado, Stevie marcó un hito por ser un verdadero genio de la música.

Precisamente hablando de este artista y su actitud, permítanos remitirle a un pasaje del Evangelio de Juan:

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.” (Juan 9:1-3, 6-9 | RV 60)

Cuando algo inesperado sale al paso, lo primero que debemos revisar es nuestra actitud para asumir lo que enfrentamos.

Permítame insistirle: no todo cuanto nos ocurre es culpa de Dios ni podemos atribuírselo a los hijos o al cónyuge. En absoluto.

Hay circunstancias externas que son ajenas a nuestra voluntad y que debemos reconocer.

Eso no significa que no volvamos la mirada a Dios para que, gracias a su intervención sobrenatural, nos ayude a encontrar la salida.

Hoy es el día para creer, para cambiar y para emprender una nueva vida, con una actitud distinta que nos permita sobreponernos a las adversidades. Con ayuda de Jesucristo, podemos lograrlo.

Y hablando de Jesús, ¿ya lo recibió en su corazón como su único y suficiente Salvador? Hoy es el día para que lo haga. De su mano emprendemos el maravilloso viaje hacia el cambio y crecimiento permanentes en todas las áreas de nuestra vida.

3.- Oración familiar:

“Dios de los cielos, gracias porque me extiendes tu mano de poder siempre lo que necesito. Estás a mi lado siempre. Dame la sabiduría necesaria para entender que cuanto me ocurre no es culpa de nadie y menos de ti, porque lo que tú haces, es amarme y darme lo mejor. En tus manos rindo mi vida y mi familia. Amén”

4.- Una meta familiar para hoy:

En adelante asumiré una actitud de fe y, jamás— con ayuda de Dios— estaré buscando culpables para las situaciones difíciles que enfrente.

Publicado en: Altar Familiar


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