Mida sus reacciones en familia
Los problemas en la relación de pareja surgen cuando no controlamos las emociones. Permitimos que nos gobiernen la ira, las reacciones descontroladas o el no medir nuestras palabras. Pero podemos y debemos controlar nuestras emociones, es algo que aprendemos en la Biblia que es el amoroso mensaje de Dios para nosotros.
Los afamados autores y conferencistas, Michael Katt y Alex Kendrich, escriben que: “El amor da resultado. Es el motivador más poderoso de la vida y tiene una profundidad y un significado mucho mayor de lo que comprende la mayoría de las personas… El amor te inspirará a transformarte en una persona paciente. Cuando decides ser paciente, respondes en forma positiva frente a una situación negativa… A nadie le gusta estar cerca de una persona impaciente. Hace que reacciones exageradamente con enojo, insensatez y de manera lamentable. El enojo frente a una situación de injusticia, irónicamente, genera nuevos agravios. El enojo nunca mejoras las cosas.” (“El Desafío del amor” (Michael Katt y Alex Kendrich. “El Desafío del amor”. LifeWay Editores. 2013. EE.UU. Pg. 6)
Cuando vamos a las Escrituras descubrimos que todos, usted y nosotros, podemos tener control sobre nuestras emociones y no permitir que ellas nos controlen, lo que generalmente desemboca en ofensas a la pareja. El rey David escribió: “El lento para la ira tiene gran prudencia, pero el que es irascible ensalza la necedad.” (Proverbios 14:29). Un poco más adelante leemos también que: “El hombre irascible suscita riñas, pero el lento para la ira apacigua contiendas” (Proverbios 15:18).
Es importante que reconozcamos la importancia de controlar nuestras emociones a partir de desarrollar perseverancia y bondad. Perseverancia para no desanimarnos ni exaltarnos ante lo que consideramos es una provocación, y bondad para que aniden en nuestro corazón. Si hay buenos sentimientos y control sobre nuestras emociones, sin duda la relación de pareja tomará otro rumbo; la convivencia será mucho más fácil.
Recuerde que todos los seres humanos nacemos con sed de ser amados y de amar. Como diría un especialista en relaciones matrimoniales: “El amor cambia nuestra motivación para vivir. Con amor, las relaciones cobran significado. Ningún matrimonio puede tener éxito sin amor.”
Si hacemos un alto en el camino, tenemos certeza de que amamos a nuestra pareja y a nuestros hijos, sin duda pondremos de nuestra parte para experimentar cambios, crecer y tener controladas nuestras reacciones a partir del desarrollo emociones equilibradas en nuestro ser. No es otra cosa que poner límites positivos, a nuestros sentimientos para evitar que deriven en emociones malsanas.
Sus reacciones en familia pueden causar heridas
Hasta tanto no hagamos una adecuada evaluación de cómo estamos hoy, y qué nos trajo hasta aquí con problemas en la relación de pareja, no podremos avanzar en su superación satisfactoria. Es un proceso que toma tiempo, y además, honestidad de nuestra parte para reconocer cuando hemos fallado. Hacer lo contrario, es decir, asumir una actitud radical, constituye la vida demostración de que la principal motivación que nos asiste es el orgullo.
Enojarnos pretendiendo que presionar a nuestro cónyuge o a los hijos logrará algo, es un segundo error. El apóstol Pablo advirtió sobre el particular: “Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo.” (Efesios 4:26, 27. NTV). Las emociones negativas como la ira o el enojo descontrolado, no deben controlarnos; somos ustedes y yo quienes debemos controlarlas. Es una maravillosa capacidad que Dios nos concedió.
Cuando Dios vio la soledad del hombre, creó a la mujer. La constituyó en una bendición para su vida: “…Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él».Entonces el Señor Dios formó de la tierra todos los animales salvajes y todas las aves del cielo. Los puso frente al hombre para ver cómo los llamaría, y el hombre escogió un nombre para cada uno de ellos.” (Génesis 2:18, 19. NTV). Si ese fue el propósito originar de Dios, no tenemos porqué cambiarlo ni apreciar como una pesada cruz la relación de pareja. Va en contravía de lo dispuesto por nuestro amado Hacedor.
Hacer un alto en el camino demanda identificar los problemas, no eludirlos o hacer como que no existen. En tanto no asumamos el control de la situación, los conflictos serán mayores y el distanciamiento entre la pareja será cada vez más grande. Es más, usted y yo podemos enriquecernos a partir de las discusiones con el cónyuge porque, en medio de la molestia que le asiste, podemos determinar qué le molesta o le afecta. No lo mire como una pérdida, sino como una ganancia porque aprenderá en qué debe trabajar para corregir errores. Recuerde que no toda la culpa en un problema es de su pareja.
Tome control de sus emociones
Cuando reconocemos que no controlar nuestras emociones trae problemas y deteriora la relación de pareja, es necesario tomar dos decisiones que marcarán una transformación en su existencia: La primera, someter a Dios todo su ser para que Él le conceda el poder necesario para aplicar modificaciones en su forma de pensar y de actuar; y la segunda, dar pasos –puede que lentos pero seguros— hacia el proceso de transformación y control de sus emociones.
En esa dirección, reconozca que Dios le da la fortaleza para cambiar, como anota el apóstol Pedro: “Así que humíllense ante el gran poder de Dios y, a su debido tiempo, él los levantará con honor. Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.” (1 Pedro 5:6, 7. NTV)
Dios conoce nuestra debilidad. Sabe en qué momentos no controlamos nuestras reacciones, pero más allá: conoce el daño que le hemos causado a nuestra pareja y nuestros hijos. Él que mira nuestro corazón, sabe del anhelo que nos asiste por cambiar, y una noticia maravillosa: Está dispuesto a ayudarnos.
De un primer paso: dialogue y no discuta. Es esencial que dimensione en su verdadera proporción lo que significa hablar, pero de la mano con esa disposición, la de saber escuchar. La sicóloga Amelia Rodríguez recomienda: “Recuerde que lo importante es saber dialogar, es decir tener la capacidad de escuchar atentamente y de expresar claramente lo que se siente, sin esperar a que la otra persona adivine sus deseos.” (Amelia Rodríguez. “Enamore a su pareja”. Diario ADN. 06/06/2014. Pg. 22)
No se apresure a sacar conclusiones cuando su cónyuge o sus hijos le dicen algo. Présteles atención antes de reaccionar. Podemos asegurarle que se evitará muchos dolores de cabeza.
La paciencia, que es un límite que ponemos a nuestras emociones descontroladas, nos permite conservar la calma y asumir actitudes de tolerancia cuando está a punto de estallar un conflicto con nuestra pareja o nuestros hijos. El apóstol Santiago escribió: “Que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar y tardo para la ira.” (Santiago 1:19)
Llegamos al nivel de comprensión con nuestro cónyuge e hijos cuando reconocemos que nosotros también fallamos, que también nos exaltamos y que, en muchos casos, dejamos que nuestra visión la empañen las situaciones conflictivas del momento y no medimos las consecuencias. Eso es fundamental.
Tenga presente que si no desarrollamos tolerancia, la familia llegará a temernos antes que confiar en nuestro equilibrio. Si se rompe la confianza en que sabremos manejar las situaciones, incluso las conflictivas, se producirá un distanciamiento. Guardarán reserva por temor a nuestras reacciones airadas o quizá violentas.
Si medimos el alcance de lo que decimos y hacemos, como consecuencia de poner freno a nuestras emociones negativas— que son auto destructivas y causan heridas a otros —, puedo asegurarle que todo comenzará a cambiar. En el caso de que nos ofendan, no podemos responder ni pagar con la misma moneda, como enseña el apóstol Pablo: “Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos.” (1 Tesalonicenses 5:15)
El día para comenzar a cambiar, a partir de evaluar nuestras fallas y disponer el corazón para cambiar, es hoy. No mañana ni pasado, sino hoy. Puedo asegurarle que con ayuda de Dios, podemos controlar nuestras emociones y mejorar las relaciones al interior de la familia.
Si aún no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Le aseguro que no se arrepentirá.
Publicado en: Escuela de Familia
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