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La evaluación del grado de madurez del aconsejado


(Consejería Pastoral – Cap. 8)

La evaluación del grado de madurez del aconsejado (Consejería Pastoral – Cap. 8)

Hemos avanzado de manera significativa sentando las bases de la Consejería Pastoral. ¿Por qué recién entramos en aspectos de tanta importancia como la evaluación del grado de inmadurez de una persona y aspectos que abordaremos en próximos capítulos como complejos y sanidad interior? Porque brindar acompañamiento a quien solicita orientación no es un trabajo que debemos tomar a la ligera. Por el contrario, debe obedecer a un proceso serio, sólido y con objetivos específicos.

Recordemos que aquellos que asumen el ejercicio de la Consejería Pastoral deben reunir características esenciales: la primera, ser alguien con quien se pueda tratar, dueño de una mentalidad abierta –-que no se escandalice por el sinnúmero de situaciones que deberá escuchar por parte de sus aconsejados — ; la segunda, manifestar socialibidad, de tal manera que quien solicita un consejo encuentre en el Consejero a alguien que humanamente evalúa las circunstancias; que no está para condenar sino para ayudar.

Una tercera característica es mostrarse asequible, y la cuarta, que reviste particular importancia, es que demuestre verdadero interés por el problema de aquél a quien brindará orientación.

Si priman la insensibilidad e indiferencia en el Consejero, su labor no será eficaz. Además, por su condición de desinterés no reflejará el carácter y el amor de Cristo que seguramente se manifestaría hacia los demás siendo sensible a los problemas, ansiedad, frustraciones y anhelos de su interlocutor.

Conversaciones que revelan mucho

Cuando estamos hablando con la persona que solicitó acompañamiento en Consejería, las expresiones que utiliza son fundamentales ya que nos permitirán ir conociendo aspectos que en apariencia pasan inadvertidos y que están estrechamente relacionados con su grado de madurez o inmadurez tanto en su personalidad como en su carácter.

Primero, veamos algunas señales de inmadurez que es necesario tomar en cuenta:

Un carácter explosivo

El aconsejado al relatar aspectos sobre su cotidianidad compartirá acerca de reacciones explosivas, que se producen con facilidad y en la mayoría de los casos por asuntos insignificantes. Sin duda, nos encontramos con alguien que no tiene manejo de sus emociones.

Lo más probable es que esta predisposición para responder a lo que considera una provocación, esté acompañada por la ansiedad e interés que le asisten de resolver aquellas circunstancias o situaciones que le afectan, con carácter inmediato y sin importarle que pueda herir a terceras personas.

Un ejemplo específico lo ofrecen quienes se enojan porque su interlocutor no comparte su forma de ver la vida y espera que— así él haya cometido el error— sea su interlocutor quien admita las fallas. Y en buena parte procuran ejercer presión hasta lograr su objetivo. No dan un compás de espera en procura que los asuntos se solucionen sino que se inclinan por soluciones rápidas, aunque impliquen imposición de sus opiniones.

Autocompasión

Sin duda ha encontrado en personas que van en procura de su ayuda, a hombres y mujeres que sienten que todos a su alrededor están en contra y que son las víctimas inocentes de las circunstancias adversas que deben enfrentar.

Se sienten frustrados porque no logran sus objetivos y atribuyen tal situación a que todo el mundo conspira en su contra para tornarle un fracasado. Desarrollan en sí mismos una actitud de auto compasión.

Dependencia de apoyo

Se manifiesta en quienes, a pesar de sus enormes potencialidades, jamás asumen un compromiso hasta tanto encuentran voces de estímulo o de apoyo. Se niegan a los cambios o tal vez a lo desconocido, porque esperan que puedan compartir responsabilidad con otras personas.

Como una tortuga, se enfrascan en las condiciones difíciles que están alrededor y caen, por tanto, en constantes períodos depresivos.

Una actitud madura

Hemos visto una cara de la moneda cuando hablamos del grado de madurez e inmadurez de una persona. Vamos a mirar ahora la perspectiva que nos ofrece alguien maduro.

Hay características que le identifican:

Conciencia de suficiencia

No se trata de la actitud arrogante de quien cree que todo lo puede y menosprecia a los demás, sino de aquél que conoce cuáles son sus potencialidades y cuáles son las aptitudes y talentos que tal vez tiene dormidas y puede desarrollar con ayuda de Dios.

Imagine un competidor que tiene frente así el reto de correr dos kilómetros en el menor tiempo posible. Si es alguien “autosuficiente” marchará bajo el convencimiento de que tiene todas las condiciones para lograrlo.

Buenas relaciones interpersonales

Una manifestación evidente en la madurez tanto en el carácter como personalidad de un individuo, la constituyen sus buenas relaciones interpersonales.

Desde la perspectiva cristiana encontramos que se lleva bien con Dios, consigo mismo y, por tanto, está abierto a una buena interacción con quienes le rodean.

Las acepta tal como son y reconoce que sus fallas, son ante todo humanas y pueden corregirse. Se adapta por tanto a la sociedad, la cultura y el ambiente que constituyen su entorno.

Autodominio

En la medida que usted habla con alguien que pide ayuda a través de la Consejería podrá descubrir si evidencia o experimenta falta de autodominio, es decir, que sabe gobernar sus emociones, así se vean exaltadas por situaciones ajenas a su voluntad. Le caracteriza el equilibrio, como lo describe el apóstol Pablo (2 Timoteo 1:7). En síntesis, no se deja mover por los impulsos.

Aceptación de circunstancias difíciles

Una inclinación natural de todo ser humano es buscar la línea de la menor resistencia, es decir, hacer el menor esfuerzo posible.

Inevitablemente nos gusta evadir los problemas y si miraran en lo más profundo de nuestro ser, descubrirían que ansiamos que todo sea fácil, en particular las situaciones complejas.

Quien ha alcanzado madures no se rinde ante los obstáculos sino que reconoce que en la vida, así como hay períodos de paz y de éxito, también se experimentan períodos de sufrimiento, también se presentan adversidades. Pese a ello no dan margen a un revés espiritual o en sus relaciones interpersonales.

Interés por el bienestar de los demás

Una última característica que cabe mencionar es el interés que demuestra alguien maduro, por el bienestar de los demás.

Aprende a escuchar y procura ayudar, en la medida de sus posibilidades, para que situaciones complicadas puedan ser resueltas.

En el próximo capítulo estudiaremos un aspecto apasionante: el inconsciente y los mecanismos de defensa. Orientamos nuestros pasos hacia la identificación de los problemas de fondo y las alternativas que se ofrecen al aconsejado...

Estoy convencido que no querrá perderse un elemento de tanta importancia en el proceso de Consejería Pastoral...

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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