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Heridas del alma que aún no han sanado, ¿qué producen?


(Consejería Pastoral – Cap. 12)

Heridas del alma que aún no han sanado, ¿qué producen? (Consejería Pastoral – Cap. 12)

Las heridas de nuestra alma y corazón, que todavía no sanan, nos impiden crecer en los planos personal y espiritual.

Sinnúmero de personas goza de capacitación académica e incluso ministerial; pese a ello permanecen estancadas. No dan un paso ni adelante ni atrás. ¿La razón? Dentro guardan conflictos sin resolver, que marcaron sus existencias y que se constituyen en obstáculos enormes para dar pasos sólidos hacia su desarrollo.

¿Cuáles son algunas de esas heridas?

Entre las heridas que estudiaremos figuran:

La falta de auto aceptación

¿Ha meditado en el impedimento que representa para hombres y mujeres el hecho de no aceptarse tal como son? Hay quienes se miran al espejo e inmediatamente se sobresaltan e incluso rechazan porque no comparten el que tengan una nariz de tal o cual forma, que tengan unos kilos de más, que en el rostro muestren presencia de acné, porque son bajitos o tal vez muy altos.

Hay algo dentro que no les gusta y por años arrastran esa inconformidad hasta tal punto que se rechazan a sí mismo y mentalmente, cuando analizan sus actividades, se culpan por que “no sirvo para nada”, “con este cuerpo, ¿qué más podría lograr?” Y buen número de apreciaciones erradas que tomaría mucho tiempo y espacio enumerar.

Una actitud crítica y rechazo

Con frecuencia muchos infantes son el blanco de las críticas de sus padres. Por alguna circunstancia, hay algo en los chicos que no satisface plenamente las expectativas de sus progenitores y lo expresan sin tener en cuenta que cada palabra encierra un poderoso mensaje se guarda en el inconsciente de cada menor.

También encontramos el caso de madres embarazadas que rechazan el ser que llevan dentro y manifiestan rabia, antes que amor a la pequeña vida que se está gestando.

Una vez avanzan en su proceso de crecimiento, comienzan a aflorar las consecuencias de la actitud crítica y el rechazo del que fueron víctimas. Sus reacciones hacia sus semejantes reflejan todo lo que guardan en su existencia, que fue grabado con letras indelebles por los gestos y palabras de sus padres.

Inseguridad

Cuando un menor, adolescente o joven no encuentra seguridad en sus padres, desarrolla en su ser un estado de inseguridad que le impide avanzar con pasos firmes en cualquier proyecto o empresa. Las relaciones sentimentales e interpersonales se ven afectadas.

Por el contrario, quienes se edifican en un ambiente seguro y gozan de la aceptación de sus progenitores, desarrollan en su vida tal seguridad y pueden brindar a su semejante aceptación, aprobación y comprensión.

Carencia de auto perdón

Dentro de las heridas del alma que persisten y que se convierten en obstáculos, ocupa un sitial importante el sentimiento de culpa y falta de perdón que cargan a sus espaldas quienes obraron de alguna manera en el pasado y reconocen que no estuvo bien.

Un ejemplo es la mujer que cometió un aborto. Con el paso de los años el sentimiento de culpa se torna más pesado y se rechaza por considerar que “no debí obrar así”.

No se perdonan a sí mismos y por tanto, así se les explique que Dios ya les perdonó cuando se arrepintieron, no aceptan esta realidad.

Sentimientos de odio y resentimiento

Cuando la persona toma conciencia del daño que le causaron desde la niñez, tiende a desarrollar en su corazón el resentimiento y odio hacia sus padres, familiares, personas cercanas y— en las etapas posteriores— compañeros de trabajo o aquellos con quienes en hechos aislados tuvo una relación sentimental.

¿Cómo avanzar en el proceso de Sanidad Interior?

El primer paso sin duda, es reconocer que muchos de nuestros pensamientos y actitudes no están bien, y son el fruto de hechos traumáticos que nos acompañan desde la niñez, adolescencia, etapa joven o la adultez. Admitir que hay un desequilibrio es el mayor reto.

El segundo reviste igualmente mucha importancia. Consiste en elaborar una lista con haciendo recuento de las escenas, palabras e incidentes que marcaron nuestra vida. Allí cabe incluir también los aspectos que no nos gustan de nosotros mismos.

Un tercer paso es aceptar que nuestro Padre es un Dios de perdón, el cual se hizo realidad en la obra sacrificial del Señor Jesús en la cruz. Allí nos perdonó todas las culpas.

Gracias a esa misericordia inmerecida, es necesario pedirle a Aquél que todo lo puede que nos ayude a comprender, aceptar y embargarnos de su amor ilimitado. Sólo así, cuando abrimos el corazón a su mover poderoso, podremos perdonar también a otros.

Recordemos que si bien es cierto no podemos viajar en el tiempo hacia los instantes en que ocurrieron hechos traumáticos en nuestra vida, con el propósito de resolver los conflictos que se generaron, sí podemos entregar todos esos sentimientos y emociones –-todavía sin sanar— en manos del Señor Jesucristo para quien no hay tiempo porque Él es eterno. Cuando lo hacemos, es posible que haya Sanidad Interior.

Una forma práctica es llevar todo el odio, resentimiento, temor, celos, inseguridad y otras heridas, en oración al amado Hijo de Dios. Siéntalo allí, a su lado, de qué manera toma en sus manos todas sus frustraciones y dolor.

No olvide que Él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28)

Nuestro amado Salvador espera que usted le entrega todo cuanto ha guardado en su corazón. Una vez lo deposite todo en Sus manos, pídale allí en oración que comience a sanar todo su ser.

Él lo hará, sin duda, porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros ya que dijo: “...yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10 b.)

Cristo Jesús llevó nuestros pecados pero también nuestras enfermedades y traumas hasta la cruz. Y allí nos hizo libres. Ese es un principio que debemos grabar en el corazón de quienes vienen en busca de orientación y Consejería. Y, por supuesto, ayudarles en su proceso de sanidad...

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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