Entregue a su familia en las manos de Dios en oración
(Lección 1 – Nivel 6)
¿A quién pertenece nuestro cónyuge y los hijos? Piénselo antes de responder. No lo haga a la ligera. ¿Piensa acaso que el cónyuge y los hijos le pertenecen a usted?
Ahora, ¿a qué viene la pregunta? Al hecho de que a la familia le ponemos el rótulo de “nuestra", y legitimamos de esa manera orar por nosotros y, en muy contadas ocasiones, por esas personas maravillosas que Dios colocó junto a nosotros.
Dios es muy específico al explicar que todo y todos le pertenecen a Él. Vaya conmigo a la carta de Pablo a los creyentes de Roma. Allí leemos: "Pues todas las cosas provienen de él y existen por su poder y son para su gloria. ¡A él sea toda la gloria por siempre! Amén.” (Romanos 11:36. NTV)
¿De dónde proviene la familia? De Dios; y, si es así, ¿a quién le pertenece la familia? La respuesta es obvia: A Dios.
Hay otro pasaje de singular importancia que encontramos en los Salmos y que reafirma este principio eterno: "Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte. Los hijos que le nacen a un hombre joven son como flechas en manos de un guerrero. ¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos! No pasará vergüenza cuando enfrente a sus acusadores en las puertas de la ciudad.” (Salmos 127:3-5. NTV)
Sin duda tan solo estas dos porciones le habrán puesto a meditar. Si nuestra familia es una bendición de Dios, quien sabe cómo debemos guiarla es Dios y, en ese caso, el paso que debemos dar es entregar nuestra familia en Sus manos.
Josué entendió que la familia es de Dios
Rendir la familia a Dios es una decisión a la que absolutamente nadie le podrá obligar. Una decisión que nace y se alimenta en su corazón.
Esa es la determinación que asumió el patriarca Josué cuando dijo ante la multitud que estaba tomando la tierra prometida: "Pero si te niegas a servir al Señor, elige hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso optarás por los dioses que tus antepasados sirvieron del otro lado del Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos al Señor.” (Josué 24:15. NTV)
Si Dios ocupa el primer lugar en su hogar, lo más apropiado es que rinda a Sus pies también a la esposa o esposo que Él le ha dado, y a los hijos, fruto de esa relación.
Es comprensible, por supuesto, que muchas personas temen hacerlo. La razón es sencilla: quieren tener el control de todo y de todos, y someter a Dios a su familia les despierta a la vez temor e incertidumbre; no obstante, no debería ser así. Dios es perfecto y todo cuanto hace, lo hace a la perfección. Él no improvisa.
Abraham estuvo dispuesto a entregar a su único hijo
El principio de entregar en manos de Dios a nuestra familia, también lo comprendió Abraham. Le invito a considerar un pasaje bíblico que ilustra este aspecto y que hallamos en el Génesis, el primer libro de la Biblia:
"Tiempo después, Dios probó la fe de Abraham. — ¡Abraham! — lo llamó Dios. — Sí — respondió él— , aquí estoy. — Toma a tu hijo, tu único hijo — sí, a Isaac, a quien tanto amas— y vete a la tierra de Moriah. Allí lo sacrificarás como ofrenda quemada sobre uno de los montes, uno que yo te mostraré. A la mañana siguiente, Abraham se levantó temprano. Ensilló su burro y llevó con él a dos de sus siervos, junto con su hijo Isaac. Después cortó leña para el fuego de la ofrenda y salió hacia el lugar que Dios le había indicado.” (Génesis 22:1-3. NTV)
No cabe duda que la lucha que libró internamente Abraham debió ser muy difícil. Pero decidió obedecer a Dios. Estuvo dispuesto a entregar a su hijo en sacrificio.
Pregúntese por un instante: ¿Estaría dispuesto a entregar a uno de sus hijos o quizá a su cónyuge a Dios de esa manera?
La pregunta es bastante compleja. Dios probó el corazón del patriarca. Y debió sentir gozo como Padre y Creador al ver que la obediencia de Abraham estaba por encima de sus propios temores y reticencias.
Cuando Dios vio que estaba decidido, no permitió que llevara a cabo su propósito:
"Y Abraham tomó el cuchillo para matar a su hijo en sacrificio. En ese momento, el ángel del Señor lo llamó desde el cielo: — ¡Abraham! ¡Abraham! — Sí — respondió Abraham— , ¡aquí estoy! — ¡No pongas tu mano sobre el muchacho! — dijo el ángel—. No le hagas ningún daño, porque ahora sé que de verdad temes a Dios. No me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo. Entonces Abraham levantó los ojos y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos en un matorral. Así que tomó el carnero y lo sacrificó como ofrenda quemada en lugar de su hijo.” (Génesis 22:10-13.NTV)
Nuestro amado Dios siempre tiene una salida para todas las situaciones difíciles. Y con ese gesto amoroso y de misericordia, le recordó a Abraham que él era un mayordomo de la enorme bendición que representa tener una familia junto con nosotros.
Esa es una razón más que suficiente para tomar tiempo para orar por nuestra familia. No es una decisión que se toma hoy y mañana renunciamos a ella. Es una decisión en la que debemos perseverar.
¿Cuánto tiempo dedica a orar por su familia?
Supongamos que usted se está adentrando en la vida de oración diaria. Y tomemos hipotéticamente como base, el que ora alrededor de 30 minutos. De ese tiempo, ¿cuánto dedica a clamar por su cónyuge e hijos?
Probablemente reconozca que los minutos que toma para llevarlos delante del trono del Señor es mínimo, o probablemente no lo hace.
Una forma práctica de hacerlo es elaborando un listado en el que relacione por qué aspectos debería interceder ante el Padre celestial por aquellos que componen su hogar.
Repase cada día los puntos que ha enumerado. Vaya abarcándolos poco a poco en oración. Puedo asegurarle que pronto lo habrá convertido en un hábito y orar por aquellas personas maravillosas que Dios ha puesto a su lado en casa, se convertirá en un sano y enriquecedor hábito espiritual.
Permítame citar aquí a la autora cristiana que por años marcó la vida de millares de personas a través de sus libros, Quin Sherrer:"Dedicar nuestros hijos a Dios involucra grandes responsabilidades. Significa no sólo que dependeremos del Señor para que nos ayude a criarlos, sino, además, que aceptaremos a esos hijos tal cual Dios los hizo...Ahora, aprendemos a orar por nuestros hijos cuando ocurren al menos tres cosas: la primera cuando los entregamos a Dios; la segunda, cuando decidimos perdonarlos si nos han fallado, y la tercera, cuando hacemos nuestro mejor esfuerzo y dedicación por amarlos cada día.” (Quin Sherrer. “Cómo orar por los hijos”. Editorial Vida. 1986. EE.UU. Pgs. 23, 24)Lea cuantas veces sea necesario esta cita de uno de sus textos más difundidos en el mundo. Le aseguro que impactará también su existencia, y en adelante, asumirá como una tarea el orar por su familia.
Decídase hoy. Es un paso que contribuirá a afianzar la presencia de Dios en su entorno familiar. ¡Y pronto verá los maravillosos resultados!
Cuestionario para la profundización de la Lección 1:
Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su libreta de apuntes, anote las respuestas:
a.- ¿Ha pensado con detenimiento a quién realmente pertenece su familia?
b.- Para despejar el anterior interrogante, ¿qué aprendemos de Romanos 11:36?
c.- ¿Qué enseña a su vida el pasaje del Salmos 127:3-5?
d.- De acuerdo con las Escrituras, ¿qué representa la familia de parte de Dios para nosotros?
e.- ¿Qué decisión tomó el patriarca Josué que también nosotros deberíamos asumir (Cp. Josué 24:15)?
f.- Cuando leemos el pasaje de Génesis 22, ¿cuál fue la actitud de Abraham cuando Dios le pidió que le entregara a Isaac, su hijo?
g.- ¿Está decidido a orar desde hoy por su familia?
Publicado en: Escuela de Oración
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