Edificar una familia sólida, una meta para su vida
(Cimentación Familiar – Introducción)
¿Cuándo y por qué decidí escribir este libro? Despejar el interrogante podría reunir muchas respuestas, todas válidas. Sin embargo, le soy sincero: nació a partir de una preocupación.
Era sábado y me disponía, como de costumbre, a escribir. Junto al computador, mi vieja Biblia, unos cuantos libros y revistas que siempre permanecen arrumbados a la espera de que los consulte, y el diario matutino que cayó al suelo, cuando me disponía a levantarme en busca de un café.
El periódico se abrió en una de las páginas interiores. El titular que leí llamó mi atención: “Desesperada por el divorcio, mujer decide quitarse la vida y con ella, la de sus tres hijos”.
La noticia me golpeó, me aterrizó con la realidad de nuestros tiempos.
No solo llamó poderosamente mi atención, sino que me asaltó durante todo el día.
No podía sacármela de la cabeza y dio vueltas allí, una y otra vez, hasta que decidí auscultar cómo brindar una orientación sobre el tema de las familias y los fundamentos para darle solidez.
El primer paso fue ir a una librería cercana a mi oficina, el lunes siguiente. Compré una buena cantidad de libros sobre familia. Y otros más, en sucesivas ocasiones. Y, para ser sincero, es hoy uno de los aspectos sobre los que más leo.
Pese a ello, a que las orientaciones de los consejeros, terapeutas y sicólogos es muy buena, me asiste el firme convencimiento de que la Biblia por siglos nos ha brindado una luz para transitar el sendero hacia la cimentación de una familia sólida.
¿Por qué las familias están en crisis?
Es innegable que la familia atraviesa por una profunda crisis. ¿Qué produce este fenómeno social? La ausencia de Dios en el hogar.
Un esposo criado sin principios ni valores, una esposa que desconoce los fundamentos para una sana convivencia y unos hijos que se levantan en medio de un caos, se convierten en el caldo de cultivo para ver desmoronada la institución familiar no solo en el presente, sino también hacia el futuro.
El rey David escribió hace ya varios siglos una enseñanza que cobra particular vigencia en nuestros días:
“Si el Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo. Si el Señor no protege la ciudad, protegerla con guardias no sirve para nada. Es inútil que te esfuerces tanto, desde la mañana temprano hasta tarde en la noche, y te preocupes por conseguir alimento; porque Dios da descanso a sus amados.” (Salmos 127:1, 2. NTV)
Quien debe ocupar el primer lugar en nuestra relación matrimonial y con los hijos, es Dios.
Cuando Él es el centro de todo en el hogar, vamos construyendo día a día sobre cimientos sólidos y aun cuando vengan situaciones críticas, permaneceremos firmes, sin declinar, porque el Señor nos asegura la fortaleza y la victoria.
Aprenda a edificar su familia
Es cierto que a ser buenos esposos, esposas y padres no se aprende en la universidad.
Allí nos enseñan pautas para el ejercicio profesional, dependiendo de la disciplina académica por la que nos hayamos inclinado. No obstante, ser los cónyuges y padres apropiados es un proceso en el que vamos aprendiendo cada día.
Unos han logrado cierta experiencia a partir de los errores— lo cual resulta traumático y doloroso para todos en casa — , y hay quienes esa misma ruta la han seguido pero con pautas encontradas en la Biblia, y cuando acuden a Dios cada día— en oración— en procura de sabiduría.
¿Dificultades? Todos las hemos tenido. ¿Momentos de frustración? No encuentro la primera persona que no las haya enfrentado a su paso, al interior de la familia.
¿Qué hacer? Volver la mirada a Dios y pedir que nos oriente en cada nuevo paso. En esa dirección cabe recordar lo que enseñó el salmista: “El Señor dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su vida. Aunque tropiecen, nunca caerán, porque el Señor los sostiene de la mano.” (Salmos 37:23, 24. NTV)
A quienes me preguntan con desaliento si hay salida a la encrucijada en la que se convierte la relación familiar, le respondo categóricamente que sí: la salida está en invitar a Dios a nuestro entorno hogareño. Permitirle que Él tome las riendas de nuestros pensamientos y acciones. Ese es el principio del cambio.
Un hogar restaurado con ayuda de Dios
Rosalía es un ejemplo vivo que ilustra mi planteamiento de que el curso de la historia en toda familia puede cambiar.
Ella se divorció después de varios meses de conflictos con su esposo. Fruto de su relación de diez años, quedaron dos hijos. La situación resultó traumática para ellos, por supuesto.
Cuando hablamos, en medio del desasosiego que la embargaba, le insistí que sí era posible restaurar su matrimonio.
— Debes orar y buscar a Dios en oración — , le insistí —. Él ajustará las circunstancias y todo encontrará de nuevo su cause —.
No estaba presionada a tomar esa decisión; era algo personal, y en esa dirección la orienté. No obstante, le recordé que si Dios edificó la primera familia, Él es quien puede recomponer todo cuando hay períodos de crisis.
Así fue. Ella encontró en Dios no solo la fortaleza para seguir adelante, el consejo oportuno para obrar en cada circunstancia particular, sino que arregló aquello que estaba destruido: la relación conyugal.
Hoy son una familia sólida. ¿Era posible? Por supuesto que sí. Dios lo hizo posible. Él siempre transforma las circunstancias, incluso aquellas que lucen adversas.
Le felicito por emprender con nosotros el viaje hacia la construcción de un hogar con bases sólidas, con principios y valores. Puedo asegurarle que es una decisión de la que jamás se arrepentirá.
Nota Importante: Al terminar de leer todos los capítulos de los “Fundamentos Bíblicos para Edificar Familias Sólidas”, podrá descargar el libro.
Publicado en: Libros
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