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Defina cambios a nivel personal y familiar

Defina cambios a nivel personal y familiar

1. Lectura Bíblica: Lucas 6:43-45

2. Meditación familiar:

Los cambios para que sean eficaces, deben ser genuinos. Tener raíces sólidas. Por supuesto, no será en nuestras fuerzas porque los seres humanos generalmente nos damos por vencidos cuando surgen dificultades o nuestra vieja naturaleza nos traiciona, reaccionamos y, en adelante, pensamos que jamás lo lograremos.

Las modificaciones en nuestros patrones de comportamiento, a nivel personal y familiar, deben comenzar desde adentro hacia afuera. No al revés, porque sería mera apariencia.

Nuestro amado Salvador Jesucristo lo ilustró de la siguiente manera:

“Un buen árbol no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Al árbol se le identifica por su fruto. Los higos no se recogen de los espinos, y las uvas no se cosechan de las zarzas. Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.” (Lucas 6:43-45. NTV)

Lo que determina el grado de influencia que Dios está ejerciendo en nosotros, a través de la oración, la lectura diaria y sistemática de las Escrituras y una disposición permanente de Su búsqueda, es la forma como se transforma nuestra forma de pensar y de actuar; es decir: los frutos.

Si el Señor gobierna nuestro ser, Él trae cambios y progresivamente vamos experimentando cambios sólidos que no se modificarán hacia atrás pese a la información con la que nos bombardea la sociedad, plagada de antivalores.

Tenga presente que la transformación de un hijo de Dios siempre está relacionada con la forma de pensar. Renovar nuestra mente. Ese es el secreto. Es posible si nos rendimos de corazón a Dios. Si reconocemos que los antivalores de la sociedad corrompen el propósito del Padre para nosotros, así como la identidad que debe asistirnos siempre. Por supuesto, renovar la mente nos traerá un enorme conflicto, pero podemos vencer con ayuda de nuestro Poderoso Creador.

Si deseamos experimentar cambios que afecten positivamente nuestra vida pero que también traiga impacto a la familia, es necesario que rindamos nuestra mente a Dios.

El apóstol Pablo lo expresó con más claridad: Dijo que el paso inicial era someterle nuestros pensamientos: “Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos. Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos. Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo; y una vez que ustedes lleguen a ser totalmente obedientes, castigaremos a todo el que siga en desobediencia.” (2 Corintios 10:3-6. NTV)

Humanamente fracasaremos en el proceso de cambio, porque a cada paso nos hallamos no solo con obstáculos físicos sino también aquellos que desencadena desde el mundo espiritual, nuestro enemigo satanás.

¿Cómo entonces damos la pelea contra el mundo, es decir contra las tentaciones que desencadena, y a la vez permanecemos firmes? Mediante la oración, filtrar nuestros pensamientos y si hallamos que procuran arrastrarnos a la mundanalidad, entregarlos a Cristo Jesús que es quien nos hace vencedores.

¿Difícil? En absoluto. Podemos porque Dios está de nuestra parte. El autor y conferencista, Chip Ingram, señala que “Debemos ser cuidadosos de no caer en el pensamiento erróneo de que simplemente con llenar la mente con versículos bíblicos o aislarnos de los males del mundo, se producirá en nosotros la vida de Cristo. El renovar mi mente está siempre enfocado en el aor y en las relaciones. En el corazón de toda renovación de la mente está el deseo de vencer y de disfrutar del Señor Jesús.” (Chip Ingram. Viviendo al borde”. Living Editores. EE.UU. 2013. Pg. 90)

En alguna ocasión trabajé como periodista para la esposa de un gobernante de mi país. En cierta ocasión los empleados les invitamos a una cena en un conocido restaurante de Cali. Ella amablemente desistió. "Todos ustedes pueden ir al restaurante que elijan; nosotros, por nuestra condición, no podemos darnos ese lujo.” Esas palabras me impactaron. Las aplico a la vida cristiana. Quien no es creyente puede tener las amistades, ir donde los demás y actuar como todos. En nuestra condición de discípulos del Señor Jesús, bajo ninguna circunstancia. ¡Somos nuevas criaturas!

Igual ocurre con nuestra forma de pensar. No todo pensamiento debe anidar en nuestra mente, sino aquellos que están en consonancia con la nueva vida de fe. La forma más fácil de lograrlo es poniendo nuestra mirada en Cristo y en la vida espiritual a la que estamos llamados, ya que el propósito de Dios es que crezcamos: “Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada.” (Filipenses 2:13. NTV)

¿Por qué debemos cambiar? Porque hay una nueva vida por vivir, plena, llena de victoria y plenitud en todas las áreas de nuestra vida. No solo experimentaremos cambio y realización sino que otras personas, en este caso, nuestra familia, verán los cambios y serán impactados. El entorno del hogar también será transformado.

El primer paso que usted debe dar y al que le invitamos, es recibir a Jesucristo como el Señor y Salvador de su vida. Le aseguramos que no se arrepentirá. Él nos lleva a nuevos niveles de vida.

3. Oración familiar:

“Amado Dios y Padre celestial, si hay algo que necesitamos verdaderamente, es experimentar cambios que no solo sean de un día sino que permanezcan para siempre, es decir, que no se modifiquen a pesar de las circunstancias. Hoy te pedimos como familia que nos ayudes a cambiar, nuestra forma de pensar y de actuar. Estamos seguros que con tu poder obrando en nuestro ser, podremos lograrlo.”

4. Una meta familiar para hoy:

Decidirme a emprender cambios personales y a nivel familiar, no en mis fuerzas sino en el poder de Dios.

Publicado en: Altar Familiar


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