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Cuatro poderosas razones para no idolatrar a la virgen María

Cuatro poderosas razones para no idolatrar a la virgen María

Es muy frecuente que las personas convertidas a Cristo, se encuentren sumamente preocupadas por la concepción que tienen de la virgen María.

Antes pensaban que era divina, de la misma naturaleza que Dios porque al fin y al cabo se les había enseñado que eran la madre de Jesucristo y por tanto, madre de Dios.

Cuando emprenden el nuevo caminar de vida, hallan que no hay sustento bíblico para afirmar que Dios tiene madre y además, que María si bien es cierto fue una mujer respetable, no revestía ninguna divinidad.

Sobre este tema es importante que consideremos, con fundamento en las Escrituras, por lo menos cuatro aspectos:

1.- María fue sobre-exaltada por el hombre, no por Dios.

Es interesante descubrir que María era considerada por la Iglesia Católica una mujer virtuosa pero distinta de la naturaleza divina hasta el año de 1854.

¿La razón? El 8 de diciembre de ese año y mediante la Bula “Ineffabilis Deus”, el Papa Pío IX oficializó el dogma de la Inmaculada Concepción. Con el documento sentaban bases para afirmar que antes y después de la concepción de Jesús, María siguió siendo virgen.

Negaban así que se hubiese unido a José después y por supuesto, que hubiese concebido otros hijos.

Esta determinación unilateral fue acatada por algunos Obispos pero rechazada por un elevado número, que no se identificaban con la decisión.

Resulta curioso y a la vez sospechoso que el Clero para dar solidez al Dogma, sobredimensionó la supuesta aparición de la virgen María en Lourdes, Francia. La visión no hizo otra cosa que legitimar las afirmaciones del papado.

2.- María no puede ser idolatrada.

Cuando vamos a las Escrituras nos encontramos con una declaración categórica de nuestro amado Dios:

“No tendrás dioses ajenos delante de mi. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas, debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.” (Éxodo 20:3-5).

Si usted lee el texto con detenimiento descubrirá que la adoración de imágenes e ídolos, como en este caso María que es idolatrada por millones de personas en todo el mundo, está en contravía de lo que Dios espera de los creyentes.

Abundantes textos bíblicos, entre ellos el que encontramos en Isaías 44:9, nos revelan que quienes adoran imágenes están confundidos y no tienen bases sólidas en sus convicciones.

3.- María cumplió un propósito divino.

Como cristianos evangélicos no podemos desconocer que María virgen se convirtió en un poderoso instrumento para que se encarnara Jesús, el Hijo de Dios.

El evangelio relata que ella no conocía de antemano dicho plan— con lo que se reafirma el hecho de que además de muy humana era muy dependiente del Creador —. “Y parirá un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:21. Reina Valera Antigua).

Ella misma reconoció sus limitaciones en la oración de gratitud al Padre, en la que dijo: “Y mi espíritu se alegró en Dios mi salvador; porque ha mirado la bajeza de su criada...” (Lucas 1:47, 48. Reina Valera Antigua).

Por supuesto, el Señor Jesús amaba a María y no desconocía la gratitud que le embargaba por haber sido quien tuvo a cargo la crianza y desenvolvimiento hasta la juventud, pero enfatizó que su madre y sus hermanos serían aquellos que honraran e hicieran Su Palabra.

4.- María no es la que Salva sino el Señor Jesús.

En cierta ocasión cuando compartí un mensaje en una reunión de la Renovación Católica, me obsequiaron una camiseta que recibí por respeto pero sobre la cual les expliqué, era inconveniente. Tenía un letrero que decía: “A Jesucristo a través de María”.

No es María la que Salva sino el Señor Jesús. Lo hace cuando creemos en su obra redentora, tal como lo explica el apóstol Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio; porque es potencia de Dios para salud (salvación) a todo aquél que cree; al Judío primeramente y también al griego.” (Romanos 1:16. Reina Valera Antigua).

La salvación, como podemos apreciarlo, proviene de Dios, no de María. Ella no puede hacerlo porque ella misma debió aceptar la Salvación en Jesús.

Si usted cree en María como su redentora, no solamente está en un error sino que corre el peligro de perderse por la eternidad. El amado Señor Jesús dijo: “El que cree en Mí, tiene vida eterna.” (Juan 6:47. Reina Varela Antigua).

Es imperativo reconocer que no es por el esfuerzo personal –físico o mental— como fuimos redimidos sino por la obra del Señor Jesús, obra en la cual creemos y de la que permanecemos firmemente asidos (Gálatas 2:20).

Con fundamento en lo anterior, es esencial que vaya desplazando esas creencias de la religiosidad tradicional para que abra espacio a Dios, al Dios real y de poder, que salva y vuelve otra vez por Su pueblo.

Usted no está ofendiendo a María virgen cuando evalúa la situación a la luz de lo que plantean las Escrituras. Lo que está haciendo, más bien, es dimensionando todo en su verdadera y justa proporción, como las ve nuestro amado Hacedor.

Publicado en: Guerra Espiritual


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