Cruzando las fronteras de la fe
(Lección 9 – Nivel 1)
“Los dos cieguitos del camino”. Eran la referencia de todos cada mañana, al mediodía o cuando amenazaba lluvia: “Pobrecitos, quizá se van a mojar”. Incluso alguien recordaba de las maldades de los chicos, al esconder su manta o las sandalias de los dos pobres hombres a los que les unió un denominador común: la imposibilidad de ver.
Cierto día escucharon que Jesús se acercaba a la ciudad. “Es un milagrero”, dijo uno. “Dicen que es el Mesías”, comentó el otro. Y esas palabras que intercambiaron, alimentaron la esperanza de poder dejar de lado las sombras de la ceguera. “¿Y qué si le pedimos que nos de la vista? Nada perdonemos. Nadie nos ha podido ayudar y sin duda, no podrán hacerlo. Quizá aquél hombre pueda hacerlo”, concluyó uno de ellos incorporándose del suelo y animando a su compañero para ir en búsqueda de Aquél de quien tanto se hablaba en las calles y en los caminos.
El registro Escritural señala que lo encontraron: “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: !Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” (Mateo 9:27)
Por favor, le invito para que lea de nuevo el pasaje. Hágalo exento de cualquier prejuicio. Allí encontrará el primer paso para que pasemos del territorio de lo imposible — nuestra dimensión física en la que humanamente no podemos hacer nada— al territorio de lo posible , en la dimensión espiritual y de poder donde habita Dios. Y es desde esa dimensión, desde lo espiritual, que el Señor responde y trae los milagros a nuestra dimensión material.
¿Cómo podemos lograrlo? Le invito que consideremos algunos pasos que resultarán altamente eficaces en el proceso de ver materializados milagros en nuestra vida:
1. Seguir a Jesús
¿Ha cruzado la frontera entre un país y otro? Generalmente está determinada por unas coordenadas y aun cuando no hay una línea pintada con brocha, usted sabe que al dar un paso, estará en otra Nación, con otras leyes y una dinámica totalmente distinta de aquél territorio del cual usted proviene.
Los dos invidentes de la historia dieron el paso inicial para cruzar la frontera: Siguieron a Jesús. Fueron tras Él. Es cierto, muchos les decían que era imposible, que no perturbaran al Maestro, que se hicieran a un lado, que se resignaran a seguir viviendo de las limosnas. Pero en los dos hombres había renacido la esperanza e iban por un milagro.
Desconozco cuál sea su situación, pero lo que sí se es que clamando a Dios, podrá ver de qué manera lo imposible se hace posible. Oración con perseverancia, convencimiento, decisión. Deseche las voces de los incrédulos que siempre encontrará a su paso. Usted fue concebido para un milagro.
Ahora, comprendo que no es fácil creer en medio de una sociedad incrédula. Es una decisión que sólo nosotros podemos tomar, aun cuando haya oposición. Las personas a nuestro alrededor no tienen ni están obligados a compartir nuestras convicciones de fe.
Le invito a considerar lo que enseña el autor y conferencista norteamericano, John Piper:
“A pesar de lo mucho que nos gustaría, no tenemos el lujo de vivir en un mundo donde las verdades más edificantes no encuentran ninguna oposición. Si pensamos que podemos evitar todo lo que es controversial y alimentar nuestras almas sólo con lo que resulta edificante, estamos siendo muy optimistas. La razón por la cual muchos de nosotros creemos que podemos confiar es que no conocemos bien nuestra historia o las personas que profesan ser cristianas pero no lo viven. Además, ¿en realidad querríamos entregarle al diablo el derecho de determinar nuestro derrotero espiritual, rehusando alimentarnos con las enseñanzas que resultan conflictivas en nuestra sociedad?” (John Piper. “Los deleites de Dios”. Libros Compartir. EE.UU. 1999. Pg. 189, 190)
Insisto, creer en medio de una sociedad que no cree, siempre será controversial. No obstante, debemos seguir adelante. No nos podemos detener. En Dios tenemos asegurada la victoria, porque Él responde a nuestra fe con milagros que rebasan toda lógica.
2. La perseverancia
Cuando oramos no podemos darnos por vencidos fácilmente. Orar está íntimamente ligado a la perseverancia. “Sólo quien persevera alcanza”, solemos repetir en Latinoamérica, y ese refrán aplica a nuestra vida devocional y de oración.
¿Recuerda a los dos invidentes tras Jesús? Marcharon con el Señor todo el camino. Si fueron cuadras o kilómetros, el texto no lo dice. Lo que sí revela es que durante el trayecto, el milagro no ocurrió. Y los dos hombres perseveraron.
El evangelista Mateo relata que: “Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.” (Mateo 9:28)
No se dieron por vencidos. En tanto clamaban por el camino, como suele ocurrir cuando oramos, su fe se alimentó. Creer, perseverar, ver los milagros. No se dieron por vencidos. Cuando el Maestro llegó al hogar donde se alojaría, le pidieron el milagro.
3. Que su fe marque la diferencia
Una cosa es oír que Jesús obrara milagros— como ocurrió con estos dos hombres que experimentaban la invidencia— y otra bien distinta, ser testigos de los milagros de Dios. Por esa razón cuando el Señor Jesús les preguntó si creían que podía obrar un milagro, dieron un paso de fe gigantesco— cruzaron la frontera, marcaron la diferencia— y respondieron que sí.
Es probable que hasta el momento no haya encontrado respuesta a su clamor, pero no se desanime. Siga orando. En la Escuela de la Oración aprendemos que creer es lo que marca la diferencia para que nuestras oraciones tengan eco en la Presencia del Dios de poder en el que hemos creído.
4. Vea posible lo imposible
Para nuestro amado Dios y Padre celestial obrar un milagro en muy sencillo. Él no tiene nuestras limitaciones. Por ese motivo, veremos grandes portentos en la medida en que podamos cruzar la frontera del racionalismo, esa inclinación a explicarlo todo a partir de la lógica.
Cuando vamos al texto encontramos que “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos.” (Mateo 9:29, 30)
Todos tenemos un grado de fe, y sin duda, los dos hombres tenían su propio grado de fe. Eso fue lo que llevó a que el Señor Jesús les dijera que se produjera el milagro conforme a lo que creían.
Orar es un proceso que inicia cuando estamos convencidos que nuestras palabras no se las llevará el viento. Saber que del otro lado Dios nos escucha. Es la forma como crece nuestra fe. Y en estos invidentes su fe había subido de nivel. Sirva la ocasión para preguntarle, ¿cómo anda su grado de fe?
Cuestionario para profundizar en la Lección 9
Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su librera de apuntes, por favor, anote las respuestas:
1. ¿Qué podemos aprender en el suceso de los dos invidentes?
2. ¿Por qué podemos pensar que su fe creció?
3. ¿Qué elementos fueron esenciales para que el proceso del milagro se produjera?
4. ¿Cuál es el papel que juega la perseverancia en la oración?
5. ¿Por qué decimos que si oramos, partimos de una premisa que es creer ?
6. ¿Cómo anda su grado de fe?
7. ¿Está orando hoy por un milagro y tiene el convencimiento que Dios responderá?
Publicado en: Escuela de Oración
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Un consejo oportuno con fundamento en la Biblia.