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¿Cree que Dios podría transformar su vida, familia y nación?


(Lección 2 – Nivel 5)

¿Cree que Dios podría transformar su vida, familia y nación? (Lección 2 – Nivel 5)

¿Cree usted que la oración puede transformar la historia de su vida, su familia e incluso de una nación? No responda, al menos no a la ligera. Tómese unos pocos minutos antes de expresar su acuerdo o desacuerdo con la propuesta de la pregunta.

Si ya pensó, revise cuál sería su respuesta. ¿Cree que Dios puede cambiar el curso que ahora tiene su existencia? ¿Podría la disposición a orar, imprimir cambios en las actitudes y hasta emociones de su cónyuge? ¿Y qué de sus hijos? ¿Cambiaría la oración a Dios la actitud rebelde de sus hijos?

Y por último: Circunstancias tan ajenas a su voluntad, como la vida de toda una ciudad, provincia o nación, ¿podría experimentar modificaciones sustanciales?

Le pedí que lo reflexionara antes porque generalmente todos responden afirmativamente. “Por supuesto, Dios puede imprimir cambios profundos en todo lo que quiera, comenzando con mi vida”, suelen decir. No obstante, lo hacen de dientes para afuera porque en lo más íntimo de su ser no están convencidos.

Un ejemplo bíblico de transformaciones imposibles

Si algo caracterizó al pueblo de Israel es la sucesión de altibajos en toda su historia, en su relación con Dios, con los pueblos que les rodeaban y con su economía.

Si no llovía y la ruina comenzaba a tocar sus puertas, caían en desesperación y se lamentaban. ¡El mundo se les venía encima! Sencillamente no sabían qué hacer.

En uno de esos períodos de desesperanza, Dios fue claro en advertir: “…pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra.” (2 Corintios 7: 14. NTV)

Aun cuando todo estuviera en contra, el Señor les mostró que las condiciones podían cambiar. Bastaba que se rindieran a Él y lo buscaran en oración.

El pastor argentino, Sergio Díaz, plantea: “Si como cristianos tomamos la decisión de orar y de humillarnos, Él sanará la tierra. En el corazón de Dios está el deseo de bendecirnos y bendecir la patria. Para vivir bien necesitamos levantar la figura de Dios como un Padre en nuestra vida y también en nuestra nación. Todo aquél que tiene a Dios por Padre vive conforme a sus principios y normas.” (Sergio Díaz citado en el libro “Cuarenta días de ayuno, oración y renovación personal - Argentina 2014”. Ghione Impresores. Pg. 23)

De hecho, la decisión de buscar al Señor cuando nos encontramos atravesando períodos de desierto, puede marcar la diferencia en nuestra existencia. Podemos pasar de la crisis a la victoria; de la derrota a un triunfo permanente; de una relación crítica con su esposo o esposa, a una etapa gratificante con su pareja, y de mantenerse sumido en la ruina financiera como consecuencia de la situación de su país, a experimentar solvencia por la provisión divina.

El rey David se refirió a la maravillosa experiencia de caminar con el Señor, lo que hacemos mediante la oración y sujeción a su voluntad, cuando escribió: “Qué alegría para la nación cuyo Dios es el Señor, cuyo pueblo él eligió como herencia.” (Salmos 33:12. NTV)

Gracias a Su amor infinito, Dios nos escogió para ser Su pueblo, la multitud de hijos e hijas que reciben sus bendiciones. No obstante la única forma de que las lluvias de bendición se derramen sobre nuestra vida, nuestra familia y en el país, es caminando tomados de Su mano, afianzar la intimidad con Él. ¿De qué manera? Buscando su rostro en oración.

La intimidad con Dios sí es posible

Muchas personas piensan que orar es sólo para quienes han desarrollado cierto grado de santidad. Que ser escuchados por Dios es un privilegio reservado a quienes no cometen errores en su vida.

Pese a ellos éstas otras preocupaciones se desvanecen cuando meditamos en la obra redentora de Jesús. Su sangre vertida en la cruz nos acercó al Padre y nos presentó ante Él como hombres y mujeres justos. Nos apropiamos de esta obra maravillosa cuando abrimos las puertas de nuestro corazón a Jesucristo.

Aceptada la obra de redención por parte suya y mía, podemos ir al Padre en la certeza de que nos atenderá. Sobre el particular el autor de la carta a los Hebreos, escribió: “Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.” (Hebreos 4:16. NTV)

No hay nada que temer. Simplemente vamos a Él. Nos dirigimos ante Su trono como un hijo a su Padre. Una conversación en la que expresamos nuestra gratitud, amor, reconocimiento de Su poder, y le planteamos inquietudes, expectativas y peticiones.

No hay nada que temer, como lo anota el autor de la carta de los Hebreos: “Así que, amados hermanos, podemos entrar con valentía en el Lugar Santísimo del cielo por causa de la sangre de Jesús. Por su muerte, Jesús abrió un nuevo camino — un camino que da vida— a través de la cortina al Lugar Santísimo.” (Hebreos 10:19, 20. NTV)

La obra redentora de Jesucristo nos acercó al Padre. Nos hizo aceptos. Ahora, en nuestra condición de hijos, podemos y –de hecho— estamos llamados a entablar una relación permanente con Él que durará por la eternidad.

Dios debe ocupar el primer lugar

La mayor barrera que enfrentamos al orar, aún cuando podemos ir a la Presencia del Padre en oración en cualquier momento, estriba en dos aspectos fundamentales: El primero, que no hemos permitido que ocupe el primer lugar en nuestra existencia, y el segundo, que no queremos sujetarnos a Su voluntad.

Cuando el Señor Jesús enseñó a sus discípulos a orar, comenzó instruyéndoles que el diálogo con Dios podría decir: ” Padre nuestro que estás en el cielo, que sea siempre santo tu nombre. Que tu reino venga pronto. Que se cumpla tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo.” (Mateo 6:9, 10. NTV)

Le invito a considerar seriamente el hecho de que uno de los aspectos que aborda inicialmente, es que se haga la voluntad de Dios. ¿En qué áreas? En todas las de nuestra vida. A nivel personal, familiar, laboral, ministerial… en todo aspecto en el que nos desenvolvemos.

Jesús mismo dijo en varias ocasiones que su deleite era hacer la voluntad del Padre. Es la mejor decisión cuando deseamos que nuestra vida de oración sea dinámica. Someternos a Él y permitir que haga cuando ha estado desde la eternidad en su corazón. Tenemos la confianza que todo cuanto dispone para nosotros, será lo mejor.

El pastor argentino, Omar Cabrera, comparte una valiosa apreciación que vale la pena tener en cuenta: “Dios tiene que levantar un ejército de valientes que conquisten la tierra en oración. Valientes que tomen las armas que son poderosas en Dios para derribar fortalezas…” (Omar Cabrera citado en el libro “Cuarenta días de ayuno, oración y renovación personal - Argentina 2014”. Ghione Impresores. Pg. 18)

Lo más probable al analizar el asunto, usted concluya conmigo en el que la dinámica de nuestras oraciones debe cambiar. La dirección que debe tomar se orienta a que ocupe el primer lugar en nuestra vida y familia, sujetarnos a Su voluntad y permitir que Él cumpla los planes que ha trazado para nosotros desde la eternidad.

Sólo cuando nuestra concepción alrededor de orar cambia, podremos decir que a través de la oración podemos producir resultados e impulsar el que se produzcan transformaciones profundas en nuestra vida, en la familia y en nuestra nación. ¡Decídase hoy a orar!

Cuestionario para la profundización de la Lección 2:

Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su libreta de apuntes, por favor, anote las respuestas:

a.- ¿Ha pedido a Dios que transforme su vida, familia y nación?

b.- ¿Dudó acaso, en algún momento, que Dios pudiera traer transformaciones profundas en su entorno?

c.- ¿Qué podemos aprender a partir del texto de 2 Corintios 7: 14 en cuanto a la oración?

d.- ¿Alguna vez tomó la decisión de someter su situación crítica en manos de Dios y perseverar en esa disposición?

e.- ¿Cuál es el camino para desarrollar intimidad con Dios?

f.- ¿Qué nos garantiza que podemos ser escuchados por Dios cuando oramos (Hebreos 4:16)?

g.- ¿Porqué razón podemos acercarnos confiadamente al trono de Dios en oración (Hebreos 4:16; 10:19, 20)?

h.- ¿Qué relación tiene el hecho de que Dios ocupe el primer lugar en nuestra vida y la oración?

i.- ¿Por qué al orar es importante pedirle a Dios que haga Su voluntad en nuestra vida?

Publicado en: Escuela de Oración


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