¿Cómo afectan las redes sociales nuestra vida familiar?
"Desde hace ya varios meses tengo dificultades con mi esposo porque todo el día trabaja con computadores, y cuando llega a casa, sigue prendido de las Redes Sociales a través de su teléfono celular. Siento que el diálogo es mínimo entre los dos. Ni siquiera hablamos sobre nuestros hijos. Y me preocupa que esta situación termine por deteriorar nuestra relación."
M.M.L. desde Monterrey, México.
Respuesta:
¿Sabía usted que el uso irracional de las Redes Sociales puede ser más perjudicial que benéfico? De hecho se estima que una persona que pase 20 minutos en Facebook o en Instagram, tendrá suficiente para pasar un día bajo la depresión o el desaliento. La razón es sencilla: Darse cuenta que los demás están experimentando vidas “irreales” pero que todos llegamos a creer, o que disminuyeron de peso, termina por afectar al internauta desprevenido.
Consultar de una a tres veces por día su muro virtual no está mal. Lo grave del asunto es cuando no pasa una hora antes que le asalte la ansiedad por conocer qué han publicado sus amigos y familiares. Y Si sube una fotografía, comentario o comparte un vídeo y pocos o ninguno le dan un “me gusta", se siente mal o piensa que que lo ignoraron.
Una publicación de amplia circulación, se refiere al asunto en los siguientes términos:”... las personas que pasan más tiempo online, generalmente muestran mayor inclinación a preocuparse por su apariencia lo que a su vez las predispone a estar más ansiosas de cómo las ve la gente... Por supuesto, las posibilidades de las redes son tan infinita y maravillosas, que supone un trabajo esencial entender que nuestra imagen no depende de un número específico de likes, ni que podemos moldear nuestra personalidad y estilo de vida de acuerdo con lo que diga un caudal de desconocidos.” (Citado en Revista Nueva - Colombia. 7/11/2015. Pg. 19)Nuestro valor no lo determina el que le caigamos bien o mal a las personas, ni del grado de aceptación que logremos de parte de quienes nos rodean.
Nuestro valor depende del amor que Dios nos tiene, y de que nos acepta con errores y virtudes. No en vano el evangelista Juan escribió: “Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.” (1 Juan 4:9, 10. NTV)
Lo más grande que tenemos es el amor de Dios hacia cada uno de nosotros. A partir de ahí, que los demás no nos acepten o no nos valoren, no reviste tanta importancia.
Sobre esa base, preocuparnos por ganar la aceptación en las Redes Sociales resulta en cierta medida ilógico.
Cuando las Redes Sociales afectan las relaciones
Hay un punto crítico y es cuando la permanencia nuestra en las Redes Sociales afecta las relaciones familiares y sociales.
Hay quienes llegan a depender tanto de su teléfono móvil, que incluso estando con su cónyuge o sus hijos, no les prestan atención. Por el contrario, su interés está enfocado en lo que piensan de él o ella los demás, o en lo que escriben bajo cada nueva publicación.
"Siento que mi esposa ya ni se ocupa de nuestra vida marital. Todo el tiempo es pegada de su teléfono. Incluso, tarde en la noche, aún chatea. Cuando le llamo la atención, me dice que deje de lado mi inseguridad. Y para serle sincero, esta situación me está cansando.", relató alguien que vive una crítica situación por lo que considera una adicción de su cónyuge a las Redes Sociales.
No podemos desconocer las enormes puertas que abre el Internet. Nuestro ministerio y su gran alcance, son una prueba fehaciente. No obstante, cuando navegar en la red toma más importancia que la familia o las personas que nos rodean, allí hay un asunto que se debe evaluar y corregir.
En la mayoría de los países latinos, 8 de cada 10 personas tienen acceso a las Redes Sociales. Y hacen uso frecuente de ellas. El asunto preocupante es que, en criterio de los especialistas, todavía hace falta formación y un manejo más adecuado de estas herramientas.
Hay estadísticas que muestran de qué manera el 50% de las mujeres se sienten presionadas por verse mejor y más seguras de sí mismas en la medida en que reciben buenos comentarios en sus publicaciones.
La prioridad es la familia. Es lo fundamental. Y el diálogo o expresar amor y comprensión con gestos, no es algo que vaya a reemplazar un dispositivo electrónico del que se pasa mucho tiempo pendiente.
Nuestra autoestima no depende de la Internet
Es esencial que toda persona entienda que su éxito en la vida no le determina el número de “Me gusta” que aparece en las Redes Sociales cuando hace alguna publicación.
El verdadero éxito en su vida parte de una buena relación familiar, a la que debemos dirigir la mayor parte de nuestros esfuerzos, y de desarrollar a nivel personal, familiar y social el conjunto de potencialidades, dones y talentos que Dios nos regaló.
La Internet realmente muestra una parte de la realidad, pero distorsionada. Nadie publica en un perfil de la Red quien realmente es; por el contrario, maquilla las cosas, se pone un antifaz virtual y muestra aquello que quiere que los demás crean.
Hay necesidad de tomar un tiempo, autoevaluarse, reconocer con honestidad si estamos cayendo en la adicción a las Redes Sociales, y en caso de que la respuesta sea afirmativa, pedirle a Dios su poderosa ayuda para ser libres.
La Biblia enseña: "El prudente se anticipa al peligro y toma precauciones. El simplón avanza a ciegas y sufre las consecuencias.” (Proverbios 22:3. NTV)
Estamos a tiempo de recuperar a nuestra familia. La relación conyugal y con los hijos no se puede ver afectada por la inclinación desmedida a pasar tiempo en la Internet. Recuerde que en el propósito de ser libres no estamos solos. Dios nos acompaña y nos asegura la victoria.
A propósito, ¿ya recibió a Jesús como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que prendido de la mano de Jesucristo, emprenderá el proceso de crecimiento personal y espiritual que siempre ha anhelado. Decídase por Jesús en su vida.
Publicado en: Consejería Familiar
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