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Clasificación de la Consejería


(Consejería Pastoral – Cap. 10)

Clasificación de la Consejería (Consejería Pastoral – Cap. 10)

Cuando hemos avanzado en el conocimiento del ser humano aunque, tal como lo explican las Escrituras quien nos conoce tal como somos es Dios (Salmos 139:2, 4), pasamos a una nueva fase en el proceso de preparación: la clasificación de la Consejería Pastoral.

Esta clasificación nos indica cuáles son las diferentes opciones por las que podemos inclinarnos, de acuerdo con el caso específico que estemos tratando. ¿Cuáles son esas clases de Consejería disponibles?

Orientación espiritual

La esencia de la Consejería Pastoral es brindar una orientación espiritual. No podemos desconocer que, si bien en nuestros procedimientos pueden existir elementos que tocan las fronteras de la psico-terapia, nuestro principal cimiento es el Señor Jesucristo y la orientación que brindamos se encuentra respaldada en las Escrituras.

Por ese motivo cuando alguien viene en procura de ayuda, debemos aterrizarlo hacia cuál será nuestro direccionamiento: esencialmente espiritual.

Cuando sentamos bases dejando clara nuestra inclinación, se ahorra mucho camino porque hay quienes vienen pidiendo consejo pero no tienen el propósito de reconocer que en algunas de sus actitudes se encierra el pecado, y que el mismo debe ser corregido, conforme lo espera Dios de nosotros.

Aconsejando en un ambiente informal

En la mayoría de los casos acudimos a nuestra oficina o quizá a algún espacio específico del templo para ofrecer aconsejamiento. No está mal. Sin embargo, es recomendable que la conversación –-en lo posible— la sostengamos en un ambiente informal que bien podría ser en un parque, una cafetería cercana o quizá mientras se toma un helado. ¿Se pueden tomar allí notas? Por supuesto.

¿Qué ventajas ofrece un ambiente informal? Fundamentalmente que se rompe el hielo que en muy buena parte de los casos lleva a que las personas se sientan intimidadas de hablar, porque están en un ambiente eclesial o en la frialdad de cuatro paredes.

¿Qué hay si el Consejero no tiene facilidad de prestar sus servicios en un ambiente informal? Puede hacerlo, por supuesto, en su lugar de trabajo pero siempre ofreciendo al aconsejado interés en sus palabras, un tono amistoso, una sonrisa amplia y el grado de confianza para que entienda que está hablando con un amigo.

Brindando apoyo

Quien está frente a nosotros, en procura de una orientación con fundamento en las Escrituras, es alguien que necesita apoyo. No que hagamos caer el mundo en contra suya, haciéndole sentir culpable, sino por el contrario, le mostremos el camino a seguir para su restablecimiento personal y espiritual.

A este género de Consejería Pastoral pareciera referirse el apóstol Pablo cuando escribió: “Jesucristo murió por nosotros, para que, ya sea sigamos despiertos o que nos durmamos con el sueño de la muerte vivamos juntamente con él. Por eso, anímense y fortalézcanse unos a otros, tal como yo lo estoy haciendo” (1 Tesalonicenses 5:10, 11. Versión Popular).

Otro autor sagrado recomendó: “...anímense unos a otros cada día, mientras dura ese “hoy” de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde” (Hebreos 3.13. Versión Popular).

Sobre esta base, en los momentos de crisis de alguien que pide ayuda, nuestra función es brindarle apoyo.

Puede constituir una de las primeras fases del aconsejamiento con el propósito de que encuentre sosiego y manifieste apertura para la búsqueda de soluciones, con el poder de Dios.

Confrontando al aconsejado con la realidad

Un dicho popular en Latinoamérica y que grafica lo que deseamos ilustrar, se refiere a que adoptar la posición del avestruz que esconde la cabeza en la arena, no resuelve los problemas; por el contrario, es confrontándolos como encontramos las soluciones.

En la Consejería Pastoral esta fase es esencia. Pongo un ejemplo: Llegó a la oficina alguien que argumentaba, toda su familia era un problema.

Tenía choques con la esposa y cada uno de sus cuatro hijos. Una evaluación del caso demostró que era aquél hermano en la fe y no sus allegados, quien representaba el problema.

El paso a seguir fue confrontarlo con la realidad de cara a proseguir con la alternativa para resolver la situación.

¿Recuerda el incidente de Jesús y la mujer samaritana que relata el capítulo cuatro del evangelio de Juan? Ayudarle a encontrar el camino correcto implicó que el Maestro la condujera a reconocer su situación:

“Jesús le dijo: — Ve a llamar a tu marido y vuelve acá. La mujer le contestó: — No tengo marido. Jesús le dijo: — Bien dices que no tienes marido porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no es tu marido. Es cierto lo que has dicho. Al oír esto, la mujer le dijo: — Señor, ya veo que eres un profeta.” (Juan 4:16-19. Versión Popular).

¿Por qué la necesidad de confrontar a alguien? Por quizá el último en percatarse de sus errores, es quien incurre en ellos como lo anota la Biblia: “¿Quién se da cuenta de sus propios errores?!Perdona, Señor, mis faltas ocultas!” (Salmos 19:12. Versión Popular).

Nuestra labor se encamina entonces a que, si se trata de un pecado, el aconsejado afronte la situación en la que ha incurrido, la confiese a Dios y, por último, cambie de actitudes.

Hasta tanto se admira el yerro, no se podrá avanzar en el proceso de cambio y crecimiento personal y espiritual.

Ahora, usted como Consejero no debe presionar la decisión de quien tiene enfrente; su función es orientar y señalar el camino, no impulsar a alguien para que obre de tal o cual manera.

Igualmente debe estar preparado para que se produzca una reacción de enojo o de resistencia a su consejo; no obstante debe proseguir con prudencia porque su labor es mostrar la senda.

Ofreciendo una alternativa a través de la educación

En cierta ocasión y ante el interrogante de decenas de personas que reconocieron delante de Pedro sus errores y pecados, él les orientó sobre qué camino tomar: “Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados sus pecados, y el Señor les mande tiempos de alivio, enviándoles a Jesús, a quien desde el principio había escogido como Mesías para ustedes” (Hechos 3:19, 20. Versión Popular).

Nuestra función en la Consejería Pastoral está orientada a educar a quien consulta. Es probable que tal persona esté acudiendo a muchas actitudes, aprendidas en la mayor parte de los casos, que resultan ineficaces. Al escucharlo y orientarle, lo que hacemos es llevarle a tomar conciencia de que sus acciones y reacciones están desencadenando problemas.

En esencia es una tarea de re-aprendizaje. ¿De qué se trata? Fundamentalmente de que, aquellos que piden una orientación, aprendan nuevas formas de pensar y de actuar, conforme lo enseñan las Escrituras, con el propósito de modelar sanamente su comportamiento.

No se trata de alienar mentalmente sino de llevar a la senda apropiada. Y tal tarea comienza cambiando nuestra forma de pensar, como lo recomienda el apóstol Pablo: “... piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Filipenses 4:8. Versión Popular).

Si los pensamientos que albergamos en nuestro ser son sanos, nuestra conducta igualmente será sana.

La terapia de grupo

Cerramos las opciones de aconsejamiento pastoral con las terapias de grupo. Son apropiadas para personas inmersas en la farmacodependencia, matrimonios en crisis o grupos de jóvenes.

El mejor ejemplo de su eficacia lo ofrecen los resultados que arroja para los Alcohólicos Anónimos. Por años han utilizado este método y ha demostrado validez.

Usted como Consejero no está llamado a encasillarse con un solo método. Utilice el que considere ajustado a las circunstancias.

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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