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Adentrándonos en los mecanismos de defensa


(Consejería Pastoral – Cap. 9)

Adentrándonos en los mecanismos de defensa (Consejería Pastoral – Cap. 9)

Hay una dimensión de la personalidad que ejerce una poderosa influencia en el comportamiento humano. Es el inconsciente. A él están estrechamente ligados los mecanismos de defensa o de escape de las personas.

Para tener una idea clara de lo que significa inconsciente, es necesario que primero definamos qué es consciente. Es aquella área del ser humano en la que podemos racionalizar; la dimensión en la que tenemos claridad de qué está ocurriendo en nosotros y alrededor y también, el por qué ocurre todo aquello.

Inmediatamente encontramos otra zona que llamaremos preconsciente, la cual se compone de los conocimientos, experiencias e imágenes que hemos percibido pero que hemos olvidado temporalmente. Con algo de esfuerzo se pueden recuperar y traerles a la parte consciente.

Una tercera área es el inconsciente. Es como una enorme bodega en la que se guardan experiencias que tuvieron lugar incluso en la niñez y que no son fáciles de recordar. Se trata de impresiones que albergamos en forma de impulsos, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos, tanto activos como impulsivos.

Están ahí pero no emergen a la parte consciente de inmediato. ¿La razón? La mente es como una inmensa grabadora. Registra todo lo que alguien ve, hace y experimenta. Aunque pareciera estar detenida, contiene todo un cúmulo de información que aflora cuando menos lo esperamos.

El Señor Jesucristo, aunque no habló específicamente del consciente o el inconsciente, dejó sentada una verdad que debemos recordar al abordar este tema. Él dijo: “De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal” (Mateo 12:34b, 35. Nueva Versión Internacional).

Es evidente que hay un buen número de emociones, sentimientos y pasiones en apariencia dormidas en cada quien y sin que haya tomado conciencia de su existencia, pero que ejercen una enorme influencia sobre su conducta.

Es fundamental sanar recuerdos

Con frecuencia el Consejero enfrenta casos sin aparente explicación, en los que alguien reacciona de manera inexplicable. Solo cuando se profundiza en el asunto nos damos cuenta que sus actuaciones son producto de la influencia que recibió en la niñez e incluso, antes de nacer.

Las experiencias quedaron grabadas en su ser y emergen. Por esa razón no puede definir conscientemente por qué razón obra así.

También hay conflictos dentro del hombre que surgen en medio de la batalla que libra entre sus deseos y la disciplina que le imponen su religión, su cultura y la sociedad en la que se desenvuelve.

Ante esta situación puede huir de la realidad o enfrentarla. Quien decide no enfrentar lo que ocurre consigo mismo acude a mecanismos de defensa que le permiten resolver superficialmente el conflicto. Puede ser negando, falsificando o tergiversando la verdad de lo que le ocurre.

Mecanismos de defensa

Sin duda se pregunta, ¿Cuáles son los mecanismos de defensa que operan en el hombre?. Vamos a describirlos brevemente:

Represión: Mecanismo que se manifiesta olvidando aquello que nos desagrada. La represión, de manera inconsciente, es acogida por el individuo para protegerse. Se guarda de los recuerdos que le provocan dolor. En la mayoría de las ocasiones la represión está asociada a evitar una acción que generaría un sentimiento de culpa o ansiedad, como por ejemplo, agredir a alguien así nos esté causando daño.

Desde esta perspectiva, la represión es un mecanismo natural de defensa que si bien es cierto es utilizada por quienes desean huir de la realidad, libran a una persona de infinidad de recuerdos que tornarían infeliz su existencia.

Proyección : Es el mecanismo al que acuden quienes se sienten incómodos por algún defecto moral o cometer alguna falta, y alivian su sentido de culpa atribuyendo su mal a otra persona.

Quien se siente culpable experimenta alivio identificando en otros su propia debilidad, así su señalamiento no tenga asidero.

Así por ejemplo quien está acostumbrando a engañar asume que son los demás quienes engañan. También quien enfrenta algún grado de infelicidad considera que los demás también son infelices.

El mayor problema estriba en que es sumamente complejo ayudar a alguien que no es consciente de su propia realidad. Generalmente ocurre con quienes evaden su responsabilidad.

Substitucuón: Este mecanismo ocurre cuando la persona que enfrenta un problema con algo o alguien no tiene el valor o quizá la oportunidad de descargar su enojo contra la situación que despierta su malestar o tal vez la persona, y proyecta su contrariedad contra una tercera persona.

Transferir sus emociones no hace más que provocar dolor a inocentes. Es así como el esposo que ha sido tratado mal por parte de su jefe, llega a casa y se desquita con la esposa o quizá con los hijos.

Sublimación: Este mecanismo de defensa se refleja en quienes enfrentan instintos e impulsos muy fuertes que no siempre pueden expresar. Acuden en cambio a liberar esa energía en otras actividades. De esa manera se sienten satisfechos.

Racionalización: Es el mecanismo a través del cual quien comete un error alude a razones que justifican su obrar. Bien sea por sus acciones negativas o por la incapacidad de hacer algo. Todos los seres racionalizan sus actos, encontrando excusas a favor para eludir la culpa.

Quien se amparan en la racionalización tornan más tolerables las frustraciones de la vida. Pese a ello, se les impide asumir la realidad. Y es apenas natural que, cuando no se asume la realidad, no se dan pasos concretos orientados a resolver la situación.

Fantasía: Este mecanismo de defensa es el preferido de quienes desean escapar a sus frustraciones y limitaciones, imaginando que son alguien diferente que sí puede alcanzar desarrollo en diferentes áreas.

La fantasía no se puede negar alivia las frustraciones pero aislan de la realidad y en este sentido sí son perjudiciales porque llevan al individuo a vivir en un mundo de ensueño.

Regresión: Cuando niños no teníamos mayor responsabilidad y eran los adultos quienes entraban a resolver nuestros problemas. Así, quien acude a este mecanismo de defensa, lo que hace es asumir una posición infantil para tratar de eludir la situación.

Sus reacciones son ridículas y se manifiestan con gritos o reacciones de mal humor ante lo que le desagrada. Ocurre generalmente con personas de edad avanzada.

Compensación : Es un mecanismo de defensa al que acuden quienes compensan sus limitaciones físicas, sociales o intelectuales desarrollando su capacidad positiva. Es así como aquellos que no tienen un nivel de desenvolvimiento intelectual destacado, vuelcan sus esfuerzos a sobresalir en disciplinas como el arte o tal vez el deporte. En la mayoría de los casos lo logran.

Identificación: Este mecanismo de defensa opera en quienes quieren replicar en su vida las características de otra persona.

Si considera que alguien es exitoso en su desenvolvimiento, tratará de asumir elementos de su personalidad. El problema radica en quienes, pese al paso de los años, jamás logran identificarse consigo mismos y andan imitando a todos aquellos que admiran o que despiertan respeto o autoridad en la sociedad, lugar de trabajo o iglesia.

Una tarea final

La tarea ahora es que usted como Consejero estudie detenidamente cada uno de estos mecanismos de defensa, utilizado en muchos casos para escapar de la realidad, y aprender a identificarlos en quienes vienen en procura de orientación.

Sólo de esta manera podremos avanzar en el proceso de sanidad interior que ocuparán nuestros próximos capítulos.

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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