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Cuatro consejos eficaces para retomar el control de la familia 

Cuatro consejos eficaces para retomar el control de la familia 

“Tengo un problema enorme y no se qué hacer. Junto con mi esposa somos creyentes. Sin embargo, y con extrañeza, encuentro que ella no solo da muy mal testimonio sino que además, se molesta cuando saco tiempo para ayunar los días sábados en la mañana, y participo en las jornadas de evangelización, en la tarde. Mi propósito de consagrarme para Cristo desencadena tremendos enfrentamientos. La vida en pareja se torna insoportable. El pastor de la congregación, a quien le consulté a respecto, le restó importancia al tema. Me dijo que simplemente orara. No se qué hacer.”

M.S.D. desde Asunción, en Paraguay.

Respuesta:

Sin duda la oración es fundamental. Es Dios y nadie más que Él quien puede generar las condiciones que transforman el pensamiento y actuaciones de una persona. De ahí que, en lo que respecta al criterio que me despierta su carta, considere oportuna la recomendación de su pastor.

Ahora bien, el asunto es bastante complejo para pasar por alto todas las implicaciones que reviste. Le sugiero que analicemos el asunto desde varias facetas:

1.- Debemos dedicar tiempo a la familia.

Recién comenzaba en la vida cristiana, recuerdo que salíamos a las calles a predicar los días domingos. Todavía lo hago, pero en esa época ni siquiera era líder. Era un colaborador. Pues bien, una hermana que siempre participaba entusiasta, tenía una característica especial: su esposo trabajaba fuera de la ciudad y sólo tenían el domingo para verse.

Un día, yo que insisto, apenas comenzaba en la vida cristiana, le dije:

Hermana Ruth, dedíquele tiempo a su esposo. Nosotros nos ocuparemos de la evangelización—.

Ella, que sí llevaba buen tiempo como creyente, frunció el ceño y me dijo:

Hermano Fernando, déjeme cumplir la Gran Comisión de Jesús —.

— ¿Y su matrimonio?— le pregunté desconcertado.

No se preocupe, mi esposo comprenderá— dijo con tono cortante.

Tres meses después se divorciaron. La hermana Ruth ya no predica en las calles. Le echó la culpa a Dios por su separación. Cabe aquí una pregunta: ¿Fue Dios el culpable o más bien ella por descuidar a su familia?

Si el día sábado lo tiene disponible para descansar, comparta ese tiempo con su familia. No los descuide.

Es importante que sientan su presencia en todo instante. Ayudarles en un quehacer doméstico es una excelente idea. Llevarlos a tomar un helado o pasear por una avenida, ver una buena película o simplemente hablar de todo un poco, ayudan a preservar la armonía y de paso, a dar solidez a su hogar.

El apóstol Pablo escribió: “...Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).

Revise su situación personal. Pregúntese: ¿Acaso está descuidando a su familia y desencadena las protestas airadas de su cónyuge? Si es así, es necesario aplicar correctivos.

2.- No podemos dejar de lado el servicio a Dios

Es innegable que una familia en la cual se sirve a Dios, es una familia que recibe bendición.

Josué, el gran conquistador de la tierra prometida, fue claro al advertir a los Israelitas sobre la necesidad de decidirse: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis: si a los dioses a quienes sirvieron vuestro padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15).

Es viable definir en familia nuestro servicio a Dios. Podemos concertar la asistencia a los servicios religiosos e incluso, a qué actividades adicionales podemos asistir.

¿Ayuno en el templo? Permítame serle sincero: usted puede hacerlo en casa si ese tiempo que va a invertir en el templo es el único que tiene disponible para su familia.

¿Evangelización? Por supuesto, es necesario evangelizar.

Soy un convencido de la importancia de salir a las calles a predicar; pero si ese es el tiempo que tiene para su familia, perfectamente podemos evangelizar cuando vamos al parqueadero de vehículos o quizá cuando viajamos en el autobús.

Siempre llevo en mi agenda y en mi maletín tratados evangelísticos. Los obsequio a las personas con las que tengo trato diario. Eso no obsta el que salga con frecuencia con la congregación a predicar en las calles. Pero para evangelizar no se necesita más que alguien que no conozca de Cristo, para compartirle nosotros el Plan de Salvación.

3.- No podemos perder la calma ante las provocaciones

Cuando su cónyuge esté fuera de casillas, recuerde que ponerse a la par implica dos cosas: la primera, incurrirá en irrespeto a su esposa y la segunda, logrará el objetivo de quien le provoca: su respuesta airada.

En la Biblia encontramos una sabia recomendación: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Proverbios 15:1).

Reaccionar con el mismo tono de voz complicará las cosas. Todo comienza con el proceso mental que usted haga de la agresión. No se sienta “vulnerado” porque instintivamente reaccionará en defensa; por el contrario, evalúe cuidadosamente su respuesta y hágalo con calma, midiendo el alcance de cada palabra.

4.- Es necesario que Jesucristo tome el control de nuestro hogar

Siempre me ha llamado poderosamente la atención el incidente en el cual el Señor Jesús dormía mientras que sus discípulos libraban una enorme batalla con su temor ya que la barca en la que se movilizaban estaba a la merced de las olas y una tormenta sin precedentes.

Presa de la angustia, le despertaron. El amado Maestro obró con calma absoluta. “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calle, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:35-41).

Comprendo la zozobra que le despierta el mal momento por el que atraviesa. También tengo claro, como usted desde hoy, que solamente Jesucristo traerá calma a su hogar. Es necesario por tanto seguir orando en procura de guía sobre qué hacer. Él abrirá las puertas, sin duda alguna.

Publicado en: Consejería Familiar


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