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Al evangelizar peleamos contra el diablo por las almas

Al evangelizar peleamos contra el diablo por las almas

Tradición. Religiosidad. Santería. Adoración oculta a deidades. Una explosiva amalgama que generaba opresión sobre el grupo que llegó a evangelizar. Sus desplazamientos a aquél pueblo estaban rodeados de extraños incidentes como averías sin razón en el vehículo, enfermedades repentinas, abierta oposición entre los pobladores del caserío a los avances de predicación.

Están locos. Váyanse. No los queremos acá — gritaba una mujer, fuera de sí —. Váyanse con su religión a otra parte —.

Fuera de nuestro pueblo. Lejos, muy lejos— vociferó un joven, que acompañó el tono amenazante de sus palabras con piedras que arrojó en cierta ocasión contra los visitantes.

Uno de los líderes relató que al llegar a la aldea, perdida en la distancia, experimentaba una extraña opresión en el pecho al tiempo que una creyente manifestó que en varias ocasiones sufrió dolores de cabeza tan solo con arribar al lugar.

Los esfuerzos parecieron infructuosos por mucho tiempo. Las estrategias no parecían servir de mucho. Por momentos les entraba el desespero.

El panorama cambio cuando comprendieron, por las Escrituras, que no se trataba simplemente de jornadas de evangelización sino de verdaderas confrontaciones con el mundo de las tinieblas.

En adelante, después de reflexionar, profundizar en la Palabra y acudir al esquema error-aprendizaje, comprendieron cuatro aspectos importantes: el primero, que debían cambiar el esquema de trabajo; segundo, identificar previamente el terreno sobre el que iban a trabajar proclamando las Buenas Nuevas; tercero, que su orientación sería en delante de confrontación espiritual pasando de una actitud defensiva a una posición ofensiva, atacando directamente sobre las áreas neurálgicas donde operaba el diablo, y por último: acudir al ayuno y oración como armas espirituales de ataque a una dimensión eminentemente espiritual.

Revaluando los esquemas

Por muchos años creí a pie juntillas— en parte por lo que aprendí durante mi formación teológica en el Seminario Bíblico— que alcanzar almas para el Reino de Dios partía de estrategias de abordaje, con el ánimo de romper el hielo, presentar el Mensaje de Salvación y llevar a la persona a una decisión de fe por Jesucristo.

Una y otra vez me encontré frustrado porque las actividades de evangelización parecían no rendir frutos. El panorama cambió cuando busqué la profundización en el tema de Intercesión y Guerra Espiritual. Ahora las cosas parecieron ser más clara y tomar forma definida.

Comprendí que la proclamación de las Buenas Nuevas está íntimamente ligada a arrebatar el territorio a Satanás y sus huestes, quienes generalmente y como consecuencia del derecho legal que les otorga el pecado del hombre, establecen auténticas fortalezas territoriales.

El fundador y director del Centro Estadounidense para la Misión Mundial, Ralph Winter escribió al respecto que:

"Satanás mantiene poblaciones enteras en esclavitud. No podemos rescatar ni una sola alma de sus manos sin desafiar su autoridad en ese grupo particular de personas… Debemos recordar que habrá una feroz resistencia al llegar la luz a lugares de tinieblas. Por eso los reinos de este mundo no cederán fácilmente.” (Winter, Ralph. “Venga tu reino”. Carey Library, Pasadena, Ca. 1985, pag. 11)

Sobre esta base y las experiencias que quizá haya tenido al enfrentar dificultades para ganar almas para el Reino de Dios, sin duda coincidirá conmigo en el hecho de requerir redoblar esfuerzos en ayuno y oración para atacar el nervio central de las áreas donde gobierna el mundo de maldad, previa identificación que hacemos a través de la cartografía espiritual.

Por su parte Peter Wagner, considerado como autoridad a nivel internacional en el tema de Guerra Espiritual, señala que a Satanás y sus huestes hay que confrontarlos para evitar que tome fuerza y enfatiza que es sólo a través de acciones específicas como le arrebatamos áreas geográficas sobre las que tiene presencia y gobierno, que abrimos eficazmente camino al Reino de Dios.

Comprendo que el tema despierta polémica, mucho más cuando alrededor de la utilización de armas espirituales para ganar espacio en la Evangelización hay cuatro posiciones bien definidas: la primera y muy generalizada, de escepticismo; una segunda, de oposición abierta calificando de fanáticos religiosos a quienes planteamos estos aspectos; la tercera, de apoyo de palabra únicamente –algo así como llevarnos la idea para no chocar — y la última, de apoyo, compromiso y participación abierta por parte de cristianos que han avanzado en la revaluación de esquemas tradicionales de predicación de las Buenas Nuevas.

¿Ejercen dominio las tinieblas sobre territorios?

Aun cuando muchos ponen en duda que Satanás y sus huestes ejerzan dominio sobre territorios, es evidente porque él mismo lo dijo cuando el Señor Jesús lo confrontó en el desierto: ” De nuevo lo tentó el diablo, llevándolo a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor.— Todo esto te daré si te postras y me adoras. “ (Mateo 4:8, 9. Nueva Versión Internacional)

¿Por qué ofrecía Satanás dominio territorial si no lo tuviera? ¿Acaso cometería una locura así teniendo en cuenta que estaba dialogando justo con el Hijo de Dios? La respuesta es sencilla: Por el pecado del género humano, el demonio y su ejército sí gobiernan sobre países, provincias, ciudades y barrios. Por ese motivo se opone abiertamente a que se predique el Evangelio, porque en tal caso, las almas que mantiene atadas y con vendas que les impiden ver la verdad, se irían de su lado. ¿Comprende la magnitud de la batalla que estamos librando?

El Reino de Dios echa fuera el mundo de las tinieblas

El Señor Jesús fue enfático al enseñar a sus discípulos y a nosotros hoy, que al cumplir su obra en la cruz y ser exaltado mediante la resurrección, el mundo de las tinieblas perdía fuerza. Él dijo: ” Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:31, 32)

Es evidente que restamos poder a Satanás y sus huestes en la medida que predicamos el Evangelio y, mediante la Palabra de Salvación, se rompen las cadenas en hombres y mujeres. Como consecuencia se produce una abierta confrontación entre el mundo de maldad y el Reino de Dios, aspecto que salta a la vista cuando el Señor Jesús dijo a sus discípulos y a nosotros hoy: ” No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.” (Juan 14:31)

Pero ¡cuidado! Nuestro enemigo y adversario espiritual es muy astuto. Quiere hacernos creer que gobierna y que tiene mucho poder, desconociendo lo que enseñó el Salvador muy claramente: "… por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” (Juan 16:11) Aquí se refiere al príncipe de este mundo que es el propio Satanás (Cf. Mateo 12:24)

Preparándonos para la batalla

Antes pensaba que bastaba con reunirme con el grupo de evangelización de la iglesia, definir fechas, fijar oportunamente grupos de trabajo e ir a parques, calles y lugares de amplia confluencia de personas. ¡Tremendo error! Como le decía, fue necesario revaluar los esquemas.

Las campañas para la predicación de las Buenas Nuevas, en adelante fueron antecedidas por oración, ayuno y toma del terreno para recobrar territorios en poder de Satanás. Todo fue diferente.

Los resultados saltan a la vista cuando vemos que las personas responden al Evangelio. La venda ha caído de sus ojos y sin mayor renuencia, reciben la Salvación que hay en nuestro amado Señor Jesús.

Fue el propio Salvador quien enseñó una parábola magistral que nos invita a conocer contra quién batallamos y cuál es el territorio que queremos tomar: "»O supongamos que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil hombres puede enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? 32 Si no puede, enviará una delegación mientras el otro está todavía lejos, para pedir condiciones de paz.” (Lucas 14:31, 32. Nueva Versión Internacional)

No podemos ir a la batalla sin medir el alcance de la tarea que vamos a emprender.

El papel de la cartografía espiritual

Ahora, llevemos esta Palabra poderosa al terreno práctico. ¿Cómo vencer al enemigo? Conociéndolo. ¿De qué manera tomamos eficazmente naciones, provincias, ciudades y barrios? Identificando las potestades que dominan sobre las personas.

Un paso elemental es identificar fenómenos que prevalecen en las comunidades objeto de nuestro trabajo: drogadicción, violencia, prostitución, hechicería, accidentes de tránsito, violencia intrafamiliar e índices de suicidios, entre otros.

Evaluamos la frecuencia de incidentes. Ojala nos tomemos el tiempo de averiguar desde cuánto tiempo hace que vienen ocurriendo estos hechos. Una buena ayuda es conociendo la historia pasada y reciente del territorio que tomaremos para Jesucristo.

Un segundo paso consiste en identificar dónde funcionan discotecas, moteles o lugares al que acuden generalmente quienes mantienen relaciones de fornicación y adulterio, tener claro dónde quedan antros de prostitución o venta de drogas, en qué calles o sectores hay concentraciones de indigencia, cuáles son los lugares donde se presentan con mayor frecuencia muertes o quizá accidentes de tránsito.

Es un trabajo clave. Podemos incluso señalar sobre un mapa los puntos específicos donde se presentan este tipo de actividades abiertamente contrarias a lo que enseña nuestro amado Dios para su pueblo.

Cuando ya tenemos claro qué está ocurriendo, nuestras oraciones podrán ser más específicas. Podemos ir de frente contra todo espíritu de fornicación, de adulterio, ataduras de drogadicción, potestades de prostitución y ese esquema de maldad que se haya establecido en una nación, ciudad o barrio. Es una guerra más eficaz porque estamos yendo al origen mismo del problema.

Recuerde que estamos aplicando aquí armas espirituales en contra de un mundo espiritual de maldad, como advierte el apóstol Pablo: "Es cierto que somos humanos, pero no luchamos como los hombres de este mundo. Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que le obedezca…,.” (2 Corintios 10:3-5, versión Dios habla hoy)

Puedo asegurarle que cambiar los esquemas de ataque a los dominios territoriales, traerá mayor eficacia a nuestro trabajo de evangelización. ¡Los resultados le sorprenderán!

Publicado en: Guerra Espiritual


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