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Comparta una nueva actitud con su familia

Comparta una nueva actitud con su familia

1.- Lectura Bíblica: Proverbios 15:13; 1 Tesalonicenses 5:16; Génesis 2:24, 1 Corintios 13:4-7; Efesios 5:21-26

2.- Objetivos:

2.1.- Que al término de la reunión los concurrentes reconozcan la importancia de evaluar sus actitudes en familia y se comprometan a transmitir nuevos patrones de comportamiento que edifiquen y no que causen daño emocional.

2.2.- Que al término de la reunión los concurrentes reconozcan la necesidad de hacer su mejor esfuerzo por la relación matrimonial y asuman la decisión de salvar la familia con ayuda de Dios.

2.3.- Que al término los concurrentes involucren a Dios en la solución de los problemas familiares.

3.- Desarrollo del tema:

¿Cuáles son las actitudes y patrones de comportamiento que transmitimos al interior de la familia? Es importante que evaluemos este aspecto porque quizá, sin proponérnoslo, estamos produciendo daño emocional a nuestro cónyuge e hijos. Solamente cuando reconocemos los errores podemos aplicar cambios. Y esos cambios sólo se producen y tienen continuidad con ayuda de Dios.

3.1.- Transmita una nueva actitud: el buen humor ante los problemas

El buen y el mal humor se contagian. Es viral. Reflexione por un instante cuántas veces usted dañó quizá un buen momento sólo porque no controló una actitud negativa. Tal vez le fue mal aquél día, llegó a casa mirando mal, riñó con su cónyuge y ese comportamiento terminó afectándolos a todos. Su pareja altercó con los hijos y hasta el perro de casa terminó pagando las consecuencias.

Puede que el escenario haya sido otro pero, sin duda, ha comprobado que nuestras actitudes terminan ejerciendo una influencia positiva o negativa entre las personas que amamos en casa.

El experto en temas de familia, Stephen R. Covey, recomienda:
“Ser una persona alegre y sonriente, que está siempre contenta y llena de buenas historias y de buen humor es el elemento que hace que las personas quieran estar con nosotros. Es también una clave para la productividad porque le transmite una manera positiva de responder que sin duda será positivamente y de forma animadora ante las altas a las altas y a las bajas de la vida cotidiana.”(Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 43)
Cuando vamos a las Escrituras encontramos dos llamamientos que nos hace Dios a conservar la alegría, incluso por encima de las circunstancias que pueden lucir adversas. El rey Salomón escribió: “El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.”(Proverbios 15.13) Por su parte el apóstol Pablo instruyó a los cristianos del primer siglo y a nosotros hoy: “Estad siempre gozosos.”(1 Tesalonicenses 5:16) La especialista, Natalia López Moratalla, asegura que todas las experiencias humanas nos marcan:
“Podría decirse entonces que si nos esforzamos por tener pensamientos positivos ante los contratiempos y dificultades, nuestro cerebro memorizará esas conexiones positivas, haciendo que con el tiempo, y sin esforzarnos tanto, tendamos un poco más al optimismo y no veamos las cosas tan mal. De igual modo, merece la pena esforzarse por ser conscientes de todo lo bueno que tenemos a nuestro alrededor. La risa significa alegría y felicidad universalmente y en todas las épocas. El sentido del humor es especialmente importante en la sociabilidad, porque la risa es convivencia. Las personas que nos hacen reír nos hacen felices, no tanto porque nos hacen pasar un buen rato, sino porque en el fondo, cuando nos reímos, aunque las cosas estén muy negras, todo se relativiza un poco y eso nos fortalece anímica y físicamente.”(Agencia EFE. 02/24/2012).
El buen humor es ante todo una disposición que desarrollan las personas cuando reconocen la importancia de sacar el mejor provecho de la vida. Nuestra existencia es relativamente corta y no podemos amargarla dando demasiada importancia incluso a trivialidades. Covey, el autor motivacionista y que aborda temas de familia precisa que:
“Las personas que pueden reírse de sus errores, estupideces y asperezas pueden volver al camino correcto mucho más rápido que aquellos que además de perfeccionistas, se ponen en el camino de la culpabilidad. El sentido de humor es con frecuencia una alternativa ante la sensación de culpabilidad, las expectativas perfeccionistas y una vida más relajada.”(Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. México. 1998. Pg. 42).
Entre los aspectos emocionales y físicos que se derivan del buen humor se destaca el que estimula el sistema inmunológico. Aumenta la actividad de las células protectoras, lo que ayuda al cuerpo a combatir virus y tumores, reduce la presión arterial y los niveles de cortisol, y por ende, las personas alegres se estresan menos. Reduce el dolor y también ayuda a estabilizar el azúcar en sangre.

De la mano del buen humor, los pensamientos positivos estimulan los cambios químicos en el cerebro que ayudan a proteger el cuerpo contra los efectos negativos del estrés. Una gran carcajada ayuda a eliminar las calorías extra. De acuerdo con un estudio reciente, si ríes por más de 10 o 15 minutos al día puedes quemar hasta 40 calorías al tiempo que estimula la liberación de endorfinas, mejora el estado de ánimo y eleva los químicos del cerebro que producen bienestar como si hicieras una gran cantidad de ejercicio.

Entre los beneficios de desarrollar una actitud alegre, se cuenta el hecho de que sube el estado de ánimo, fomenta el bienestar sicológico, acelera el ritmo cardíaco, oxigena el cerebro, 40% menos de problemas vasculares, viven más, ejercita el cerebro, genera unidad, es contagioso

Si deseamos que nuestra relación familiar experimente cambios, es necesario que nosotros permitamos que Dios trate nuestra existencia, transmitir alegría y detener la cadena de comportamientos errados que se ha transmitido por generaciones, que probablemente explica una actitud amargada de parte de nosotros ante la vida y sus vicisitudes.

A la existencia, aun cuando surjan dificultades, hay que encontrarle el lado positivo y enseñarle en esa dirección a nuestros hijos. Podemos asegurarle que si desarrolla buen humor, contagiará a su esposa y en línea directa, ese ambiente favorable afectará positivamente a sus hijos.

3.2.- Asuma una nueva actitud: Mantener la unidad del hogar

En una sociedad en la que prevalece el divorcio como solución extrema a la crisis del hogar, es necesario asumir una nueva actitud ante la familia y compartir esa perspectiva con el cónyuge y los hijos. La relación familiar no se pude deteriorar mientras permanecemos impasibles. ¡Es necesario hacer algo mientras hay tiempo!

La decisión de salvar el hogar, si la relación se encuentra en crisis, parte de una decisión que, lo más aconsejable, es que asuma el esposo y padre. Al respecto le invito a considerar lo que aconseja un autor cristiano:
“Los hombres deben adoptar una nueva forma de pensar. Necesitan pensar en términos de propósito antes que de funciones… Las funciones nunca han sido la verdadera base de la identidad y del propósito del varón… Necesitan un entendimiento de ellos mismos que no esté completamente influenciado por directrices sociales…”(Myles Munroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. EE.UU. 2013. Myles Munroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”. Whitaker House. EE.UU. 2013. Pg. 47)
Tenga presente que dentro del proceso de creación del universo, el ser humano y la institución del matrimonio constituyen dos actos de singular importancia en el escenario universal.

Nuestro amado Creador impartió instrucciones respecto a la conformación de un nuevo hogar: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne.” (Génesis 2:24).

No obstante el maravilloso plan de Dios, hoy día se observa una crisis sin precedentes históricos en los matrimonios. Hace falta compromiso, para por la familia como para el futuro de quienes la componen: los cónyuges y los hijos.

Abra usted el periódico de su ciudad y descubrirá cifras alarmantes de divorcios. También sinnúmero de procesos de separación en curso.

¿Es ésto lo que esperaba nuestro Padre celestial? Sin duda que no. Él esperaba que los integrantes de la pareja se prodigaran amor y comprensión para resolver los pequeños y grandes problemas. Que la relación abarcara lo físico pero también el aspecto emocional, espiritual e intelectual del cónyuge.

El apóstol Pablo escribió una hermosa definición del amor verdadero, que debe primar en el matrimonio y en el conjunto de nuestras relaciones interpersonales:El amor es sufrido, es benigno; el amor no tene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (1 Corintios 13:4-7).

Pese a ello, si colocamos la mano en nuestro corazón para hacer una evaluación honesta, descubriremos que no cumplimos ni la mínima parte de los postulados descritos por el gran misionero del primer siglo. Nos hace falta mucho, porque generalmente prevalece el orgullo. Se convierte en el principal enemigo de la relación de pareja.

Ninguno debe andar por su propio lado, sin importarle los sentimientos del otro. Pablo mismo escribió: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y el su Salvador.” (Efesios 5:21-23).

Y en cuanto a los esposos, Pablo también es específico: “Maridos, amada a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla...” (Efesios 5:25, 26 a).

¿Hay alguna salida? Sin duda que sí. Por grave que luzca la situación, es posible hallar una solución.

Es importante que los cristianos evaluemos cada día nuestros pensamientos y acciones. Casados o no, es esencial que lo hagamos, tal como lo recomienda el apóstol Pablo: “Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos, ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros?!A menos que estéis reprobados!.” (2 Corintios 13:5) y también: “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra y entonces tendrá, solo en sí mismo y no en otro, motivo de gloriarse.” (Gálatas 6:4).

¿Ha tomado tiempo para auto examinarse? Es probable que no. Si decide hacerlo ahora, es esencial que revise cuáles son los sentimientos hacia su pareja, el trato que le prodiga, de qué manera ha contribuido al crecimiento personal y sentimental mutuo, cuáles han sido sus errores en la relación, en qué ha aportado para superar los problemas, entre otros aspectos a considerar.

Apúntelos en una libreta y, a un lado, defina ¿qué podría hacer usted para entrar a resolver tales diferencias?

3.3.- Asuma una actitud de valoración de su hogar

Si tan solo evalúa con detenimiento su relación matrimonial, sin duda se dará a la tarea de salvarlo. No podemos tirar por la borda muchos años de vida e incluso, los hijos fruto de una relación. ¡El matrimonio es muy valioso!

Es una buena estrategia que haga un listado de los puntos fuertes y los débiles de su matrimonio. Determine cuándo y bajo que circunstancias se siente mejor en la relación.

Identifique los elementos que generan diferencias con su cónyuge y, por último, pregúntese qué actitudes debería cambiar a hacia su cónyuge.

El inventario contribuye decididamente si estamos dispuestos a hacer el último esfuerzo por salvar nuestra relación de pareja.

Tenga en cuenta que, en el caso de la mujer, todo su mundo gira en torno al amor, por tanto, deben mantenerse las expresiones de amor, comprensión y ternura que se evidenciaban en el noviazgo. También que es necesario brindarle apoyo y que su cónyuge le brinde seguridad.

El amor masculino es más práctico. Aunque lo sienta, generalmente no expresa el amor y enmascara este sentimiento. No obstante, gusta de recibir manifestaciones amorosas.

Cuando hemos analizado cuidadosamente la relación de pareja para descubrir dónde se encuentran los puntos conflictivos, y si quizá hemos avanzado en la identificación de los aspectos sobre los que debemos aplicar correctivos, tenemos frente a nosotros tres alternativas:

La primera es el divorcio. Pero no nos garantiza que seremos exitosos en la próxima relación. Lo más probable es que también terminemos abocados a un nuevo divorcio.

La segunda alternativa es soportar la situación, sin hace nada. Obrar así nos llevará a un agravamiento del problema y, finalmente, convergerá en la primera alternativa, es decir, en el divorcio.

La tercera es hacerle frente a la dificultad con el poder de Jesucristo, y construir, a partir de lo que hay ahora, un matrimonio sólido. A menos que Dios ocupe el primer lugar en la relación matrimonial, las cosas no funcionarán.

Ore. Busque a Dios en medio del huracán que azota su vida. Pídale que tome el control de la situación y que lo oriente. Y cuando este ocurra, emprenda –en las fuerzas del Señor y no en las suyas— ese proceso de cambio hacia su pareja. ¡No me cabe la menor duda que todo será diferente!

4.- Preguntas para la discusión en grupo:

a.- ¿Qué nos enseñan las Escrituras en Proverbios 15:13; 1 Tesalonicenses 5:16 en cuanto a asumir la vida con alegría y gozo?

b.- ¿Podría evaluarse como una persona de buen o mal humor?

c.- ¿Ha contagiado a su familia con su actitud de buen o mal humor?

d.- ¿Podría enumerar cuáles han sido las consecuencias?

e.- Si reconoce en su vida el mal humor, ¿qué le ha impedido cambiar?

f.- ¿Por qué debemos asumir una nueva actitud ante el matrimonio?

g.- ¿De qué manera contribuye a salvar la familia el valorar de una manera distinta a nuestro cónyuge e hijos?

h.- ¿Qué está dispuesto a hacer por su familia?

5.- Oración al terminar el Grupo Familiar:

“Amado Dios, te damos gracias porque de nuevo y en este día, nos enseñas a partir de Tu Palabra, principios que debemos asumir en la familia para lograr edificación cada día. Te pedimos que nos ayudes a encontrar soluciones a los conflictos cuando surjan en el hogar, nos concedas el poder de perdonar y nos concedas la capacidad de reconocer a tiempo nuestros errores para corregirlos. En tus manos quedamos. Amén.”

Publicado en: Grupos Familiares


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