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Rompa las maldiciones e inicie una vida de victoria


(Parte 2)

Rompa las maldiciones e inicie una vida de victoria (Parte 2)

¿Sabía usted que las maldiciones permanecen en el tiempo y trascienden generaciones enteras? Hoy le invitamos a considerar este apasionante tema con fundamento en las Escrituras y aprender pautas que le permitirán obtener la victoria.

En primer lugar, coincidamos en algo: La caída del género humano  partió de la tentación desplegada  por la serpiente antigua: Satanás. Como consecuencia de lo que hizo, Dios le maldijo (Cf. Génesis 3.14)

A continuación el Padre celestial explicó a nuestro padre Adán las consecuencias que había desencadenado su insensatez y desobediencia: “Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinos, y comerás hierbas silvestres.” (Génesis 3.17, 18. Nueva Versión Internacional)

¿Acaso concluyeron las maldiciones al morir Adán? Por supuesto que no, por el contrario, permanecen en el tiempo a causa del pecado, como advirtió el profeta: “…Por eso, porque pecamos contra ti, nos han sobrevenido las maldiciones que nos anunciaste, las cuales están escritas en la Ley de tu siervo Moisés.” (Daniel 9:11).

Las maldiciones producto del pecado son consistentes con el paso de los años y de los siglos, a menos que aquél que peca se arrepienta y volverse de su maldad, caminando de la mano del Señor Jesús. Es real y lo es desde el comienzo de la humanidad (Cf. Génesis 4:10, 11; Romanos 8:18-22)

Quizá usted se pregunta por qué enfrenta una concatenación de momentos difíciles, crisis y adversidad. Pareciera que nada sale bien. “Una racha de mala suerte.”, diría alguien para tratar de explicar lo que está ocurriendo con su existencia y el enorme conflicto por el que atraviesa.

¿Ha pensado que su situación obedece al pecado en el que se encuentra inmerso o que tal vez oculta? Probablemente nadie lo conoce, pero nuestro Padre celestial sí.

Evalúe su crisis actual

Un dicho popular en Latinoamérica señala que “Cosechamos lo que sembramos”. Real. El pecado ha sumido a infinidad de hombres, mujeres, jóvenes y hasta adolescentes en una profunda crisis; lo grave es que los seres humanos están llegando a límites insospechados de insensibilidad, en esa frontera peligrosa de la cauterización de la conciencia que nos lleva a pensar que el pecado no es pecado.

El profeta Oseas denunció hace más de dos mil años: “Cunden, más bien, el perjurio y la mentira. Abundan el robo, el adulterio y el asesinato. ¡Un homicidio sigue a otro! Por tanto, se resecará la tierra, y desfallecerán todos sus habitantes. ¡Morirán las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar!” (Oseas 3:2, 3. Nueva Versión Internacional)

Por su parte Jeremías describe vívidamente la gravedad de las maldiciones que desencadena el pecado: “…Has contaminado la tierra con tus infames prostituciones. Por eso se demoraron las lluvias, y no llegaron los aguaceros de primavera…” (Jeremías 3:2, 3. Nueva Versión Internacional. Cf. Esdras 4.5)

Le sugiero especial cuidado con estos pasajes bíblicos; iría más allá al recomendarle que los lea de nuevo, con mucho detenimiento. Descubrirá que el pecado, tal vez el mismo que usted anida en el corazón y que pocas o ninguna persona conocen, detiene las bendiciones que Dios nos tiene preparadas y abre las puertas a las maldiciones.

Renuncie a las maldiciones

¡Dios lo está llamando a renunciar al pecado y a sobreponerse a una vida signada por las maldiciones! El autor sagrado advirtió, hablando en Nombre del Señor: “Por eso, ¡escuchen, naciones!...Escucha tierra: Traigo sobre esta tierra una desgracia, fruto de sus maquinaciones, porque no prestaron atención a mis palabras, sino que rechazaron mi enseñanza.” (Jeremías 6:18, 19. Nueva Versión Internacional)

No es nuevo. Desde hace siglos el amado padre celestial está abriendo las puertas para que usted comience una nueva vida. Es necesario renunciar al pecado y acogerse al perdón que nos aseguró el Señor Jesús con su sacrificio en la cruz.

El Proceso de ser libres comienza con arrepentirnos y volver nuestra mirada a Dios: “Cuando yo cierre los cielos para que no llueva, o le ordene a la langosta que devore la tierra, o envíe pestes sobre mi pueblo, si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.” (2 Crónicas 7:13, 14. Nueva Versión Internacional)

Es hora de renunciar al pecado. La maldad no puede seguir acunándose en nuestro corazón, como escribió el apóstol Juan: “El que practica el pecado es del biablo, porque el diablo ha estado pecado desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo.” (1 Juan 3:8. Nueva Versión Internacional)

Puedo asegurarle que el curso de su historia puede cambiar. Hoy, ahora, Basta que reconozca el pecado factor desencadenante de los malos momentos que atraviesa, la enfermedad y la ruina.

Es necesario arrepentirnos y volvernos a Dios. Es el paso esencial para romper el mundo de las maldiciones que impiden las preciosas bendiciones que Dios tiene para nosotros, nuestra familia y nuestra tierra.

Si no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador hoy es el día para que tome esa decisión. Podemos asegurarle que si Jesucristo mora en su vida, nada podrá impedir que emprenda el maravilloso proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto anhela. Decídase hoy por Jesucristo. Su vida lo necesita.

Publicado en: Guerra Espiritual


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