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Decídase a continuar firme en la búsqueda de realizaciones familiares

Decídase a continuar firme en la búsqueda de realizaciones familiares

“He venido revisando los proyectos que concebimos junto con mi esposa cuando recién éramos novios. Por ejemplo, queríamos comprar una casa. Pasó el tiempo y esos objetivos se fueron desdibujando.Y los traigo a mi memoria porque creo que perdimos uno de los grandes incentivos para marchar hacia delante como familia. El asunto es que, lo más probable, es que mi esposa no comparta las mismas expectativas…”

M.I.G.D., desde Maracaibo, en Venezuela

Respuesta:

Es natural que recién iniciamos la relación de noviazgo concibamos muchas metas y proyectos que parecen ir desapareciendo con el paso de los años. Y es previsible porque la dinámica del matrimonio, el día a día en las relaciones, e incluso el nacimiento de nuestros hijos, nos lleven a enfocarnos en nuevas iniciativas quizá un poco más ajustadas a nuestra realidad.

Ahora, si hay algo maravilloso cuando emprendemos una relación de pareja, es que juntos concebimos muchos sueños. En las largas horas que pasan los novios conversando articulan planes, se fijan el propósito de no incurrir en los errores en que han caído muchos matrimonios, se planea tener un número determinado de hijos, adquirir una casa y tal vez hasta un vehículo. No obstante el paso de los años pareciera apagar todos estos propósitos.

Una vez nos sentamos con mi esposa a revisar lo que habíamos planeado en el noviazgo y debo admitir que la realidad es muy distinta de cuanto soñamos”, compartió un joven profesional al término de un examen de sus diez años de vida en pareja.

¿Está bien renunciar a todo cuanto soñamos en un comienzo? Por cierto que no a menos que evaluemos que resulta inconveniente. No obstante, si esas iniciativas podrían traernos beneficios a todos en casa, es tiempo de recobrar esos sueños.

Ninguna familia es perfecta. Es una realidad sobre la cual debemos meditar con frecuencia. Todos de una u otra manera tenemos fallas. Pretender un hogar con altos estándares de perfección es un error. Y si persistimos en lograrlo, caeremos en la frustración.

¿Cuál es el paso a seguir? Hacer un alto en el camino y evaluar cómo se encuentra nuestra familia. Es un proceso en apariencia sencillo pero, en la práctica muy complejo, que nos permite identificar qué errores cometemos y en qué aspectos debemos corregir con ayuda de Dios.

El especialista en temas de familia, Stephen R. Covey, recomienda:
“Cualquiera que sea su situación, reviste importancia que no compare a su familia con otras. Y ninguna es con ninguna. Nadie nunca conocerá la realidad de su situación. Muchas personas piensan que las otras familias son perfectas mientras que las de ellos se están desbaratando; en realidad toda familia tiene sus propios desafíos, sus propias piedras y obstáculos que superar. Lo maravilloso es que la visión es más grande que el equipaje. Eso significa que la sensación de que visualizar el futuro, una situación mejor, o un bienestar, es más poderosa que cualquier situación que usted esté enfrentando hoy… Un enunciado de misión familiar puede convertirse en un “destino” único de su familia y los valores que contiene representarán sus lineamientos.”(Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. 1998. Argentina. Pg.20)
Si no somos una familia perfecta y en todas se cometen errores, antes que reñir con nuestro cónyuge e hijos lo que debemos es fijarnos metas y orientar nuestras acciones hacia esa dirección con ayuda de Dios. Por supuesto, los planes de adquirir una casa, un auto, darles estudio a nuestros hijos, financiar unas vacaciones anuales en lugares hermosos y el listado que podemos elaborar, resulta muy extenso. No obstante lo más importante es afianzar nuestra relación familiar. Es una prioridad.

Evaluarnos es esencial. No obstante, debemos hacerlo no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios. Él es quien nos concede la sabiduría para obrar apropiadamente en cada caso particular, como nos enseñó el rey Salomón: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.” (Proverbios 3:5, 6. NTV)

No hay errores de nuestro cónyuge o hijos que no se puedan corregir. Siempre será posible en la medida en que haya diálogo y, sobre todo, que involucremos a Dios para que nos ayude a resolver esas dificultades. Dios transforma el corazón de todo ser humano, nos permite superar problemas en las relaciones interpersonales y nos lleva a experimentar mejoramiento continuo en el hogar.

Si hay buenas relaciones familiares, podremos entrar a revisar después los planes y proyectos del pasado.

Lo que no podemos es dilatar la decisión de evaluarnos. Es un paso que debemos dar hoy. Y en segundo lugar, rendir nuestra relación de familia en manos del Señor Jesús. Él sabe cómo obrar y de qué forma hacerlo en cada situación.

Recobre los sueños que quizá arrumó en el olvido

Hasta tanto tengamos una buena relación familiar, resulta infructuoso embarcarnos en proyectos, sueños y metas ambiciosos. La razón es sencilla: Mientras persisten las dificultades, emprender iniciativas sólo nos llevará a nuevas confrontaciones y de paso, esos esfuerzos concluirán en frustración.

Las primeras metas deben girar alrededor de la relación familiar. Posteriormente otras propuestas irán tomando fortaleza. Es a este aspecto al que se refiere el autor, Stephen R. Covey:
“Específicamente voy a alentarlos para que fijen un “tiempo familiar” especial cada semana que, salvo emergencias o interrupciones inesperadas, no se pueda violar. Ese tiempo familiar será un tiempo para planear, comunicar, enseñar valores y divertirse juntos. Será un factor poderoso que le ayudará junto con su familia y servirá para planear, comunicarse y mantenerse en el camino. También voy a sugerirle que tenga momentos de acercamiento con cada miembro de la familia; momentos en que la agenda por lo general la escribe la otra persona. Si hace estas dos cosas, puedo casi garantizarle que la calidad de su vida familiar mejorará definitivamente.”(Stephen R. Covey. “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas”. Editorial Grijalbo. 1998. Argentina. Pg.26)
Una vez alcanzamos solidez en la familia, podemos entrar a revisar cuál es el destino que queremos para todos. ¿Incluye retomar nuestros viejos sueños? Si es así, ¿podría determinar en dónde y cómo quedaron sumidos en el olvido esos sueños?

En criterio de los especialistas, se requieren tres elementos:

a.- Una visión clara de a dónde quiero llevar a mi familia

b.- Un plan de vuelo que me marque los pasos que debo dar

c.- Una brújula que me indique cuál es la meta en cada caso.

Cuando esos fundamentos mueven nuestra vida en familia, lo más seguro es que no solo alcanzaremos cada uno nuestra realización— nosotros, el cónyuge y nuestros hijos —, sino que además podremos enfocarnos en planes y proyectos para el bien común.

El proceso de resolver problemas y mejorar nuestras actitudes y comportamiento de tal manera que no hieran a la familia, demanda que dialoguemos, que tratemos a los miembros de la familia con respeto, que los escuchemos y que nos dispongamos a colaborar para avanzar en una misma dirección.

Cuando vamos a las Escrituras leemos: “Con sabiduría el Señor fundó la tierra, con entendimiento creó los cielos. Con su conocimiento se abrieron las fuentes profundas de la tierra e hizo que el rocío se asiente bajo el cielo nocturno. Hijo mío, no pierdas de vista el sentido común ni el discernimiento. Aférrate a ellos, porque refrescarán tu alma; son como las joyas de un collar. Te mantienen seguro en tu camino, y tus pies no tropezarán. Puedes irte a dormir sin miedo; te acostarás y dormirás profundamente. No hay por qué temer la calamidad repentina ni la destrucción que viene sobre los perversos, porque el Señor es tu seguridad. Él cuidará que tu pie no caiga en una trampa.” (Proverbios 3:19-26. NTV)

Si acudimos a Dios y le concedemos el primer lugar, Él nos guiará por el camino apropiado para que las relaciones familiares se tornen sólidas y para que los planes y proyectos que emprendamos tengan éxito. Pero un común denominador en todos los casos es que Dios ocupe el primer lugar. Eso es fundamental. Él es la brújula que necesitamos en casa y la fuente de poder para ver materializados nuestros sueños y proyectos. Con su ayuda y podemos somos invencibles.

Si no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador hoy es el día para que tome esa decisión. Puedo asegurarle que no se arrepentirá. El Señor Jesús es quien nos concede la victoria y nos permite alcanzar la relación a nivel personal, espiritual y familiar. Decídase hoy por Jesucristo en su vida y en su familia.

Publicado en: Consejería Familiar


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