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El Discípulo de Jesús enfrenta victoriosamente las tentaciones


(Lección 7 – Nivel 3)

El Discípulo de Jesús enfrenta victoriosamente las tentaciones (Lección 7 – Nivel 3)

Piense por un instante en un abogado joven a quien llamaremos James. Está recién casado y, a decir verdad, ama a su esposa. No obstante, no puede ver pasar una chica porque de inmediato se queda mirándola. Él reconoce que es su mayor tentación.

Leonardo es cajero de un banco, Ha tenido oportunidades de sustraer algún dinero, sobretodo los fines de semana cuando hay inventario. ¿Qué hacer? El interrogante se lo ha formulado una y otra vez porque conoce— a ciencia cierta— que no debe hacerlo así alguien que ama a Dios.

Lucía es una chica joven. Recién casada. No obstante, en la oficina hay un joven apuesto que la pretende. Ella le ha insistido que está comprometida pero él le insiste que pueden ir a “dar una vuelta” cualquier día en la tarde. ¿Cómo ser infiel? Ella concluyó que no lo hará, aunque admite que la tentación es grande.

¿Quién no se ha visto expuesto a la tentación? Sin duda todos los seres humanos. No obstante, cuando comenzamos a caminar de la mano del Señor Jesús el asunto parece complicarse más. Los nuevos creyentes encuentran tropiezos a cada paso. Y comprendemos la razón. El apóstol Pedro lo explica de la siguiente manera: “¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar.” (1 Pedro 5:8. NTV)

Es evidente que el adversario espiritual, Satanás, procura nuestra caída moral que incide directamente en el área espiritual. Si lo logra, la persona cae en dos inclinaciones: De un lado el estancamiento o de otro— el más grave— un revés espiritual.

Tome nota: El enemigo no descansa. Está a la zaga, pendiente, al acecho del más mínimo descuido para tender la red.

El Señor Jesús consciente del enorme peligro que encierra el crecimiento espiritual en el paso a paso diario, nos enseñó a orar pidiendo a Dios fortaleza para vencer. En la oración del Padre nuestro, universalmente conocida, instruye a decirle al Señor: “… y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal…” (Mateo 6:13)

Si la tentación siempre está a la puerta, coincidimos en un hecho: Debemos estar preparados para enfrentarla y salir victoriosos.

¿Quién dijo que debemos seguir esclavos del pecado?

Cuando nos decidimos a seguir las huellas del Señor Jesús entendemos dos elementos fundamentales. El primero, que si Jesús venció la tentación, nosotros — como sus seguidores-, también podemos hacerlo. El segundo, no hay razón para seguir esclavo del pecado.

El apóstol Pablo escribió a los creyentes del primer siglo en Corinto: “… No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados mas de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:12-13)

Esta poderosa declaración sustenta y sirve de basamento al principio de que podemos vencer la tentación porque Cristo está de nuestra parte y nos permite sobreponernos a las trampas del enemigo que procuran llevarnos al pecado, como ya lo advirtió Jesús: “... el ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir.” (Juan 10:10) Ahora, si somos conscientes de ese peligro, nos mantendremos alerta como dicen las Escrituras: “…si supiese el padre de familia a que hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.” (Lucas 12:39)

Uno de los consejos que debemos asumir en nuestra vida es desarrollar intimidad con el Señor Jesús en oración. Él nos permite vencer cualquiera sea la situación que enfrentemos o salir airosos cuando vienen las tentaciones.

El Señor Jesús conoce nuestras tentaciones

Si Jesús en su tránsito terrenal enfrentó las tentaciones y las venció, Él nos lleva a afrontarlas victoriosamente. Es un principio que debemos tener claro en nuestro corazón. Somos vencedores porque el Maestro al que seguimos venció.

El autor de la carta a los Hebreos escribe: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” (Hebreos 2:18) , y un poco más adelante señala: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado...” (Hebreos 4:15-16)

Nuestro amado Salvador Jesucristo sabe lo mucho que sentimos al enfrentar la tentación, y está dispuesto a traer perdón a nuestra vida porque conoce las veces cuando cedimos a la naturaleza carnal.

El adversario espiritual conoce cuáles son nuestras debilidades y crea el escenario para que nos veamos inclinados a satisfacer los deseos. Por ejemplo, Jesús tenía hambre y Satanás lo tentó a cambiar las piedras en panes. No es pecado tener hambre. Pero Satanás le tienta a satisfacer su hambre en una manera equivocada. La tentación es así: apela a un deseo que tenemos, y nos tienta a llenar el deseo en una forma pecaminosa.

Ahora, en nuestro corazón anidamos y acariciamos las tentaciones hasta caer en ella, si dependemos de nuestras fuerzas y no de Cristo, quien nos lleva a la victoria.

El asunto lo explicó con claridad el apóstol Santiago cuando escribió: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da luz la muerte.” (Santiago 1:13-15)

Recuerde: Libramos batallas con nuestra propia naturaleza. Aunque no lo queramos, siempre esa naturaleza se mostrará proclive a la mundanalidad. Si somos conscientes de esa realidad, podremos dar la batalla en Cristo para obtener el triunfo.

¿Por qué caen tantos cristianos? Porque están convencidos de su espiritualidad y no dependen de Cristo. Allí está el error. A ellos les escribió el apóstol Pablo: “…él que piensa estar firme, mire que no caiga…” (2 Corintios 10:12)

La clave entonces es reconocer que quien nos ayuda a vencer el pecado es el Señor Jesús, de quien somos discípulos. Él nos mantiene alerta y advierte cuando hay peligro. Si estamos en intimidad con Él, estaremos sobre aviso y podremos vencer. Dependencia de Cristo, esa es la clave.

¿Qué si ha caído en pecado? El paso esencial es arrepentirnos y confesar a Dios nuestra trasgresión.

En las Escrituras leemos: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas él que los confiesa y se aparta alcanzara misericordia.” (Proverbios 18:13)

Es esencial admitir que hemos fallado y disponernos al cambio. Dios nos perdona porque conoce lo que hay en nuestro corazón. Esa dinámica es la que hace fuerte a un Discípulo. No hay otra…

Decídase hoy a caminar siempre prendido de la mano del Señor Jesús… Él lo hace victorioso…

Tareas para la semana:

Las tareas que ocuparán esta semana mi proceso de Discipulado en el Nivel III son:

a.- Revisaré cuáles son los principales factores de tentación que enfrente y en qué casos específicos, para mantenerme alerta.

b.- Dependeré del Señor Jesucristo en oración, para que me fortalezca y ayude a vencer la tentación cuando toque a mi puerta.

c.- Aprenderé durante mis lecturas diarias de la Biblia, qué enseñan las Escrituras en torno a las tentaciones y de qué manera salir airosos con ayuda de Dios.

Versículo para memorizar durante la semana:

“… No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados mas de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:12-13)

Publicado en: Escuela de Discipulado


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