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¿Qué hacer para que ocurran los milagros?

¿Qué hacer para que ocurran los milagros?

No, no se formó para ser un alto ejecutivo de empresa, ni médico como soñaba su madre, y menos el arquitecto famoso y acaudalado que deseaba su padre que fuera. Por el contrario, desde muy pequeño se dio a la tarea de buscar a Dios.

No faltaba al servicio religioso, que seguía con sumo cuidado, ocultando en lo más profundo de su corazón la admiración que sentía por aquellos ministros. Incluso dejaba volar la imaginación en las noches calurosas y tachonadas de estrellas en el cielo limpio de su pueblo, con el tiempo en el que llegaría a ser profeta.

Y Dios le concedió ese privilegio. Ejerció. Lo hizo con altura, procurando honra y gloria a Su Creador. ¡Tenía en sus manos la oportunidad de servirle y no iba a desperdiciarla!

Una joven robó su corazón— la parte romántica de la historia —, y contrajo matrimonio.

Es un profeta, mujer, ¿qué futuro puede ofrecerte y a tus hijos mañana?— le insistían los familiares y amigos, tratando de disuadirla; pero el amor que le prodigaba a aquél hombre de Dios, pesó más que las mil recomendaciones. Luego vinieron los hijos; un acontecimiento maravilloso que llenó sus vidas de alegría.

Sin embargo y como diría mi abuelo Rogerio: “Nada es para siempre”. Murió el hombre, y con el deceso, las deudas que pesaban sobre sus hombros, en medio de la vida austera que llevó por años. Tristeza, dolor, desolación.

Ahora comprenderá lo complejo de la escena que relata la Biblia: “La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas le suplicó a Eliseo:— Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos. ” (2 Reyes 4:1, Nueva Versión Internacional)

¡Tremendo drama! Las deudas no daban tregua y se encontraba a las puertas de un embargo. Lo único que podrían tomar como prenda eran sus hijos, aquellos en los que la mujer se consolaba y tenía cifradas sus esperanzas.

¿Siendo cristiano ha enfrentado situaciones difíciles en materia de salud, a nivel económico, familiar o incluso ministerial que ameritan el que ocurran milagros? Si es así, entonces el estudio que tiene en sus manos es para usted. Lo invito para que juntos, Biblia en mano, estudiemos y aprendemos unos principios sencillos y prácticos que dinamizarán su vida personal y espiritual.

¿Se cerraron todas las puertas? Recurra a Dios

Nuestro amado Padre celestial se especializa en modificar las circunstancias de tal manera que lo imposible se hace posible, es decir, que los milagros ocurren. No importa que las puertas se hayan cerrado y piense que llegó a un callejón sin salida. ¡Dios quiere manifestarse en su vida con poder! No importa cuán grande parezca el problema.

¿Qué ocurrió en el drama de la viuda? “— ¿Y qué puedo hacer por ti? — le preguntó Eliseo—. Dime, ¿qué tienes en casa? — Su servidora no tiene nada en casa — le respondió— , excepto un poco de aceite.” (2 Reyes 4:2, NVI).

Aun cuando creamos que el camino termino, siempre hay una salida en el Señor. Para Él todo es posible, y lo poco nuestro es muchísimo en sus manos. Ese es el Dios de poder y de gloria en el que hemos creído.

Crea sin cuestionar

Uno de nuestros mayores impedimentos para que se produzcan milagros, es justamente la incredulidad. Cada vez que aplicamos lógica a lo que Dios nos pide, levantamos enormes barreras al mover del Señor en nuestra existencia.

¿A qué viene todo este preámbulo? A las instrucciones que le impartió Eliseo a la viuda: “Eliseo le ordenó:— Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte.” (2 Reyes 4:3, 4, NVI)

¿Qué pretendía hacer Dios? ¿Acaso con un poco de aceite se iba a resolver el problema de las deudas?  Y, ¿cómo podría multiplicarse un poco de aceite? Era ilógico.

Ahora, con la mano en el corazón: ese mismo razonamiento que pudo hacer la viuda, es el mismo— guardadas las proporciones— que nos asalta cuando necesitamos un milagro. Le aplicamos al asunto un ingrediente altamente negativo: la racionalización. Olvidamos que Dios no se mueve en la lógica que nos asiste a usted y a mí, y que además rompe todos los esquemas. Su poder es ilimitado.

Fe es actuar

La fe está íntimamente ligada al dar pasos concretos, es decir, a obrar. Actuar. Dejar de lado el proceso de racionalización, conforme nos arrastra a hacerlo nuestra mente finita. Es necesario abrirle paso a creer. Aunque parece simple, es un proceso bastante complejo.

“En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: «Ya no hay.» En ese momento se acabó el aceite.” (2 Reyes 4:5, 6, NVI)

Cuando ponemos algún manto de duda, se levanta una enorme barrera a la ocurrencia de los milagros. Los hechos portentosos se ven impedidos, no por el Señor sino por la incredulidad que dejamos anidar en el corazón.

No ponga límites al obrar de Dios

Los límites al obrar de Dios no los pone Él sino cada uno de nosotros. ¿Qué hubiese ocurrido si la provisión de vasijas hubiese sido mayor? Sin duda el fluir del aceite habría sido infinito.

A través de algo tan elemental, el amado Padre obró un milagro para la viuda y sus hijos: “La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: «Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos.»” (2 Reyes 4:7, NVI)

Tal vez usted enfrenta una situación difícil. Necesita un milagro, ahora, hoy mismo. Todo cuanto ha intentado resultó en fracaso. Es posible que considere que no hay para usted ninguna oportunidad...

¿Qué hacer? Reconozca con sinceridad que llegó al límite de sus fuerzas y vuelva su mirada a Dios. Él es especialista en milagros. Clame a Él. Persevere. No se de por vencido. El Señor transformará las circunstancias, cualesquiera que fueran, y verá hechos portentosos y maravillas en su existencia, representados en provisión económica, sanidad física y emocional, y modificación en situaciones difíciles que parecían imposibles de resolver… ¡Hoy es el día para su milagro!

Publicado en: Estudios Bíblicos


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