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¿Por qué no recibimos sanidad?

¿Por qué no recibimos sanidad?

La gracia de Dios incluye el que experimentemos sanidad. Es posible no por nuestros esfuerzos y méritos, sino porque somos Sus hijos. Y jamás olvide que, como Padre amoroso, el Señor desea lo mejor para nosotros, nuestro cónyuge e hijos.

Conforme avanza la ciencia, se presenta un hecho paradójico: aumentan las enfermedades. Paraciencia que conocer más acerca del maravilloso funcionamiento de nuestro organismo, no lleva más que ha evidenciar la impotencia para traer sanidad con métodos y fármacos, por novedosos que sean.

Nuestro adversario espiritual, Satanás, es quien más saca ventaja de esta situación que afecta a millares de personas en todo el mundo.  Alienta en las personas, mediante el pecado, que levanten barreras para curarse de sus afecciones.

El autor y conferencista cristiano, John Sheasby, escribió:

“Es claro que, por las palabras y el ministerio del Señor Jesús, que Él consideraba la sanidad no como una opción adicional, sino como el pan de los hijos, es decir, una necesidad básica…Es lamentable ver a tantos cristianos viviendo en enfermedad, dolencias y achaques. Su derecho de nacimiento como hijos del Padre es estar bien.”

Su planteamiento toma fundamento en algo que es real: somos hijos de Dios y, como tales, herederos de las bendiciones que incluyen el ser sanos y vivir plenamente.

La Gracia de Dios también sana  

Cuando aludimos a la gracia de Dios, ponemos de manifiesto todo cuanto ha hecho por nosotros, perdonando nuestro pecado, sanando nuestro mundo interior y abriéndonos las puertas a una vida renovada.

Pero también la gracia incluye el que experimentemos sanidad. Es posible no por nuestros esfuerzos méritos  (Véase Oseas 6: 6; Mateo 9: 13), sino porque somos Sus hijos.

El apóstol Pablo lo explicó en los siguientes términos a los creyentes de Roma:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.” (Romanos 5: 1, 2 | RV 60)
Sin embargo, el enemigo nos vende la idea de que permanecemos enfermos, porque el Señor aún no se agrada de nosotros.

Cinco razones para permanecer enfermos  

Hay varios factores que tienen una directa incidencia en las enfermedades que prevalecen en las personas. Compartimos con usted al menos 5 de ellas.

✅ Considerarnos indignos de la sanidad divina.

✅ Experimentar frustración por no recibir respuesta inmediata a nuestras oraciones.

✅ Escuchar las dudas y escepticismo de las personas que nos rodean.

✅ Considerar que es por nuestro esfuerzo y buenas obras que recibimos sanidad.

✅ Resignarnos a las enfermedades, considerando que son parte del trato de Dios.

Evalúe cuidadosamente estos enunciados.  Si lo asaltan esas inquietudes, es hora de revisar su vida y volver la mirada a Dios pidiendo que lo oriente.

No creer a las mentiras del adversario espiritual  

Permítanos traer nuevamente a colación al autor y conferencista cristiano, John Sheasby, quien escribió:

“No podemos prestarle atención a las mentiras de Satanás cuando pretende colocar sobre nosotros condenación y culpa al tiempo que manipula nuestros sentimientos con una baja autoestima”.

Definitivamente estamos llamados a ser sanos, insistimos, por lo que nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo hizo en la cruz:
“…quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1 Pedro 2:24 | RV 60)
Es un derecho propio, por amor del Supremo Hacedor, del cual debemos apropiarnos para obtener sus beneficios. Recuerde lo que escribió el apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo…” (Efesios 1:3 | RV 60)
El autor no dice que seremos, sino que ya fuimos bendecidos. Si es así, no deberíamos tener expectativas de ser sanos, sino creer que ya tenemos esa sanidad.

Los hijos disfrutan de la herencia del Padre  

Si somos hijos, entonces, herederos de Sus bendiciones.  Es una verdad que debemos atesorar en nuestro corazón.

Escribiendo a los creyentes de Galacia, en Asia Menor, el apóstol Pablo explica:
“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” (Gálatas 4:7| RV 60)
¿Y qué hacer entonces cuando el enemigo pretenda llevarnos al terreno de la desesperanza y la desesperación? Rechazar sus pretensiones y recordarle que, por la obra de Jesús, ya fuimos sanados. El apóstol Santiago, lo explica en los siguientes términos:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4: 7 | RV 60)
Por su parte el apóstol Pedro advierte:
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1 Pedro 5:8-9 | RV 60)
Haga un alto en el camino. Usted fue concebido por Dios para las bendiciones. Tal vez por años ha estado sometido a los engaños de Satanás. Pero cuando usted toma conciencia de la obra redentora de Jesús y de la grandeza de la gracia divina, no tiene sentido que le siga creyendo al adversario. ¡Una razón más que suficiente para disfrutar la sanidad! Decídase hoy por renunciar a toda dolencia y enfermedad.

Tal vez le falta algo...  

Sí… es probable que todavía en su vida falte algo: aceptar a Jesucristo como su único y suficiente Salvador. Él le dará las fuerzas necesarias para cambiar. Con su ayuda, el hombre de hoy quedará en el ayer y verá nacer el hombre renovado, con una forma de pensar y actuar totalmente positiva, llena de fe y de esperanza.

Invitarlo a nuestro corazón es sencillo. Dígale: “Señor Jesucristo, te acepto como mi Señor y Salvador. Entra a mi vida y haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados y ofrecerme una nueva oportunidad. Amén”.

Puedo asegurarle que su existencia no será la misma. Ahora le invito para que asuma el hábito de hablar con Dios cada día mediante la oración, leer la Biblia para entender qué principios de vida nos traza allí y acercarse a la congregación cristiana más próxima a usted.

Publicado en: Estudios Bíblicos


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