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Identifique y renuncie a las maldiciones que afectan su vida y a la familia

Identifique y renuncie a las maldiciones que afectan su vida y a la familia

El pastor, conferencista y autor inglés, Dereck Prince, comparaba  las maldiciones con una enorme mano que se extiende en el tiempo trayendo ruina, enfermedad, dolor y desasosiego a generaciones enteras.

Nos identificamos con él. Familias enteras se han visto afectadas por las puertas que sus antepasados abrieron al ocultismo, por pecados morales o el distanciamiento de Dios. No solo ellos vivieron las consecuencias, sino también sus hijos, nietos, biznietos y tataranietos.

La Biblia advierte que el pecado de la idolatría desplaza a Dios y serias acarrea consecuencias fatales (Éxodo 20:3-5).

Hasta tanto identifiquemos el tipo de maldiciones a las que hacemos frente, y renunciemos a ellas, enfrentaremos sus secuelas. Y no podemos seguir como hasta ahora, dejando que nos afecten lo mismo que a nuestro entorno familiar.

Un asunto de importancia

Las Escrituras mencionan las maldiciones en 230 pasajes, pero de la mano con ese registro, es importante tomar nota de las 410 ocasiones en las cuales la Palabra de Dios alude a las bendiciones.

¿Cómo identificamos que nuestra familia se está viendo golpeada por las maldiciones? Hay por lo menos siete distintivos:
  • Problemas mentales, emocionales, depresión, angustia y luchas internas con el desasosiego.
  • Enfermedades repetitivas o crónicas (úlceras, diabetes, glaucoma, artritis etc.).
  • Esterilidad o abortos inexplicables.
  • Matrimonios disfuncionales.
  • Crisis económica.
  • Suicidios y muertes prematuras o inexplicables en la historia familiar.
Si tras hacer un examen, descubrimos que este fenómeno se presenta en nuestra historia familiar, es hora de renunciar a las maldiciones.

Cabe aclarar aquí que, así como hay maldiciones generacionales, también se produce como consecuencia de las palabras necias que pronunciamos (“Estoy muy enfermo”, “Quizá sufriré de cáncer como mi padre”, “Nací para ser un fracasado”).

Igual, hay que renunciar a los resultados nefastos derivados de nuestra necedad al hablar.

Fidelidad a Dios para vencer

La diferencia entre que nos vaya bien y caminemos en victoria, o que enfrentemos la ruina, problemas familiares y enfermedades, radica en nuestra dependencia de Dios y la conciencia de quiénes somos en Cristo Jesús (2 Corintios 4.17, 18).

Recuerde lo que enseñan las Escrituras:

“Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa.” (Proverbios 26:2)

Un paso fundamental para vencer, así hayan proferido maldiciones en contra nuestra, las hayamos heredado o sean auto impuestas por la necedad al hablar, estriba en la fidelidad a Dios y sus mandamientos.

Él lo enseñó a través del profeta Moisés:

"Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra." (Éxodo 19:5)

Observe que absolutamente nada impedirá que experimentemos bendiciones. La tierra es de Dios. Y todo cuanto hay en ella nos pertenece.

Renunciar a las maldiciones

Cuando nuestro amado Dios nos permite identificar en oración cuáles son las maldiciones a las que hacemos frente, es necesario que renunciemos a ellas. Lo hacemos en oración.

Rendimos a Sus pies nuestra vida y declaramos que, siendo hijos de Él, nada malo podrá alcanzarnos.

Una vez lo hacemos, el segundo paso es reconocerlo en todos nuestros caminos, andando en Sus enseñanzas. Tenga presente que las bendiciones de Dios se alcanzan cuando caminamos en Su voluntad (Éxodo 19:5, Deuteronomio 28:1, 2 y 15)

Nuestro amado Salvador Jesucristo enseñó:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen...” (Juan 10:27)

En el texto hay cuatro elementos que le invitamos a considerar:
  • Cada quien determina si es oveja del Maestro.
  • Dios reconoce cuáles son sus auténticas ovejas.
  • Las ovejas desarrollan en oración la sensibilidad necesaria para escuchar la voz de Dios.
  • Las ovejas siguen al Maestro.
Reviste singular importancia que nos prendamos de la mano de Jesús para derribar cualquier maldición, renunciar a sus consecuencias y encaminarnos hacia la victoria.

Es cierto, muchas personas sienten que es difícil. Sin embargo, cuando somos creyentes en Jesús, sabemos que si algo hay seguro, es la victoria. El mundo espiritual de maldad no nos puede vencer.

Ligado a esto, se encuentra el propósito eterno de Dios orientado a que estemos por encima de las derrotas, la ruina y las maldiciones que gobiernan a los demás (Deuteronomio 28:13)

Tres maldiciones comunes a las que debemos renunciar

Cuando escuchamos a las personas que enfrentan maldiciones, encontramos un común denominador en su problemática.

Sobre esa base, es necesario renunciar a:
  • Las maldiciones de enfermedad, cualquiera sea su manifestación.
  • Las maldiciones de matrimonios disfuncionales (Deuteronomio 28:41, Malaquías 4:5-6)
  • Las maldiciones que traen ruina económica que impiden la prosperidad (Deuteronomio 28:17, 29, 47, 48)
Es posible no solo renunciar a las maldiciones, sino romperlas.

Tenga en cuenta la enseñanza del apóstol Pablo a los corintios:

“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra… ” (2 Corintios 9:8)

Decídase hoy a vivir en victoria. ¿De qué manera? Cuando renunciamos a las maldiciones y emprendemos la maravillosa experiencia de crecimiento personal y espiritual tomados de la mano del Señor Jesucristo.

Si aún no lo ha recibido en su corazón como su único y suficiente Salvador, es hora de que lo haga.

Publicado en: Guerra Espiritual


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