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Si no hablo en lenguas, ¿mora en mí el Espíritu Santo?

Si no hablo en lenguas, ¿mora en mí el Espíritu Santo?

“Deseo que, por favor, hagan un poco más énfasis en el asunto de hablar en lenguas y su importancia en la iglesia cristiana hoy día. Me congrego en una iglesia en la que no se habla en lenguas aunque sí se cree en el Espíritu Santo. Yo deseo saber más, y también, ¿por qué mi pastor dice que quien es bautizado por el Espíritu Santo debe hablar en lenguas? ¿Qué ocurre si no hablo en lenguas? ¿Acaso no he sido bautizado por el Espíritu Santo?

M.M.L., desde Montevideo, Uruguay

Respuesta:

La inquietud sobre hablar en lenguas, asaltó a los creyentes cristianos del primer siglo. No es algo nuevo. Es más, de la sorpresa que causó el que muchos hablaran en lenguas como lo describe Hechos 2, se pasó a la etapa en la que era una manifestación muy común entre los creyentes del primer siglo y los tiempos posteriores.

Para despejar sus inquietudes, el apóstol Pablo desarrolló una extensa enseñanza que encontramos, entre otros textos, en el capítulo 14 de la primera carta a los Corintios. De ese pasaje, permítame resaltar algunos versículos: “El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza, edifica a la iglesia. Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran. El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que éste también interprete, para que la iglesia reciba edificación” (1 Corintios 14:4, 5. Nueva Versión Internacional).

¿En qué momento se manifestó este don del Espíritu Santo en la Iglesia? Cuando estaban reunidos en Jerusalén, tal como lo relata el segundo capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles.

De acuerdo con las Escrituras, cuando oramos en lenguas el creyente se abre al mover del Espíritu Santo  y Él intercede a través de nosotros (Efesios 6:18, Judas 20).

Hay quienes, bajo el poder del Espíritu Santo oran en lenguas y quienes, sin hablar en lenguas, elevan sus oraciones bajo el influjo poderoso de esa atmósfera espiritual que no se puede describir con palabras.

Hablar en lenguas, ¿única señal de la presencia del Espíritu Santo?

Aquí es importante despejar un interrogante que me formulan con frecuencia: ¿En qué momento una persona recibe el Espíritu Santo? Para tener una respuesta acertada debemos regresar a las páginas de la Biblia: el apóstol Pablo explica que somos sellados con el Espíritu Santo en el momento en que aceptamos al Señor Jesús como Salvador personal (Efesios 1:13; 2 Corintios 1:21, 22; 1 Juan 2:27).

Sobre esta base tenemos en nosotros la presencia de Dios y sin excepción, todos podemos hablar en lenguas. Esta manifestación de la presencia de Dios la hallamos en varios pasajes de Nuevo Testamento Hechos 2:4; 10:44-46 y alusiones específicas en 1 Corintios 12:30; 13:1 y 14:18.

¿Qué decir entonces de la corriente cristiana pentecostal según la cual si no alguien no habla en lenguas no está sellado con el Espíritu Santo?

Aunque no deseo entrar en polémicas y yo mismo soy confeso evangélico pentecostal, creo que afirmar el hecho de que quien no hable públicamente en lenguas no tiene el Espíritu, es temerario y, como acabamos de apreciar en las Escrituras, antibíblico en sus afirmaciones.

La afamada sirva de Dios, Kathryn Kuhlman, escribió:
“La evidencia más grande de que uno está lleno del Espíritu Santo, la mayor evidencia que hay, no es propiamente el hablar en lenguas—así se trate de una experiencia maravillosa--, sino la manifestación del poder en la vida del creyente. Usted puede hablar en lenguas cada hora, pero mi amigo, si su vida no se eleva a la altura del poder del Espíritu Santo, entonces yo no creo que vale mucho su experiencia de hablar en lenguas.” (Kathryn Kuhlman. “Una vislumbre de su gloria”. Editorial Carisma. 2006. EE.UU.Pg. 34)
Ahora, cuando alguien habla en lenguas en la congregación, lo ideal es que haya quien interprete, tal como lo manifiesta el apóstol Pablo: “Por esta razón, el que habla en lenguas pida en oración el don de interpretar lo que diga” (1 Corintios 14:13. Nueva Versión Internacional), y también: “¿Tienen todos los dones para sanar enfermos?¿Hablan todos en lenguas?¿Acaso interpretan todos? Ustedes, por su parte, ambicionen los mejores dones” (1 Corintios 12:30. Nueva Versión Internacional).

En todos los casos es necesario insistir en que el Espíritu Santo reparte dones en cada quien conforme Él quiere. Así ocurrió en el aposento alto: “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (hechos 2:4. Nueva Versión Internacional).

No podemos confundir dos conceptos totalmente diferentes: hablar en lenguas y la profecía.  Hablar en lenguas es un don, y profecía también. Los dos provienen del Espíritu Santo. Sin embargo son diferentes en su aplicación.

Para despejar el asunto es necesario recordar que profetizar era una manifestación común entre los primeros cristianos (1 Corintios 13:9).

Evaluar la experiencia de hablar en lenguas

Ahora bien, fue el mismo Pablo quien advirtió a los creyentes sobre la importancia de que se analizaran todas las cosas, con sumo cuidado (1 Tesalonicenses 5:20, 21). ¡Qué bien caería el que muchas denominaciones aplicaran este principio hoy día! Personalmente me sorprendo de que hay mucho énfasis en los “profetas”, su ministerio, el andar profético, la oración profética, la revelación profética y la iglesia está dejando de lado su esencia: proclamar a Cristo Jesús como Señor y Salvador.

¿Cuál es el propósito de la profecía? La respuesta la hallamos en 1 Corintios 14:3 “En cambio, el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos”.

Concluyo con una ilustración práctica: recién me convertí a Cristo, en 1991 después de una profunda crisis emocional, comencé a asistir a la iglesia pentecostal en la que dicho sea de paso, fui bautizado. Ocurrió en Santiago de Cali.

Mi pastor insistía: “Si no hablas en lenguas públicamente, no estás sellado por el Espíritu Santo”. Me esforcé por hablar en lenguas, pero no podía. No en mis fuerzas. Un domingo que me preparaba para ir a la iglesia, en la tarde, decía a Dios en oración “Señor, deseo que me permitan glorificarte en lenguas”. Inmediatamente hablé en lenguas. Fue algo glorioso. Se lo dije al pastor apenas llegué al culto. ¿Y sabe qué ocurrió? Que su respuesta me desconcertó. “Si no hablas en lenguas, aquí en la iglesia, no podemos certificar que fue así”. ¿Sabe qué generó esa situación en mí? Una enorme frustración.

Sigo siendo pentecostal, con una diferencia: tengo claro que si alguien no habla en lenguas no es identificación de que no tiene el Espíritu Santo porque se recibe el Espíritu Santo cuando creemos en el Señor Jesús como Salvador. La Presencia del Espíritu Santo en nuestra vida se evidencia por los hechos. Ese es el mayor distintivo.

Publicado en: Consejería Familiar


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