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Renuncie a la carga del rencor para ser libre de ataduras espirituales

Renuncie a la carga del rencor para ser libre de ataduras espirituales

Irma Lucía no podía ser libre. Le ministramos por espacio de varios días. Una vez terminábamos de orar, junto con mi esposa, la anciana parecía tranquila y hasta decía: “Ya se fue”. Horas después, una nueva llamada telefónica. Estaba bajo la misma posesión. Los demonios la atormentaban y le causaban dolencias de salud.

Solo hasta que comprendió que la raíz de sus males era el odio que sentía hacia su yerno, y decidió perdonarlo, pudo ser libre. ¡Jesucristo rompió sus cadenas!

A Martín su pasado lo atormentaba. Sentía que no podía romper las ataduras. Esa situación le traía infelicidad. En varias ocasiones se le ministró. No encontrábamos la razón de que permaneciera igual. Volvía a la misma situación calamitosa de siempre.

Un diálogo concienzudo permitió descubrir que odiaba a su padre por el mal trato que le había prodigado en la niñez. Reconoció su error. Lo perdonó. Ese fue el paso inicial para que Jesucristo lo hiciera libre.

Dos casos aislados pero un común denominador: las cargas del odio y el resentimiento. Las llevaron por años y abrieron puertas a satanás, quien por naturaleza odia y destruye (Cf. Juan 10:10)

Esas cargas tienen sus consecuencias. El enemigo espiritual lo sabe, y se aprovecha de la situación.

Las cargas que arrastran las personas

Infinidad de personas van a la iglesia y se podría decir que son buenos cristianos. Su testimonio parece intachable. No obstante, aseguran que enfrentan pesadez y dificultades para su crecimiento personal y espiritual.

Cuando profundizamos, generalmente encontramos que en sus corazones hay falta de perdón. Algo ocurrió en sus vidas que les llevó a anidar, voluntariamente, resentimiento y odio. Consideran que perdonar es difícil y asumen sobre sus hombros esa pesada carga.

El rencor es una de las armas preferidas de satanás. Ha sido así por siglos. Esa fue la razón por la que nuestro amado Salvador, Jesucristo, nos mandó:

“Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale que se lleve también tu camisa.” (Lucas 6:27-29)

Esa instrucción tenía y sigue teniendo por los siglos, un poder que desata. Es una enseñanza que rompe las ataduras. Si perdonamos, liberamos a otras personas pero, al mismo tiempo, somos libres.

Es entonces cuando se hace real ese proceso sencillo pero eficaz que nuestro Señor Jesús nos transmitió en el Evangelio:

“«Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana».” (Mateo 11:28-30)

Cuando sentimos algo contra alguien, estamos llevando una pesada carga que al único a quien favorece es a satanás. Él nos alienta a seguir odiando para tener derecho legal a atormentarnos.

El perdón desbarata las cadenas

El paso para ser liberados de las ataduras espirituales, es el perdón. Al menos, para quienes odian y experimentan falta de perdón, es uno de los pasos más importantes.

Cuando alguien pide a Jesucristo la fortaleza para perdonar, lleva a la práctica la enseñanza que Dios nos transmitió a través del salmista:

“Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan.” (Salmos 55:22)

En el ministerio cristiano que el Señor Jesús nos ha permitido desarrollar, encuentro que una persona a quien se le va a ministrar liberación, debe ser consciente de su pasado, hacer un cuidadoso auto examen y, en el proceso, perdonar a quienes le han causado dolor. Eso resulta eficaz. Las ataduras demoníacas se rompen con facilidad.

Quizá usted mismo está bajo las prisiones del rencor y la falta de perdón. Renuncie a esas cadenas hoy en oración. Hágalo delante del Señor Jesús. Si considera que le resulta muy complejo perdonar, pídale a Jesucristo la fortaleza para hacerlo. Puedo asegurarle que Él le permitirá avanzar, y salir vencedor.

Si aún no ha recibido en su corazón al Señor Jesús, es el día para que tome la decisión. Abrirle el corazón a Jesucristo nos permite experimentar libertad, perdón de pecados, y el cambio y crecimiento que tanto hemos anhelado a nivel personal, espiritual y familiar. Decídase por Jesucristo ahora…

Publicado en: Guerra Espiritual


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