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Que su fe en Dios crezca cada día


(Lección 12 – Nivel 4)

Que su fe en Dios crezca cada día (Lección 12 – Nivel 4)

El padre dio vueltas con preocupación en la amplia estancia. Su esposa lo miró con la tranquilidad de quien está acostumbrado a escenas similares. Afuera varios centinelas esperaban la más mínima indicación para cumplir sus órdenes.

— ¿Y dices que el médico no da esperanzas?— la interrogó de nuevo. Era la quinta vez que preguntaba lo mismo, como si al hacerlo otra vez esperara una respuesta diferente.

La mujer asintió con la cabeza. Sinceramente no encontrar sentido a repetir lo mismo.

Siguió yendo y viniendo mientras frotaba sus manos unas contra la otra, como si ese acto de nerviosismo pudiera abrirle un sendero en el tortuoso desierto que estaba caminando.

En criterio del especialista de Capernaúm, no había remedio. Así las cosas, su hijo moriría.

Abrió la puerta con decisión. En cama permanecía el muchacho, gravemente enfermo. Fue en ese momento que escuchó hablar de Jesús. Estaba de paso por la ciudad. Las multitudes iban tras él. Preguntó en donde se encontraba. No consultó con nadie lo que iba a hacer. Simplemente buscó la ayuda del Maestro.

Apenas lo vio, hizo una señal de reverencia. En otras ocasiones había escuchado hablar de Jesús pero estar frente a él era otro asunto. Todo su ser se estremecía. Y sin mucha diplomacia le pidió un milagro para su chico.

“Jesús le dijo: — Ustedes no creerán si no ven señales milagrosas y maravillas. El oficial del rey le dijo: — Señor, venga rápido antes de que mi hijo muera. El Señor Jesús le dijo: — Vete a casa, tu hijo vivirá. El hombre creyó lo que Jesús le dijo y se fue a casa. Camino a casa se encontró con sus siervos, quienes le contaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había mejorado, y ellos le dijeron: — La fiebre le bajó ayer a la una de la tarde. El papá se dio cuenta de que fue a la misma hora en la que Jesús le dijo: <>. Él y todos los de su casa creyeron”. (Juan 4: 43-54. Santa Biblia, la Palabra de Dios para todos).

Cuando involucramos al Señor Jesús en nuestra vida, en nuestra familia, trabajo o en cualquier cosa que hagamos, todo cambia. Lo imposible se hace posible.

Un milagro puede ocurrir hoy

Es interesante la actitud del oficial. No tuvo muchos reparos. Simplemente acogió la instrucción del Señor Jesús: “Vete a tu casa”. Y fue camino a casa que comprobó que el Dios de poder en el que había creído, es un Dios de milagros.

Usted también puede recibir una manifestación gloriosa del Señor en su vida o en la de un ser querido. Observe que el oficial romano dio varios pasos.

1.- Reconoció que humanamente no podía resolver su problema ni el de su hijo gravemente enfermo.

2.- Se despojó de su orgullo y fue a la presencia del Señor Jesús a implorar su ayuda.

3.- Creyó a la palabra del Señor Jesús.

Pudo haber dudado, pero no lo hizo. Puso en práctica su fe. Igual con usted. Debe reconocer que la fe no es estática sino dinámica, es decir, se pone en acción.

Dispóngase para un milagro

¡Hoy es el día para su milagro! Baste que abandone toda sombra de incredulidad y se mueva bajo la convicción de que Jesucristo marcará la diferencia en su existencia, con un hecho inexplicable para la ciencia y el raciocinio humano.

El primer paso que damos, camino hacia los milagros, es la oración. Clamamos al Señor en la certeza de que responderá.

¿Lo ha intentado alguna vez? Estaba enfermo o alguien cercano o tal vez una situación difícil de modificar y no sabía qué camino tomar. Entonces decidió orar… ¿O qué hizo en una situación así?
El teólogo y escritor argentino, Pablo Deiros, aborda el asunto de la siguiente manera: “… en mi experiencia personal, la oración intercesora fue uno de los elementos más importantes para poder actuar en un nuevo nivel de fe. Yo creía firmemente que no solo nuestras oraciones eran contestadas, sino que también podía entrar en los corredores espirituales, donde se experimenta el poder y la obra del Espíritu Santo para desde allí aplicar la Palabra de Dios, en el corazón de las vidas en necesidad.” (Pablo Deiros citado en el libro “Manantiales de Avivamiento”. Editorial Betania. 1998. EE.UU. Pg. 64)
Quien ora puede tener el convencimiento de que los cambios se producirán; que desde el mundo físico impactamos la dimensión espiritual.

Recuerde los pasos que observamos en el centurión romano. En usted ese mover en fe también rendirá los mejores resultados...

Y si no ha rendido su vida a Jesucristo, hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que no se arrepentirá porque cuando Cristo entra en nuestra vida, experimentamos cambios y crecimiento a nivel personal, espiritual y familiar, como siempre lo hemos anhelado. ¡Decídase hoy por Jesucristo!

Cuestionario para la profundización de la Lección 12:

Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su libreta de apuntes, por favor, anote las respuestas:

a.- ¿Qué enseñanza trae a su vida el pasaje de Juan 4:43-54?

b.- ¿Recuerda los tres pasos que dio el oficial del rey, de acuerdo con la Escritura?

c.- ¿Cuál fue la actitud del centurión romano ante una situación que humanamente no podía resolver?

d.- ¿Cuál es su actitud cuando enfrenta un problema grande o tal vez una enfermedad?

e.- ¿Qué lugar ocupa la oración cuando procura resolver una situación difícil?

f.- ¿Persevera en oración cuando está pidiendo un milagro?

g.- ¿Recuerda alguna vez en la que perseveró hasta que el milagro ocurrió?

Publicado en: Escuela de Oración


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