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Permita que la sangre de Cristo rompa sus ataduras al ocultismo

Permita que la sangre de Cristo rompa sus ataduras al ocultismo

Patricia es una joven ama de casa a quien conocí en durante una serie de conferencias sobre guerra espiritual. Al comienzo miraba a todos y a su entorno, con desconfianza; incluso, no respondía bien a las exposiciones que estaba haciendo con base en las Escrituras sobre la existencia del reino de las tinieblas. Se limitaba a mirarme con un dejo de incredulidad.

Al tercer día del seminario se me acercó. Dijo que deseaba saber más. Ella estaba involucrada en el ocultismo. Era practicante de la santería. “Sé que cuanto hago está mal a los ojos de Dios, pero temo salirme de esta religión”, admitió.

Tras varios viajes a Cuba, Haití y Miami, en los Estados Unidos, había llegado a los niveles más altos de estas prácticas. “He conseguido dinero con mucha facilidad, pero también lo he perdido con rapidez cuando no he sido fiel a estos demonios”, me dijo.

Su temor se fundamentaba en que, inexplicablemente, otras personas que eran santeras en su círculo de amistades, habían muerto. Sus decesos se produjeron días después de anunciar su retiro como santeros.

Junto con mi esposa acordamos una cita para orar por ella y ministrarle. Nos quedamos esperando… Jamás acudió a la oficina.

Una práctica ocultista

Aun cuando la santería está muy difundida en varios países, e incluso busca un revestimiento de “religiosidad” con imágenes del catolicismo, es una religión ocultista que incluye invocación a antepasados muertos, sacrificio de animales y prácticas adivinatorias.

La santería tiene sus orígenes en África, en donde se le conocía como Ocha. Literalmente quiere decir la “adoración de santos”.  Se conoce también en Cuba como la religión de Lucumí y la Regla de Ocha (Regla de Santo), mientras que en Brasil el mismo fenómeno lleva el nombre Candomblé.

Algunos estudios arqueológicos aseguran que esta práctica proviene de Egipto y el territorio que se conoce hoy como Nigeria. Data desde el siglo VI d.C. Su llegada al Caribe se produjo en Puerto Rico, entre 1945 y 1950.

Esta seudo-religión involucra mucho dinero. El iniciado tiene que pagar por su iniciación alrededor de $3,500 o más. Si no tiene el dinero, no se le hace el santo. Algunos se ven obligados a hacer préstamos para costear la iniciación.

Muchos de los santeros utilizan sus conocimientos para la práctica de la magia negra. Otros invocan a los muertos, de quienes aseguran, obtienen valiosa información.

Vertimiento de sangre

Cuando se trata de santería, el sacrificio de animales es fundamental, principalmente en el culto a los orichas. Se supone que ellos piden y agradecen este alimento. Para garantizar su eficacia hay que ceñirse a la tradición y a la técnica del sacrificio.

De acuerdo con la tradición, cada divinidad tiene sus sacrificios favoritos que sirven de alimento para el oricha, pues no es un ser todopoderoso. El sacrificio le brinda la energía cósmica vital (ashé).

Un oricha puede tener preferencia para el chivo, el carnero, el cerdo, el pez, la oveja o la tortuga mientras que a otro le gustan las aves tales como las gallinas blancas o negras, las palomas, los pollos, el gallo, la guinea, el codorniz, el ganso, el pavo o los patos. Además hay ofrendas que no envuelven la sangre tales como la miel, la fruta o el vegetal como el frijol negro cocido y el arroz.

Debido a que esta religión involucra sacrificio de animales y vertimiento de sangre, consideramos que es ocultista, y en grado sumo.

El sacrificio de animales en la Biblia

Cuando vamos a las Escrituras, encontramos registro de sacrificios. Le invitamos a examinar la siguiente declaración de Dios en el libro del Levítico:

``Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación.” (Levítico 17:11; 1:5;  | La Biblia de Las Américas)

Una vez tenemos clara la importancia de la sangre, permítame compartir con usted una explicación que hace la autora cristiana, Doris M. Wagner, sobre las implicaciones que tiene el vertimiento de sangre:
“…un sacrificio, especialmente aquél que involucra sangre, produce un pacto que es un contrato espiritual con Dios, o en el caso del ocultismo, con los demonios. Puesto que un pacto con Dios es un acuerdo santo, un pacto con los demonios produce un acuerdo impío; diría además que en ambos casos ocurre un compromiso de comunicación de dos vías. Los sacrificios son transacciones espirituales serias entre seres humanos y el reino de las tinieblas o el reino de la luz.” (Doris M. Wagner. “Cómo echar fuera demonios”. Editorial Betania. 2001. EE.UU. Pg. 28)
Desde la fundación del mundo, nuestro amado Dios, había advertido: “Pero carne con su vida, es decir, con su sangre, no comeréis.” (Génesis 9:4 | LBdLA)

De hecho, quien trasgrediera este principio, se haría acreedor a maldiciones, principio que prima hoy en nuestro tiempo si nos atenemos a la vigencia de la Palabra de Dios:

“Porque en cuanto a la vida de toda carne, su sangre es su vida. Por tanto, dije a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la coma será exterminado.” (Levítico 17:14| LBdLA)

Estas prácticas que involucran el derramamiento de sangre, son en esencia un pacto con lo oculto, con satanás.

Los engaños de los demonios

Usted se sorprendería de la infinidad de personas involucradas en el ocultismo, específicamente en seudo-religiones como la santería.

Hombres y mujeres se tornan en sus practicantes en procura de dinero, reconocimiento social, por ir tras la persona amada  y muchas otras aparentes razones. Sólo caen en la cuenta de aquello en lo que se involucraron, cuando están cayendo en una espiral sin fondo.

Detrás del atractivo que generan, está el engaño del mundo de las tinieblas que lidera satanás. Sobre el particular, la autora cristiana, Doris M. Wagner, advierte que son muy hábiles para entrar en una persona:
“Los demonios sacan ventaja de muchas cosas que producen graves heridas o traumas en la personas y esto es a lo que se adhieren. Siempre hay una razón para que estén presentes. Es a lo que llamo puerta de entrada  a los demonios, mientras que otros la llaman “puntos de apoyo”, “fortaleza” o “raíz”. (Doris M. Wagner. “Cómo echar fuera demonios”. Editorial Betania. 2001. EE.UU. Pg. 50)
Patricia, cuya historia les referí al comienzo, es una de las tantas personas atadas y temerosas de salir de la red en que están atrapadas. Pero, ¿cómo romper las redes?

Jesucristo nos hizo libres

Jesucristo es el único que trae libertad. Murió en la cruz para que nuestras cadenas se rompieran.

El apóstol Pablo escribe sobre la obra redentora de Jesús: “En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7; Colosenses 1:14, 20 | LBdLA). El apóstol Juan por su parte, anota: "El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero." (1 Juan 2:2 | LBdLA)

Si por alguna razón usted hizo algún pacto de sangre o está involucrado con el ocultismo, hoy es el día para desatarse.

Renuncie en oración a todo compromiso con satanás y sus huestes, y declare que sólo Jesucristo es el Señor de su vida y de su familia. Declare sin poder las maldiciones que se recayeron en usted por participar de las obras ocultas de maldad. Hágalo con fe. Las cadenas se romperán.

Recuerde al apóstol Juan cuando escribe:

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz, de aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:4-6| LBdLA)

Permítame enfatizar en algo: “Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre”. La preciosa sangre del Hijo de Dios nos hizo libres.

Tenga presente, además, que un cristiano que mantiene una relación íntima con Dios y en santidad, no debe temer la posesión demoníaca. Quien anda en pecado, llamándose cristiano, abre puertas no a la posesión pero sí al asedio demoníaco.

Por último, deseo invitarle para que reciba a Jesucristo  como su Señor y Salvador. Él traerá libertad a su vida, pero también, crecimiento personal, espiritual y familiar. Hoy es el día para ser libres en Cristo y comenzar una nueva vida.

Publicado en: Guerra Espiritual


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