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Orar a Dios constituye una decisión en la que debemos perseverar


(Conclusión – Nivel 3)

Orar a Dios constituye una decisión en la que debemos perseverar (Conclusión – Nivel 3)

Hay una anécdota que no me canso de compartir. ¿Cómo logramos que muchas personas al llegar al templo no se enfrascaran en conversaciones triviales sino en doblar rodilla y orar?

Al comienzo no fue fácil. Lo dijimos de muchas maneras desde el púlpito. El panorama cambió cuando yo mismo lo hice. El domingo siguiente otro líder, y luego otro más. Hoy día es frecuente, si visita nuestra congregación, ver a varias personas arrodilladas en diálogo con Dios el Padre antes de comenzar el servicio dominical.

A orar aprendemos orando, pero llevar a otras personas a desarrollar una vida de intimidad con Dios a través de la oración, sin duda los guiamos con nuestro ejemplo.

Tengo sobre el escritorio mi viejo ejemplar de la Biblia. Específicamente leo los dos primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles.

A partir de estos pasajes aprendemos varios fundamentos que nos conviene tener en cuenta:

1.- Los discípulos permanecieron unidos.

Tras la resurrección del Señor Jesús, los discípulos se mantuvieron unidos en Jerusalén. Guardaban las enseñanzas del Maestro y encontraron— sin duda— que una vía de acercamiento al Padre era la oración.

El pasaje bíblico indica que: “Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: “«No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes. Juan bautizaba con agua, pero en unos cuantos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo».” (Hechos 1:3-5. NTV)

Llegar a nuevos niveles en la relación con Dios es posible, pero lograrlo parte de un principio: Relacionarnos con Él. Lo hacemos al apartar tiempo para orar.

2.- Los discípulos perseveraban en oración

Cuando el Señor Jesús ascendió al cielo, los discípulos nuevamente se reunieron en Jerusalén. Dice el relator Lucas que: “Después los apóstoles regresaron del monte de los Olivos a Jerusalén, a un kilómetro de distancia. Cuando llegaron, subieron a la habitación de la planta alta de la casa donde se hospedaban.Estos son los nombres de los que estaban presentes: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago (hijo de Alfeo), Simón (el zelote) y Judas (hijo de Santiago). Todos se reunían y estaban constantemente unidos en oración junto con María la madre de Jesús, varias mujeres más y los hermanos de Jesús.” (Hechos 1: 12-14. NTV)

Es evidente que la oración desencadena el poder de Dios y si lo hacemos en comunidad, grandes cosas suceden. El crecimiento exponencial de la iglesia en el primer siglo se debió, sin duda, a que eran un grupo de creyentes con un común denominador: Oraban constantemente.

3.- El número de creyentes en oración crecía

Con frecuencia escucho a líderes preguntarse cómo lograr el crecimiento de sus comunidades. La respuesta es sencilla: A través de la oración. Las grandes batallas se libran cuando oramos, los milagros ocurren cuando oramos y, si deseamos el crecimiento de la congregación o del ministerio que desarrollamos es necesario orar. La oración, entonces, es un eje transversal a todo cuanto hacemos.

El texto bíblico nos indica que “Durante aquellos días, cuando aproximadamente ciento veinte creyentes estaban juntos en un mismo lugar… ” (Hechos 1:15. NTV)

En la cruz eran pocos los que le acompañaban. Pero los seguidores del Señor Jesús crecieron y terminaron multiplicándose. Orar produce resultados. Nos fortalece y lleva a nuevos niveles siempre.

4.- Tomaban decisiones en oración

Llegó la hora de reemplazar a Judas. ¿Y qué hicieron los discípulos? Oraron a Dios, y después escogieron: “Así que propusieron a dos hombres: a José — a quien llamaban Barsabás (también conocido como Justo)— y a Matías. Después todos ellos oraron: «Oh Señor, tú conoces cada corazón. Muéstranos a cuál de estos hombres has elegido 25como apóstol para que tome el lugar de Judas en este ministerio, porque él nos ha abandonado y se ha ido al lugar que le corresponde».Entonces echaron suertes, y Matías fue elegido para ser apóstol con los otros once.” (Hechos 1: 23-26. NTV)

Si nuestras decisiones estuvieran guiadas por Dios, cometeríamos menos errores, y esa orientación divina la obtenemos al pedir su intervención al orar cada mañana, durante las actividades del trabajo o quizá, cuando terminan nuestras jornadas. Orar en todo tiempo, esa es la clave.

5.- Si disponemos el corazón para Dios, Él obra poderosamente

Quizá se haya preguntado: ¿En quiénes se mueve el poder de Dios? Y la respuesta es sencilla: Entre aquellos que oran y desarrollan intimidad con Él.

Al leer el segundo capítulo de los Hechos encontramos que: “El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad.” (Hechos 2:1-4. NTV)

No conozco el primer creyente en Jesús que desee el estancamiento espiritual; todos en conjunto anhelan el crecimiento permanente, dinámico. Lograrlo es posible cuando la oración se convierte más que en un hábito diario, en un anhelo y en el fundamento para tener una estrecha relación con Dios.

Prendidos de su mano avanzamos en victoria por encima de las adversidades pero además, escalamos nuevos peldaños en nuestra espiritualidad. ¡Es tiempo de orar! Los resultados no se dejarán esperar.

Publicado en: Escuela de Oración


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