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¡Ni se le ocurra renunciar al liderazgo!


(Conclusión)

¡Ni se le ocurra renunciar al liderazgo! (Conclusión)

Lo más probable es que alguna vez haya pensado en renunciar al liderazgo cristiano. Hay múltiples factores que le llevaron a pensar, en algún momento, a tirar la toalla y a decir un categórico: “Hasta aquí llegué”.

Conozco infinidad de personas que lo han hecho. Un día cualquiera decidieron no seguir adelante. Yo mismo, en más de una ocasión, me he visto tentado por esa posibilidad.

Pero si quiere una razón para continuar, permítame recordarle que no ha sido ni el único ni será el último en querer renunciar.

Servir a Dios, a conciencia, con compromiso, bajo criterios de consagración, no es fácil; de hecho, nunca lo ha sido y lo más previsible es que tampoco lo será hacia futuro.

En la Iglesia o en un ministerio como en cualquier otro espacio donde hay interacción de personas, siempre surgirán dificultades. El secreto está en saberlas manejar, con ayuda de Dios.

Piense por un instante que también los hombres cuyas vidas describe la Biblia, alguna vez quisieron renunciar. Lo que les alentó a seguir avante fue su incesante búsqueda de Dios en procura de fortaleza y dirección.

Los hombres y mujeres que nos antecedieron nos ofrecen un ejemplo que estamos llamados a seguir.

Los siervos también enfrentan crisis

Partamos de una premisa y es que un hombre o una mujer llamados por Dios a servirle, serán siempre cristianos en proceso de construcción, indistintamente del cargo que ocupen al interior de la iglesia. No son perfectos.

A la par que sirven en la obra de Jesucristo, están viviendo el proceso de perfeccionamiento que unas veces estará encaminado a la victoria, pero en otros momentos, hacia el estancamiento o posiblemente, hacia un revés que ni la misma persona espera.

Es como si estuviera subiendo los peldaños de una escalera muy larga mientras lleva a cuestas una encomienda. El único obstáculo que puede encontrar con frecuencia y que, si no sabe manejar, puede llevarlo a volver atrás, es el desánimo.

¿Qué hacer ante el desánimo?

Quienes ven desde la barrera nuestro conflicto interno como consecuencia del desánimo, esperan justamente que nos asalte la desesperanza para justificar su propia perspectiva de que no encuentran en el compromiso cristiano una salida a sus propias crisis.

Esa situación me lleva a recordar a los amigos de Job quienes, frente a la difícil situación por la que atravesaba, antes que ánimo le infligieron desestimulo:

“Tú, que impartías instrucción a las multitudes y fortalecías las manos decaídas; tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban; ¡ahora que afrontas las calamidades, no las resistes!; ¡te ves golpeado y te desanimas! ¿No debieras confiar en que temes a Dios y en que tu conducta es intachable? ” (Job 4:3-6, Nueva Versión Internacional)

Aún viniendo de labios de hombres que estaban distanciados de la fe, tenía fundamento una de sus recomendaciones: confiar en Dios.

El hombre o la mujer de Dios, a pesar de su fidelidad en la obra de proclamación del Evangelio es apenas previsible que experimente esos períodos de desánimo. Cuando se presenten, es al Padre celestial, nuestra fuente de todo poder, a quien debemos acudir.

Eliseo, un hombre de Dios arrinconado por el desánimo

Traigo a colación el terrible desánimo que vivió el profeta Elías. (Ver 1 Reyes 18:20-40). Este hombre al servicio de Dios enfrentó a los profetas de Baal y Dios lo respaldó.

Fue algo majestuoso que— si hubiesen existido los medios de comunicación, lo habría relievado en radio, prensa y televisión, con enormes titulares.

Un capítulo después, en el 19, lo encontramos doblegado por la depresión, huyendo y acariciando la idea de morir.

Sólo el Creador pudo traerle consuelo. Lo levantó de esa situación. Le abrió nuevas puertas.

Dios no acepta la renuncia de quienes le sirven, si han sido fieles. Si tomara usted la decisión de enviarle al cielo la carta de renuncia, el propio Señor se la devolvería sin siquiera abrirla. Por ese motivo, antes que salir huyendo cuando se presentan problemas, debemos disponernos a enfrentarlos con el poder de nuestro Supremo Hacedor, Quien nos fortalece— 1 Reyes 19:1-4.

¿A quién acudir en medio de una crisis de desánimo?

Cuando nos enfrentamos al desánimo, usted y yo debemos acudir a Dios que es la fuente de todo poder y fortaleza, como lo enseñó el propio Señor Jesucristo: “»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.30 Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.» ” (Mateo 11:28-30, Nueva Versión Internacional)

Nuestro amado Maestro comprende que a veces estamos a punto de “tirar la toalla” como hacen los boxeadores cuando el contendor les resulta demasiado complejo para combatirlo en el cuadrilátero.

No debemos seguir luchando en nuestras fuerzas, porque sin duda caeremos en lo que suelo llamar “el límite del desgaste”, que ha sacado a sinnúmero de hombres y mujeres del camino. Terminan por rendirse.

Renunciar al liderazgo no es el camino

José Orlando, un líder caracterizado por el dinamismo y entusiasmo en su trabajo en la obra del Señor Jesucristo, me decía en cierta ocasión que todo estaba saliendo de mal en peor y que el único camino que concebía para salir del laberinto, era renunciar.
Ni lo pienses— le dije —. Ahora que te sientes agotado, debes hacer un alto en el camino y volver tu mirada a Dios en procura de fortalecimiento. Él te ayudará”.
Siguió el consejo y la próxima vez que le dije, estaba nuevamente dispuesto a seguir dando batallas, convencido de que en el Señor encontramos siempre las fuerzas, como lo anotaba el rey David: “Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas sus obras. El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.” (Salmos 145:14, 5. Nueva Versión Internacional)

Usted y yo no estamos solos en la lucha. Jesucristo quiere ayudarnos, pero debemos permitirle que lo haga (Cf. 2 Corintios 9:10)

Vencemos si dependemos de Dios

La dependencia de Dios, en momentos de profundas crisis y desánimo, es la salida del túnel. Dios conoce nuestra situación y quiere ayudarnos.

¿Recuerda a Gedeón, el héroe bíblico de la antigüedad? La Biblia relata que se iba a enfrentar a un ejército— el de los madianitas — que lo superaba sobremanera.

Cuando se dirigía con sus hombres junto al manantial de Jarod, Dios lo instó a quedarse con un número reducido de combatientes.

¿La razón? “El Señor le dijo a Gedeón: «Tienes demasiada gente para que yo entregue a Madián en sus manos. A fin de que Israel no vaya a jactarse contra mí y diga que su propia fortaleza lo ha librado…” (Jueces 7:2)

¡Fue una tremenda lección conducente a la humildad, de la que aprendió este guerrero israelita! Comprendió que sólo dependiendo de la fuerza de Su Padre celestial podía vencer, por difícil que luciera la situación que tenía enfrente.

El apóstol Pablo aseguró que en Jesucristo todo lo podía. También nosotros (Cf. Filipenses 4:13)

No es aconsejable que sigamos luchando en nuestras fuerzas. Al fin y al cabo fuimos concebidos con la naturaleza de vencedores: “Es él quien me arma de valor y endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce. ” (Salmos 138:32-34, Nueva Versión Internacional)

No importa que la situación parezca difícil de resolver. Tal vez sea así humanamente, pero no en el poder de Dios, porque para Dios no hay nada imposible.

¡No es hora de renunciar!

Tal vez y como consecuencia de los momentos críticos que ha venido enfrentando, considera que debe renunciar. Pero, ¡Piénselo! No es el momento. Usted y yo fuimos llamados por el Señor a cumplir una misión, y no debemos ni podemos descansar hasta terminar la tarea.

Por esa razón, si queremos remontar a nuevas alturas, debemos volver la mirada a Dios y en oración decirle— con franqueza, en nuestras propias palabras— cómo nos sentimos:.

La Biblia nos ofrece una luz de esperanza cuando leemos: “Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.” (Salmos 18:32-31, Nueva Versión Internacional)

Dios comprende su situación y quiere ayudarle. Si le pide que salga al paso para permitirle vencer en las batallas que está librando, sin duda lo logrará. ¡Hoy es el día para que se levante, no se de por vencido y— tomado de la mano de Jesucristo el Señor— se disponga a seguir adelante. ¡Tenga la certeza que vencerá en todo momento!

Preguntas para evaluar la comprensión y aplicación de la Lección de hoy:

a.- ¿Alguna vez pensó en renunciar al liderazgo cristiano?

b.- ¿Podría recordar y enumerar qué aspectos del ejercicio del liderazgo le llevaron a pensar en decir “Hasta aquí llego en este cargo"?

c.- ¿Ha leído historias de hombres y mujeres en la Biblia que también estuvieron tentados a renunciar de su vocación de servir a Dios?

d.- ¿De qué manera quienes ven nuestro desánimo justifican sus propios fracasos en el servicio a Dios?

e.- ¿Qué le enseña el pasaje bíblico de Job 4:3-6 a su vida como líder, así como persona que está alrededor de líderes en desánimo?

f.- ¿Qué puedo aprender del período de desánimo que enfrentó el profeta Elías? ¿Cómo aplica a mi liderazgo como cristiano?

g.- ¿Por qué razón y con fundamento en las Escrituras, podemos asegurar que un hombre o una mujer de Dios no deben salir corriendo ante las primeras dificultades que salgan al paso (Cp. 1 Reyes 19:1-4)?

h.- ¿Qué enseña a nuestra vida, como cristianos y como líderes, la enseñanza del Señor Jesús (Mateo 11:28-30)?

i.- Si en medio del desánimo decidimos acudir a Dios (Salmos 145:14, 15), ¿qué podemos esperar?

Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial


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