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Llevar la cruz, renunciar al pecado y crecer en Cristo


(Lección 13 – Nivel 3)

Llevar la cruz, renunciar al pecado y crecer en Cristo (Lección 13 – Nivel 3)

¿Cómo responde usted cuando alguien le pregunta si está “llevando la cruz”? Alguien respondió con convencimiento: “Ya tengo esposa, y sin duda, esa es mi cruz”. Una joven mujer aseguró: “Mi esposo es tan difícil, que lo creo la cruz que jamás llevé”. Un pastor cristiano respondió: “Yo sé que esa no es mi cruz, pero la congregación difícil que tengo a cargo, es una carga muy pesada que llevo a cuestas”.

La concepción que las personas tienen respecto a la cruz, es equivocada. Una encuesta a muchos cristianos lo pondría en evidencia.

El autor cristiano, Bertram L. Melbourne: “... la cruz que los discípulos deben estar dispuestos a renunciar al yo y a los deseos centrados en el yo para rendirnos a la voluntad de Dios. Así, como para vivir haciendo la voluntad de Dios con el propósito de salvar a la humanidad. Jesús se negó a sus deseos y en esa dirección sus discípulos deben negarse a sus propios deseos egoístas para recibir la salvación de Dios.” (Bertram L. Melbourne. “Ideas prácticas para el discipulado”. Apia Editores. 2007. Pg. 112)

Cuando reconocemos el impacto que causa Jesús en nuestra vida y decidimos renunciar al pecado para emprender una nueva vida, hemos tomado la cruz.

Jesús enfatizó sobre la importancia de tomar esta determinación cuando dijo a sus discípulos: "Entonces llamó a la multitud para que se uniera a los discípulos, y dijo: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme. Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás; pero si entregas tu vida por mi causa y por causa de la Buena Noticia, la salvarás. ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma? Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje en estos días de adulterio y de pecado, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en la gloria de su Padre con sus santos ángeles».” (Marcos 8:34-38. NTV)

Tomar la cruz es un requisito.Renunciar es el paso que se debe dar. Es dejar atrás nuestros principios y patrones de vida, para asumir los que nos comparte nuestro Salvador y que aprendemos en las Escrituras.

En el camino encontraremos crítica, oposición y señalamientos, pero debemos seguir adelante, sin volver atrás.

La meta es sencilla: Seguir a Cristo y vivir a Cristo. Si caminamos tras sus huellas, experimentaremos crecimiento en la vida personal, espiritual y familiar. Es una consecuencia de caminar en fidelidad a Él.

El autor cristiano, Bertram L. Melbourne, escribe: “El discipulado no requiere que no haga cosas grandes o que sea una persona importante. Todo lo que Dios demanda de los discípulos es que imiten al Maestro, y sean y hagan lo mejor posible. Cada discípulo ha recibido algún don o talento de parte de Dios, que debería usar e invertir en el Reino.” (Bertram L. Melbourne. “Ideas prácticas para el discipulado”. Apia Editores. 2007. Pg. 114)

Un discípulo q ue toma su cruz simplemente sigue a Cristo, está atento a sus huellas para no perderse del camino y si encuentra obstáculos, vuelve su mirada a Aquél que lo llamó a ser su seguidor.

Tomar la cruz es permitir que Dios trate con nuestra vida

¿Sabía usted que una personalidad sin transformar es un problema para un discípulo? La razón es sencilla: Nos dominarán las emociones negativas, nos arrastrarán los impulsos y las decisiones equivocadas y, por supuesto, esas inclinaciones distan mucho de lo que enseñan las Buenas Nuevas.

En los Evangelios encontramos ejemplos específicos, aunque nos circunscribiremos a citar sólo algunos. ¿Quiere comenzar? Le invitamos a conocer a Santiago y Juan. Heredaron el mismo temperamento explosivo de su padre. De hecho, Marcos lo deja consignado en el relato cuando se refiere a la escogencia de estos dos rudos pescadores para que fueran seguidores de Jesús: "Santiago y Juan (los hijos de Zebedeo, a quienes Jesús apodó «hijos del trueno»*)” (Marcos 3:17. NTV)

Juan y Santiago se atrevieron a procurar tropiezo a alguien que predicaba el Evangelio del Reino pero no era seguidor de Jesús. Leamos sobre esta escena bíblica: "Juan le dijo a Jesús: — Maestro, vimos a alguien usar tu nombre para expulsar demonios, pero le dijimos que no lo hiciera porque no pertenece a nuestro grupo. Jesús le dijo: — ¡No lo detengan! Todo el que no está en contra de ustedes está a su favor.” (Lucas 9:49, 50. NTV)

Pero hay otro caso que también nos sorprenderá: "Cuando se acercaba el tiempo de ascender al cielo, Jesús salió con determinación hacia Jerusalén. Envió mensajeros por delante a una aldea de Samaria para que se hicieran los preparativos para su llegada, pero los habitantes de la aldea no recibieron a Jesús porque iba camino a Jerusalén. Cuando Santiago y Juan vieron eso, le dijeron a Jesús: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que los consuma?». Entonces Jesús se volvió a ellos y los reprendió. Así que siguieron de largo hacia otro pueblo.” (Lucas 9:51-56. NTV)

¿Se da cuenta? Estos dos discípulos eran explosivos y creían que toda dificultad debía resolverse a las malas.

Pero un momento: Pedro, otro de los seguidores del Maestro, también tenía problemas con el manejo de sus emociones. Lucas relata que: "Pedro dijo:— Señor, estoy dispuesto a ir a prisión contigo y aun a morir contigo. Jesús le respondió: — Pedro, déjame decirte algo. Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.” (Lucas 22:33, 34. NTV)

Nuestras emociones nos llevan a cometer errores. Y son las emociones la primera área de nuestra vida las que debemos someter a Dios para que Él transforme nuestra forma de pensar y de actuar. Sólo Él puede traer cambios que permanezcan en nuestro ser.

Si usted está dispuesto a caminar de la mano de Jesús, es necesario que tome la cruz y lo siga. Tomar la cruz es permitir que Él trate con nuestro ser. Y si lo permitimos, se liberarán las compuertas para que se produzca la transformación y crecimiento que tanto hemos anhelado.

Las tareas que ocuparán esta semana mi proceso de Discipulado en el Nivel III son:

a.- Evaluaré el costo de ser discípulo de Jesús y si me decido por Él, oraré para que me guíe en el proceso de crecimiento personal, espiritual y familiar.

b.- Antes de dar cada paso oraré al Señor Jesús para que me oriente y me advierta si hay algún tipo de peligro en la decisión que vaya a tomar. La oración será una de mis prioridades.

c.- Cada día de esta semana pediré a Jesús el Señor que me ayude a experimentar transformación en la forma de pensar y de actuar.

Versículos para memorizar durante la semana:

“Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje en estos días de adulterio y de pecado, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en la gloria de su Padre con sus santos ángeles».” (Marcos 8:38. NTV)

Publicado en: Escuela de Discipulado


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