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La comprensión, camino al mejoramiento en las relaciones intrafamiliares


(Cimentación Familiar – Cap. 9)

La comprensión, camino al mejoramiento en las relaciones intrafamiliares (Cimentación Familiar – Cap. 9)

Llegó a casa, cansado, y lo que más ansiaba era tomar sopa caliente, al menos en una noche tan fría como esa. Sin embargo al cruzar el umbral de la entrada, sólo vio a su esposa entretenida con una telenovela. Sintió rabia, no lo puede negar. Sin embargo, antes que ponerse a reñir, se quitó el saco, desanudó la corbata y se fue a la cocina a preparar algo.

Perdona, querido— le dijo ella —. Es el final del seriado, y para serte sincera, no quería perdérmelo —.

Y si bien es cierto le asaltaba la incomodidad, Raúl guardó silencio y decidió posponer el reclamo para el momento en que pudiera expresarse con serenidad.

En otro lugar de la ciudad, a esa misma hora, Daniela llegaba a casa. Su padre discutía con la esposa. Una acalorada gresca por algo relacionado con finanzas. “No soporto que despilfarres”, gritaba él. Ella se defendía: “Reconócelo: no es que yo sea manirrota sino que tú eres un tacaño”. Palabras iban y venían.

La joven atravesó la sala de estar, dijo un “Buenas noches” en tono bajo pero audible, y se dirigió hacia la nevera para sacar una bebida gaseosa.

Ese fue el preciso momento en que su padre enfiló baterías hacia ella con reclamos sobre la universidad.

Ella lo miró fijamente. Sintió molestia, pero no dijo nada. Escuchó cada reclamo con estoicismo y luego se dirigió a la habitación.

Entendí que papá estaba fuera de casillas, y lo más inconveniente en esos momentos, hubiese sido seguir avivando la discusión, ahora conmigo como protagonista — , me contó tiempo después, un día que fui a dar una conferencia en la iglesia donde ella se congrega.

A estos casos podríamos sumar otros más, que ponen de presente la importancia de asumir una actitud comprensiva cuando surgen dificultades al interior del hogar. No es otra cosa que ponernos en los zapatos del otro. Pensar por un instante qué situación están viviendo y de qué manera contribuir, muchas veces guardando prudente silencio, hasta que las aguas tormentosas se calmen.

Comprensión para evitar que se acumulen los problemas

Piense por un instante en Lucía. Ella despertó se despertó feliz. No recordaba cuál fue el último amanecer cuando abrió los ojos para enfrentar con entusiasmo los retos del nuevo día.

Cuando tocó levemente el hombro de su esposo para despertarlo, él gruñó y se limitó a decir: “Déjame dormir, no molestes”.

Su hija adolescente se quejó porque no había vestidos listos para ir al colegio, y su hijo mayor la acusó de haberle botado unos papeles importantes.

“Quizá no te fijaste mamá”, le dijo. Lucía sintió que el curso de su día, otrora lleno de esperanza, se tornaría largo y lleno de sombras…

Los problemas son inevitables en la relación familiar. Pueden surgir en la cotidianidad, con la pareja, o quizá con los hijos.

Saltan al paso cuando menos lo esperamos. Puede ser un gesto, una palabra, una reacción que tomó por sorpresa a la otra persona y le llevó a reaccionar. Y ahí está el disgusto.

El asunto complejo estriba en que las contradicciones que tienen lugar en la familia, pueden seguir una ruta que tiende a tornarse repetitiva y deja mucho daño a su paso: disgusto-herida emocional-enojo-disgusto-herida emocional. Si no lo detenemos a tiempo, la situación se tornará gigante.

Frente a esta realidad, caben dos posibilidades: la primera, evaluar el conflicto familiar procurando resolverlo. Hay una segunda alternativa y es pretender que los problemas se resuelven solos y dar lugar a que el conflicto se dimensione.

El afamado autor Gary Rosberg escribe:

“Cuando los círculos se dejan abiertos, los conflictos se acumulan y se apilan unos tras otros. El enoje acude. El lazo matrimonial se tensa. La amargura pesa en el corazón. Y dos personas que una vez estuvieron muy merca una de la otra, y muy conectados, llegan al nivel de rechazo mutuo cada vez más.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonios a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2005. Pg. 100)

¿Qué actitudes causan heridas emocionales en los componentes de la familia? La apatía, la indiferencia, la falta de amor, el mal trato. En ese orden de ideas reviste particular importancia ser cuidadosos del trato que impartimos al cónyuge y a los hijos. No podemos olvidar que una herida emocional puede persistir por mucho tiempo.

Si hay problemas, con comprensión se resuelven

Los problemas, lo tenemos claro, son inevitables en muchos de los casos y si bien es cierto, surgen cuando menos los esperamos, podemos darle un apropiado manejo.

Hay un texto enriquecedor que encontramos en las Escrituras, y que aplica apropiadamente a la relación familiar. Lo escribió el rey Salomón y dice: “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.” (Proverbios 9:12) Sabiduría es aprender a manejar los hechos conflictivos.

Podemos ser sensatos, en cuyo caso procuraremos resolver la situación, o tozudos, que daría lugar a esperar que el problema siga su propio curso. Jamás se resolverá, de eso puede estar seguro. Los conflictos familiares es necesario encararlos.

La única posibilidad de cerrar el ciclo de las heridas al interior de la relación familiar, es mediante el perdón (Cf. Mateo 18:21, 22) Debe entrar a operar el amor perdonador, el que todos los seres humanos tenemos la potencialidad para desarrollar con ayuda de Dios.

No desatienda un aspecto fundamental para perdonar y salir victoriosos en la relación familiar: El amor sincero y comprometido, que vela por los intereses del otro antes que de los propios. La comprensión, en ese orden de ideas, juega un papel fundamental.

Los autores, Stephen y Alex Kendrick, lo explican de la siguiente manera:

“Tu calidad de vida se relaciona directamente con la cantidad de amor que fluye en ti y a través de ti hacia los demás. Aunque a menudo se pasa por alto, el amor vale mucho más que las riquezas, la fama, el honor u otras cosas. Estas cosas pasarán, pero el amor permanece. Puedes sentirte satisfecho sin las demás cosas, pero no si amor. La ausencia de amor deja un vacío demoledor. Cuando no está presente tu espiritualidad se vuelve superficial, tus obras benéficas se tornan egoístas y tus sacrificios poco sinceros.” (Stephen y Alex Kendrick. “El desafío del amor para cada día”. Grupo Editorial B&H. 2010. EE.UU. Pg. 1)

Si no ha recibido a Jesucristo como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que no se arrepentirá porque ayudados por Jesús emprendemos el crecimiento personal y espiritual que anhelamos.

Un esposo que ejerce un adecuado liderazgo familiar, genera seguridad en su cónyuge y sienta las bases para que— al crecer— sus hijos puedan hacer frente a la sociedad en la que les tocará desenvolverse y, al mismo tiempo, establecer sus propias familias.

Es una cadena. Si lideramos una familia sólida, en la que haya expresiones de amor, comprensión, tolerancia, ayuda, perdón y fe, sin duda ese mismo esquema es el que replicarán nuestros hijos en sus propios hogares, y a su vez, el patrón de comportamiento hogareño que vivirán nuestros nietos.

El apóstol Pablo lo planteó a los creyentes de Éfeso, en el primer siglo, con una enseñanza que cobra especial validez en nuestro tiempo: “…porque el marido es la cabeza de su esposa como Cristo es cabeza de la iglesia. Él es el Salvador de su cuerpo, que es la iglesia.” (Efesios 5.23. NTV)

El autor y conferencista internacional, John Piper, anota que “…el liderazgo de un esposo se expresa al tomar la iniciativa de asegurarse que la familia está protegida y atendida. De modo que la protección y la provisión no están separadas del liderazgo. Son dos áreas fundamentales donde el esposo está llamado a cargar con la responsabilidad principal.” (John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE. UU. Pg. Pg. 75)

Hemos perdido influencia en la familia en gran medida porque dejamos de lado la importancia de asumir el liderazgo. Y ese liderazgo no debe ser interpretado como imposición o un manejo dictatorial, sino más bien como el proceso de sentar principios y valores que ayuden a transformar el pensamiento y acciones del cónyuge y de los hijos.

El egoísmo no es tolerante ni comprensivo, cierra puertas

El egoísmo se ha convertido en uno de los problemas familiares de fondo. Cada quien quiere hacer, al interior de la pareja, lo que quiere. Se desconoce que el otro es muy importante. Que no somos el centro del universo y que, la familia, funciona cuando hay unidad y sometimiento a Dios y Sus principios.

Renunciar a nuestros propios intereses para volcarnos hacia la familia, es una de las formas prácticas de aplicar la enseñanza de nuestro Señor Jesús cuando dijo: “Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10:38. La Biblia de Las Américas; Lucas 14:27)

Si deseamos fortalecer la familia, que la unión sea sólida y permanezca en el tiempo, es necesario ejercer un liderazgo como lo enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo: De entrega y renuncia. Entrega, porque todos en casa merecen que demos lo mejor por ellos, y de renuncia, porque es necesario dejar de lado todo egoísmo.

La necesidad de recobrar el liderazgo familiar, partiendo de renunciar a principios egoístas y asumiendo compromiso con la pareja y con los hijos, es resaltada por el autor y conferencista, Alex Kendrick cuando escribe:

“Demasiados hombres desperdician sus vidas. No conocen en realidad al Dios que dicen adorar y son incapaces de precisar para qué viven. Andan desganados e indecisos por la vida, perdidos espiritualmente en una niebla de confusión y apatía. Pueden decirte lo que harán este fin de semana, pero no tienen ni idea de cuál es su propósito en la vida o en la eternidad. En consecuencia caen en una rutina mecánica y pierden el tiempo en asuntos triviales.” (Sthepen y Alexis Kendrick. “La resolución para hombres”. B&H Editores. 2012. EE.UU. Pg. 1)

La familia no puede seguir caminando hacia el abismo porque hay padres que no se preocupan por sus deberes familiares, porque descuidan a su esposa y prefieren ir a jugar billar o quizá al futbol, que pasar el fin de semana con sus hijos.

Dios demanda de nosotros tolerancia con la familia

El día que María se fue de casa, estaba muy dolorida. Aunque pasó varios minutos en el umbral de la puerta mirando con nostalgia el que por años fuera su hogar, reconoció que no podía seguir como hasta ahora, víctima de los malos tratos de su esposo.

Carlos, por supuesto, justificó sus reacciones violentas y palabras agresivas hacia ella, argumentando que era impulsiva. “Mire por ejemplo: Se fue dejándome solo."

Ese día no pudimos avanzar mucho en el diálogo porque él estaba convencido que su comportamiento era apropiado para zanjar las diferencias o tratar con sus estados de inconformidad.

No obstante cuando la soledad le asaltó, semanas más tarde, volvimos a conversar sobre el asunto. Y aun cuando le costó muchísimo trabajo, finalmente decidió buscar a su esposa para pedirle perdón.

"No puedo negar que me costó mucho tragarme mi orgullo; pero bueno, era lo que debía hacer para restaurar mi relación.", explicó.

El apóstol Pedro asumió la tarea de abordar la necesidad de ser amorosos y respetuosos con nuestro cónyuge. Él escribió: "Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.· (1 Pedro 3:7)

Para ser prácticos y contribuir a la edificación de una familia sólida, es importante tener en cuenta que este principio bíblico aplica a los dos. También otra pauta que nos traza las Escrituras, y que comparto con usted:

"Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia.” (Efesios 4:31)

Lo más apropiado si queremos que todo marche bien en la relación conyugal, es habituarnos a revisarnos periódicamente. Primero a solas, luego en pareja. Compartir con nuestro cónyuge nuestras expectativas y escuchar las suyas.

Es cierto, no somos perfectos, pero podemos cambiar. Modificar esas actitudes hacia nuestra relación matrimonial, mejorando cada día, es posible cuando le permitimos a Dios que gobierne nuestra vida y familia. Sólo de esta manera damos pasos sólidos para que en el hogar haya comprensión, amor y edificación mutua permanente.

No podría despedirme sin antes invitarle para que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Cuando lo hacemos, emprendemos el proceso de crecimiento personal, espiritual y familiar que tanto hemos anhelado. ¡Decídase hoy por Jesucristo!

Un diálogo franco para superar crisis

Cuando la relación conyugal se encuentra estancada, hay que sacarla de ahí. Quedarnos inermes ante la realidad, agravará las cosas. Si logramos tener la conciencia de admitir que hay dificultades, y nos disponemos a superarlas, seguramente lo lograremos con ayuda de Dios. ¡No estamos solos en esta tarea!

Evaluarnos de manera permanente, en un diálogo franco pero en el que prime el amor, traerá como consecuencia reconocer errores, las causas y la disposición de corregirlas.

Esta sana costumbre nos ayuda a corregir motivos de infidelidad, quejas del uno hacia el otro, descubrir en qué aspecto estamos fallando como esposos o quizá como padres y, de paso, edificarnos para que el matrimonio crezca cada día.

El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Corinto y también a nosotros hoy: “Que el esposo dé a su esposa lo que le es debido; pero que la esposa haga lo mismo también a su esposo. La esposa no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; así mismo, también, el esposo no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposa. No se priven de ello el uno al otro”. (1 Corintios 7:3-5)

Por favor, le invito a leer este pasaje bíblico cuantas veces sea necesario. Puedo asegurarle que puede marcar un antes y un después en su relación conyugal. Nos puesta que los esposos se pertenecen entre sí. Son el uno para el otro, de acuerdo con el modelo de Dios.

El escritor, Gary Chapman anota que:

“El verdadero arrepentimiento comienza en el corazón. La decisión de cambiar demuestra que ya no presentamos justificación ni minimizamos nuestro comportamiento. En su lugar, aceptamos plenamente la responsabilidad de nuestros actos.” (Gary Chapman. Devocionales “Lenguajes del Amor”. 12/01. Tyndale House Publishers. 2012. EE.UU.)

Si evalúa esa apreciación con detenimiento, encontrará que es el paso inicial para que haya cambios profundos y sostenidos en la relación matrimonial.

Si reconocemos errores, si aceptamos la realidad de que las cosas no están bien y deben cambiar, y si en nuestro corazón hay conciencia de que el propósito eterno de Dios es la unidad de la familia, nos dispondremos a buscar soluciones. Es algo inherente al amor auténtico en la pareja.

Las diferencias de criterio en la pareja no deben ser motivo de disensión y de ruptura. Por el contrario, es un paso fundamental para aterrizar y entender que somos seres distintos, que pensamos y actuamos de manera diferente sin que eso implique que no podamos compartir bajo el mismo techo.

Por supuesto, las crisis del matrimonio se pueden superar y dejar de lado el aburrimiento que nos despierta la relación conyugal. Todo esto es posible cuando le permitimos a Dios obrar en nuestro hogar.

Si aún no le ha abierto las puertas de su corazón, hágalo ahora. Es una decisión de la que jamás se arrepentirá. ¡Decídase por Cristo Jesús en su vida y en su familia!

Publicado en: Libros Electrónicos


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