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Fíjese metas específicas al orar por su familia


(Lección 3 – Nivel 6)

Fíjese metas específicas al orar por su familia (Lección 3 – Nivel 6)

Si algo trajo cambios en David, fueron las oraciones de sus padres por espacio de tres años. No se desesperaron. Perseveraron en el clamor. A pesar de que todo parecía igual, no perdieron la fe y se afianzaron en la esperanza. ¡Dios respondió a sus oraciones! El joven no solo dejó la adicción a las drogas sino que desistió de andar mal acompañado.

Liza creía imposible que su esposo dejara de andar de “correrías” con otras mujeres. El comportamiento promiscuo lo había aprendido de su padre y su abuelo, a quienes desde niño vio manteniendo aventuras en un pueblo donde más tardaba en ocurrir cualquier cosa, que en saberlo sus cinco mil habitantes. Y los escándalos que hacían, fruto de sus borracheras y comportamiento licencioso, se convertían en motivo de comentarios.

No se qué hacer — , le confesó a una amiga que iba a la iglesia.

Lo que todos debemos hacer, Liza: orar por nuestras familias — , le recomendó ella.

Ese fue el comienzo de una prolongada brega en oración, de rodillas, por su marido. ¡Y Dios produjo el milagro!

En otro lugar y en condiciones diferentes, Sandra y Luis Mario estaban contemplando la posibilidad de separarse. Para ser sinceros, en medio del enojo, les importaba poco qué sería de sus hijos.

Un día, al término de una acalorada discusión, fue Luis Mario quien decidió orar por la situación. Lo hizo por varias semanas. Y lo que parecía imposible, ocurrió. Su esposa comenzó a conciliar con él, y los problemas se resolvieron.

El hilo conductor de estas tres historias, tomadas de la vida real, fue la oración como dinamizador de cambios profundos en las vidas de las personas. Dios hace posible lo que, humanamente, resulta imposible.

Ponernos de acuerdo en el clamor

La oración del justo puede mucho. No es sólo un enunciado bíblico, se torna real cuando creemos. Lo materializamos cuando nos afianzamos en la promesas y nos determinamos a creer, por encima de las circunstancias.

El Señor Jesús enseñó este poderoso principio cuando dijo: "También les digo lo siguiente: si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra con respecto a cualquier cosa que pidan, mi Padre que está en el cielo la hará. Pues donde se reúnen dos o tres en mi nombre, yo estoy allí entre ellos.” (Mateo 18:19, 20)

¿Comprende ahora la importancia de unirnos a otras personas cuando oramos por nuestra familia? Si tenemos claro el asunto, nos puede asaltar otro interrogante: ¿A quiénes pedirle su apoyo?

En primer lugar a nuestro cónyuge, en segundo lugar a personas muy cercanas— preferiblemente que sean cristianos— , y por último, a nuestras amistades, siempre y cuando tengamos el suficiente grado de confianza para compartirle cosas que ocurren en casa con nuestros seres amados.

Durante todo el proceso de pedir algo a Dios, no cese de orar hasta que los milagros se produzcan. Recuerde que Dios nos concibió con un espíritu esforzado, como explica el apóstol Pablo: "Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.” (2 Timoteo 1:7. NTV)

Un esposo o una esposa deben ser en esencia, unos guerreros de oración. Dispuestos a librar las batallas hasta que, aquello por lo que están pidiendo, ocurra.

Metas específicas para las oraciones

Cuando tenemos en mente a alguno de los miembros de la familia, debemos anotar qué pediremos a Dios que genere en la vida de la persona que amamos. Deben ser peticiones específicas.

- ¿Desea cambios en la forma de ser de esa persona amada en su familia?

- ¿Se trata acaso de prosperidad financiera?

- ¿Busca un mejoramiento en sus condiciones de vida?

- ¿Clama por la consecución de una meta en particular?

- ¿Pide por la solución de un problema?

La lista puede tornarse interminable. Lo esencial es que las peticiones tengan un propósito claro, y en lo posible, anote cuándo comienza a pedirle a Dios y en qué fecha se produjo la respuesta divina.

Los compañeros de oración, una bendición

Reunirnos periódicamente con otras personas a orar, o también, definir compañeros de oración, resulta beneficioso; en esencia, una bendición.

El Señor Jesús tenía personas muy cercanas que le acompañaban en algunas ocasiones, cuando iba a orar. El evangelista Mateo relata: "Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto...” (Mateo 17:1)

¿Recuerda la escena? Fue cuando se produjo la transfiguración. Un momento muy especial, en el que Pedro, Jacobo y Juan estuvieron a su lado.

Tener acompañantes de oración nos hace fuertes. Este principio lo aprendemos del rey Salomón cuando escribió: "Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente.” (Eclesiastés 4:12. NTV)

Comparta sus peticiones de oración. Además de sentir que en esta tarea no está sólo, participará con otras personas la satisfacción de ver las respuestas de Dios en su vida y en la de aquellos a quienes ama. No solo usted sino también otros a su alrededor, comprobarán que el Dios en el que hemos creído, es un Dios de poder…

Cuestionario para la profundización de la Lección 3:

Por favor, lea detenidamente los textos y postulados de cada pregunta, y teniendo a mano su libreta de apuntes, anote las respuestas:

a.- ¿Toma tiempo para orar por su familia?

b.- ¿Cuándo fue la última vez que oró por su cónyuge o sus hijos?

c.- Hablando acerca de la oración, aprendemos del texto de Mateo 18. 19, 20?

d.- ¿A quiénes podemos pedirle apoyo cuando oramos por la familia?

e.- ¿Cuál es la razón de pesos para que clamemos a Dios hasta que ocurran los milagros (Cp. 2 Timoteo 1:7)?

f.- ¿Realiza usted peticiones específicas por los miembros de su familia?

g.- ¿Podríamos pensar que el Señor Jesús tenía compañeros de oración (Mateo 17:1)?

h.- ¿Qué beneficios se derivan de tener compañeros de oración (Eclesiastés 4:12)?

Publicado en: Escuela de Oración


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