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Conozca al Padre que nos hizo Sus hijos


(Lección 8 – Nivel 5)

Conozca al Padre que nos hizo Sus hijos (Lección 8 – Nivel 5)

¿Cuál es la concepción que usted tiene de Dios? ¿Lo ve como un viejito gruñón que está pendiendo de nuestros errores para castigarnos? ¿Considera más bien que Dios es un Padre amoroso que le perdona y le brinda siempre una nueva oportunidad?

En muchos casos la percepción que tenemos de nuestro amado Hacedor es equivocada y nos llena de temor.

Lo mejor es ir a las Escrituras. En ellas encontramos una apreciación real de cuál debe ser nuestra imagen de Dios.

Un Padre de misericordia

Todos hemos fallado. Pocos o quizá ninguno tienen un pasado en el que no haya habido errores que afectaron su vida y la de quienes le rodean.

Cuando reconocemos la obra del Señor Jesús en la cruz, no solo obtenemos el perdón de nuestros pecados sino que, además, se extiende hacia nosotros la misericordia del Padre.

Al respecto el apóstol Pablo escribe: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5:17)

Adán pecó. Transmitió generacionalmente ese pecado a todos nosotros; sin embargo, gracias a la muerte y resurrección del Señor Jesús, recibimos perdón y accedimos a la Presencia del Padre como hombres y mujeres limpios de trasgresión.

Un Padre al que debemos conocer

Si por años hemos cargado con una imagen equivoca de Dios, es necesario cambiarla. Esa decisión nos hará libres de los miedos que nos atan para pedirle perdón cuando hemos fallado, y reemprender el camino.

El Señor Jesús instruyó: “…conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:32)

Ser libres implica despojarnos de todo paradigma en cuanto a la apreciación de nuestro amado Hacedor.

Un Padre para la eternidad

Si hay algo maravilloso es el amor que el Padre nos tiene. Su gracia es infinita. Nos ama, con errores y sin errores. Por ese motivo, nos brinda siempre una nueva oportunidad.

Si Él nos perdonó, nosotros mismos debemos perdonarnos. Es algo inherente a ese proceso en el que Jesús limpió nuestros pecados con su grande.

Su redención nos garantiza vida eterna. En otras palabras, por siempre estaremos con el Padre celestial.

Le invitamos a considerar la enseñanza del Señor Jesús:

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.  Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8:34-36)

Jesús en la cruz nos hizo libres, y en esa libertad debemos permanecer para siempre. Libres del pecado para vivir conforme a los planes de Dios. Un camino seguro, en el que nuestro amado Creador nos guiará paso a paso.

Un Padre que nos hizo Sus hijos

Cuando nos movemos alrededor de las tradiciones humanas, de la religiosidad y, además, nos esforzamos por agradar a Dios, estamos sujetos al espíritu del mundo del que hablan las Escrituras, espíritu que está ligado a la esclavitud.

Si estamos en ese estado, cabe leer y aplicar a nuestra vida la enseñanza del apóstol Pablo:

"Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo. Incluso antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y nos eligió en Cristo para que seamos santos e intachables a sus ojos. Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo.” (Efesios 3:3-5. NTV)

Observe varias enseñanzas que contiene el pasaje:
  • Dios nos llamó a ser santos, y es posible, gracias a la obra redentora de Jesús
  • Hemos sido bendecidos por la obra redentora de Jesús
  • Gracias a la obra redentora de Jesús, somos hijos de Dios
  • Hacernos sus hijos, es obra del amor de Dios
  • Tenga presente que Dios nos ama porque quiso salvarnos.
No somos hijos de Dios por nuestros méritos. Es por el amor ilimitado de Dios.  Vivir bajo el “No hagas, no digas, no pienses…” y todo cuanto nos enseña la religiosidad del cristianismo, nos lleva a olvidar que la redención fue la obra amorosa del Padre celestial. Y por ese amor que nos profesa, debemos vivir en y para Él.

Un Padre que nos libertó de la esclavitud del pecado

Antes, cuando no teníamos conciencia del Dios de poder que nos hizo sus hijos, el pecado nos gobernaba. Por la obra de Jesús en la cruz, somos libres de su gobierno. La decisión es nuestra.

Le invitamos a considerar lo que enseña el apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Roma:

"Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder  del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte. La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa  es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu.” (Romanos 8:1-4. NTV)

El enemigo espiritual, Satanás, quiere sacarnos del camino de libertad al que Dios nos llamó. Procura atarnos al pecado, y nos lleva a desestimar la obra redentora de Jesús en la cruz.

Un Padre que nos hizo libres de la esclavitud

Si somos hijos de Dios, adoptados por la obra de Jesús en la cruz, podemos acercarnos confiadamente al Padre y pedirle que se manifieste con poder y milagros en nuestra vida.

El apóstol Pablo escribió:

"Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre». Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios. Así que como somos sus hijos, también somos sus herederos. De hecho, somos herederos junto con Cristo de la gloria de Dios; pero si vamos a participar de su gloria, también debemos participar de su sufrimiento.” (Romanos 8:15-17. NTV)

Ligado al hecho de ser hijos de Dios, hay otro elemento importante: Somos herederos. Las bendiciones ya no serán ajenas a  nuestra vida y a la de nuestra familia. Las recibimos por derechos, por haber sido adoptados como hijos.

Fuimos redimidos por el amor de Dios, nada puede condenarnos. Es por Dios por quien hemos sido libres.

Le invitamos a meditar en esas verdades bíblicas que le permitirán experimentar una vida de libertad.

Preguntas para auto evaluar su avance como Discípulo de Jesús:

Le invitamos esta semana a repasar la Lección y responder los siguientes interrogantes, que le ayudarán a profundizar en las enseñanzas y a tornarlas prácticas en su vida diaria:

a.- ¿Cuál es la imagen que usted tiene de Dios?

b.- ¿Aprecia a Dios como alguien que quiere castigarlo por sus errores, o como un Padre amoroso?

c.- ¿Cómo aplica a su vida el texto de (Romanos 5:17) y qué imagen aprendemos allí de Dios?

d.- ¿Qué poderosa enseñanza toma para su vida a partir de Juan 8:32?

e.- ¿Podría explicar con sencillas palabras lo que hizo Jesús el Señor por nosotros en la cruz (Juan 8:34-36)?ç

f.- ¿Qué enseña a su vida el pasaje de Efesios 3:3-5?

g.- ¿Qué ocurrió con el pecado y la esclavitud a la que estábamos sujetos Romanos 8:1-4; 15-17?

h.- ¿Qué significa para usted el ser hijo de Dios?

Publicado en: Escuela de Discipulado


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