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¿Cómo resolver los conflictos de pareja?

¿Cómo resolver los conflictos de pareja?

1. Lectura Bíblica: Proverbios 15:1, 2; Mateo 5:23, 24;

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la reunión del Grupo Familiar los concurrentes comprendan la importancia de dialogar como paso para resolver conflictos

2.2. Que al término de la reunión del Grupo Familiar los concurrentes comprendan necesidad de establecer reglas claras para discutir las diferencias

2.3. Que al término de la reunión del Grupo Familiar los concurrentes comprendan que un mal manejo de los conflictos termina generando heridas en la pareja y afectación en los hijos.

3. Desarrollo del tema:

Con frecuencia se escucha de matrimonios que terminan en divorcio, meses después de que la pareja adquiere el compromiso. Se estima que incluso entre cristianos, la taza de divorcio esta en el 53% en países latinos, y que el porcentaje es mayor en Estados Unidos en donde buena parte de su población profesa ser evangélica.

Algo está ocurriendo, sin duda. Los especialistas coinciden en asegurar que uno de los fenómenos más comunes es la falta de diálogo. Y si se produce una conversación, con el tiempo de estar juntos puede derivar en conflictos porque no se saben conciliar las diferencias.

Una valiosa reflexión del autor, Richard J. Leider, pone de relieve el asunto: “Son innumerables los matrimonios que rápidamente decaen en comentarios coléricos, o con la misma frecuencia, o en el silencio total.” (Richard J. Leider/ David A. Sharipo. “Vuelva a empacar sus maletas”. McGraw Hill. México. 2006. Pg. 19) Se pasa del distanciamiento de cuerpos a la separación emocional, que es bastante grave porque es la antesala del divorcio.

El eje alrededor del cual gravita el asunto es que no hemos aprendido a manejar los conflictos al interior de la pareja, que son apenas previsibles porque se trata de dos mundos distintos.

3.1. No hemos aprendido a dialogar y perdonar

Rosaura y Leonardo discutieron a primera hora. Eran las diez de la mañana, y no podían especificar por qué fue. Quizá un comentario, tal vez una palabra o un gesto recién despertaba el solo, perezoso y juguetón, tras las montañas. Desde ese momento los dos sintieron que todo perdió su encanto, el día no era el mismo.

Rosaura estaba haciendo cuentas en su oficina, y pensaba en su esposo. “¿Qué dirá si lo llamo? ¿Estará enojado conmigo, todavía?”, se preguntaba.

Leonardo coincidía en estos pensamientos mientras velaba que la producción de conservas, en la factoría, cumpliera los estándares de calidad exigidos. Entre lata y lata de alimentos, la imagen de Rosaura estaba en su pensamiento.

Finalmente una llamada. Decidieron pedir perdón el uno al otro. El asunto se arregló. Y esas pocas palabras: “Perdóname, me equivoqué”, imprimieron una nueva dinámica al día. Todo cambió. El sol se pintó de alegría y hasta el reloj de pared, en la oficina, parecía entusiasmado mientras el minutero se dejaba perseguir por el segundero.

La fe cristiana encuentra sentido, cuando reconocemos los errores y nos disponemos a pedir perdón, comenzando por nuestra propia pareja si le hemos ofendido. El Señor Jesús enseñó: “ Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.” (Mateo 5:23, 24. NTV)

Piense por un instante que, si continúa guardando rencor con su pareja o algún miembro de la familia, además de desasosiego perderá minutos, días, semanas valiosas que podría disfrutar estando en armonía con ellos.

A pesar del conflicto que haya habido en pareja, es fundamental que el amor prime, como describe Gary Rosberg:
“El centro del amor que perdona es el acto del perdón. Este escenario es muy difícil para muchas personas, pero es lo que trae mayor sanidad a las heridas que se desencadenan como consecuencia de los conflictos… el perdón nos acerca más a dios que ninguna otra cosa que podamos hacer. Las relaciones lo demuestran. Jesús nos dio el ejemplo. Nuestros corazones lo necesitan. Todo comienza en tu matrimonio cuando tú y tu cónyuge se ponen de acuerdo en dejar en libertad al otro.” (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de divorcio.” Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 112)
3.2. Encuentre momentos oportunos para dialogar

Dialogar es poner las cartas sobre la mesa. En un diálogo como mínimo se necesitan dos personas, de lo contrario sería monólogo. Cuando tenemos por cierto que hay un enfrentamiento, el paso más apropiado es no asumir el mismo tono de voz que está utilizando nuestra pareja. En esa dirección se orienta la recomendación del escritor bíblico: “ La respuesta apacible desvía el enojo, pero las palabras ásperas encienden los ánimos. La lengua de los sabios hace que el conocimiento sea atractivo, pero la boca de un necio escupe tonterías.” (Proverbios 15:1, 2. NTV)

Es muy probable que una vez se presente la confrontación, con el ánimo de encontrar salidas, pretendamos un diálogo. No siempre es lo más aconsejable porque desconocemos el estado de la otra persona. Es preferible darnos un tiempo antes de reaccionar porque, de lo contrario, el problema se agrava.

Una vez hayamos encontrado el momento propicio para en trabajar una conversación— recomendando siempre que busquemos a Dios para que nos oriente— debemos definir unos términos concretos para revisar la situación. La primera es disposición a reconocer los errores, la segunda, una actitud conciliadora, y la tercera, apertura del corazón para perdonar.

3.3. Revisar los términos que utilizamos

Los conflictos en pareja se resuelven si albergamos verdadero amor en nuestro corazón. El apóstol Pablo describe el amor auténtico de la siguiente manera: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” (1 Corintios 13:44-7. NTV)

Cuando tomamos esa base, proseguimos a tener en cuenta nuestras palabras. Es esencial que tengamos en cuenta que— a través de lo que decimos— edificamos o por el contrario, causamos heridas en las personas.

El asunto lo aborda Gary Rosberg cuando escribe:
“Las frases que comienzan en primera persona alientan la conversación; las frases que comienzan en segunda persona, la desalientan. Comience el diálogo diciendo: “Me parece…” o también: “Yo pienso…”. No inicie un diálogo para buscar arreglo y reconciliación con palabras como: “Eres…”, o “Tú deberías…”. (Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de divorcio.” Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 112)
Piense por un momento que tal vez las frases a las que acude cuando procura una reconciliación, no son las mejores y, por el contrario, avivan el conflicto.

Una vez haya podido emprender la conversación, asuma frases que denoten que usted reconoce el error al ofender, que se arrepiente por esa situación, que está dispuesto a conciliar, que hay humildad en su corazón y que está dispuesto a cerrar puertas a toda situación que derive en frases como “Divorciémonos, no sigamos intentándolo.”

Algunas de las frases aconsejables en el proceso de encontrar salidas, son las siguientes: “Me equivoqué”, “Lo lamento”, No quiero volver a herirte”, “¿Me perdonas?”.

Para que haya perdón y acuerdo cuando se han presentado conflictos a nivel de pareja, es imprescindible que haya dos personas: La que pide perdón, reconociendo que ha fallado, y quien se dispone a perdonar y recomponer la situación.

Sí es posible el diálogo, la concertación y volver a empezar. Pero se necesita disposición de corazón, que haya amor. Y quien pone amor en nuestro corazón es Dios; el tipo de amor que perdona las ofensas y vuelve a comenzar. ¿Desea que el Señor le ayude en ese proceso? Si es así, dé el primer paso: Reciba a Jesucristo como Salvador. Le aseguro que no se arrepentirá porque prendido de Su mano, emprenderá el maravilloso proceso de crecimiento personal y espiritual.

4. Preguntas para la discusión en grupo :

a. ¿Cómo manejo las discusiones de pareja?

b. ¿Reconozco cuando he fallado?

c. ¿Mido el alcance de mis palabras?

d. ¿Caigo en cuenta— a tiempo— cuando mis palabras están causando heridas en mi pareja o mis hijos?

e. ¿Estoy dispuesto a corregir la forma inapropiada como me expreso.?

h. En adelante y con ayuda de Dios, procuraré mejorar mi comunicación a nivel de pareja y con mis hijos.

5. Oración al terminar el Grupo Familiar:

“Dios de los cielos, reconocemos delante de tu Presencia que como seres humanos cometemos errores. Unos deliberados y otros, sin proponérnoslo, pero las consecuencias son iguales: dañamos a quienes amamos. Te pedimos la sabiduría necesaria para imprimir cambios a nuestro comportamiento, y además, para dejar de lado el orgullo que nos impide pedir perdón. Sometemos este día en tus manos y te damos gracias por ocupar el primer lugar en nuestra familia. Amén”

Publicado en: Grupos Familiares


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