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¿Cómo lograr la sanidad interior?

¿Cómo lograr la sanidad interior?

“Deseo obtener ayuda. Tengo desde mi niñez muchas situaciones que no he logrado superar. Vienen de mi crianza. Siento que me generaron inseguridad y temores frente a la vida. He ido a sicólogos, y no critico el servicio que me han prestado, pero sigo enfrentando la misma situación. ¿Qué puedo encontrar en Dios para salir victoriosa? Deseo vivir la vida sin estos obstáculos.”

L.M.M., desde Sonora, México:

Respuesta:

Aun cuando no hayamos tomado plena conciencia del asunto, es evidente que en nuestro proceso de crianza se produjeron hechos traumáticos que terminan incidiendo en nuestro presente. “No tengo mayores problemas”, me dijo una joven universitaria que relató de qué manera sus padres le prodigaron amor y seguridad.

No obstante guardaba temor porque las conversaciones terminaran en discusión, diálogos que entablaba con otras personas, especialmente del sexo opuesto.

Cuando hablamos reconoció que si algo le aterrorizaba en su niñez, era ver a sus padres discutiendo. Y le llenaba de temor porque amistades suyas contaban del dolor que producía el divorcio en sus progenitores y ella temía que una diferencia de criterios entre papá y mamá, terminara en separación.

Puedo asegurarle que ella no es la única persona en el mundo con esa situación. La sicología sirve, sin duda alguna, pero es evidente que tiene limitaciones.

Somos sanados realmente en nuestro mundo interior, cuando vamos a Jesucristo. ¡Es Dios quien obra sanidad en nuestro mundo interior!

El apóstol Pablo escribió en el primer siglo de nuestra era a los cristianos de Tesalónica: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sean guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:23, 24).

Cuando leemos cuidadosamente el texto encontramos que el propósito eterno de Dios ha sido el que mantengamos equilibrio en nuestro ser.

Cuando haya alguna descompensación, Dios mismo será nuestro ayudador para subsanarla. Sobre esta base entendemos que la Sanidad Interior es uno de los maravillosos planes que Él tiene para nosotros. Conoce nuestros sufrimientos, expectativas y temores.

¿En qué áreas se produce la Sanidad Interior?

Cuando alguien por factores externos e incluso generacionales, evidencia algún grado de descompensación emocional, es necesario que experimente en su vida la Sanidad Interior en la cual Jesucristo, como nuestro Señor y guiador, juega un papel fundamental. La sanidad se opera en tres áreas:

1.- Área Sicológica.

2.- Área Espiritual

3.- Área Física

La sumatoria de estas tres áreas constituyen el ser en su integralidad que es como lo describe el apóstol Pablo: espíritu, alma (gr. Sique) y cuerpo.

Área Sicológica

Aunque la Sicología ha hecho avances de significación en el tratamiento de alguien que enfrenta algún grado de afección en su Siquis, solamente Jesucristo puede obrar una sanidad plena e integral.

Jesucristo dijo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Con este símil estaba explicando que temores, delirios, inquietudes y traumas, entre otros, debemos entregárselos a Él para que ministre la sanidad en nuestro ser.

Los sicólogos ayudan hasta cierto punto, pero no pueden obrar plenamente hasta en la parte más íntima de una persona. Cristo sí, porque Él mismo estuvo desde antes de que todo existiera y fue partícipe de nuestra creación. Él es quien puede sanarnos realmente.

Área Espiritual

El Señor Jesús dijo:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:18-21).

Estas palabras son sumamente reveladoras. Nos muestran al amado Hijo de Dios en su propósito divino de liberarnos de toda atadura, entre ellas las de carácter espiritual.

El proceso comienza cuando reconocemos, comprendemos y asumidos el perdón que Él logró en la cruz de todos nuestros pecados. Todo lo que hicimos en el pasado queda absolutamente borrado. Delante nuestro se abren las páginas en blanco de una nueva vida.

Si Dios nos perdonó por el sacrificio redentor de Jesús, ¿por qué seguir atormentándonos por el ayer?. No tiene sentido.

Asumir que Él ya ganó el perdón (gr. Soso que significa perdón, salvación) para nosotros, nos libera del sentimiento de culpa que arrastran decenas de personas en todo el mundo.

Área Física

Cuando leemos los evangelios hallamos que lo primero que hacía el Señor Jesús era sanar a las personas. Una vez se producía su sanidad física o emocional, venía la conversión. ¿Extraño? Es posible que sí, desde nuestra lógica pero no desde la perspectiva de Dios. Para él un ser humano era importante en su totalidad, no sólo en un Área específica.

Dios entonces planeó desde la eternidad nuestra sanidad física, espiritual y sicológica. Él nos acompaña en el proceso. Su obrar es perfecto y no dejará nada a medio camino.

Es probable que a estas alturas del Capítulo se pregunte, ¿cuál es la diferencia entre la asistencia que se brinda con principios sicológicos y la ayuda a través de la Consejería Pastoral?

En esencia median dos aspectos diversos. El primero, que la orientación se fundamenta en pautas que traza la Biblia, y el segundo, que se atiende las personas poniendo particular énfasis en la oración. ¿Para qué orar? Para que se abran las puertas al trato del Señor Jesús con quien busca ser sano en su mundo interior.

¿Por qué se producen las heridas en el alma?

Una respuesta directa podría estar encaminada a clarificar que es producto de las necesidades humanas fundamentales que no se lograron satisfacer desde la propia niñez. Es en la infancia cuando se produce la consolidación progresiva de un ser humano y muchos traumas tienen origen en esa etapa del crecimiento.

A continuación describimos algunas de las necesidades fundamentales:

Protección. Todo infante tiene la necesidad de experimentar la seguridad que se deriva de padres que protegen, abrigan, cubren y se convierten en una especie de muro entre el niño y el mundo alrededor. Ahora bien, es necesario tener en cuenta que protección no puede confundirse con sobreprotección, que es el otro extremo, fruto de padres que no permiten que el niño asuma sus propios mecanismos de defensa y asimilación de lo que ocurren en su entorno.

Elogio. Un niño a quien se le reconocen sus pequeños logros, será en un futuro alguien que reconozca los logros de los demás. Al pequeño le enriquece el reconocimiento a sus ejecutorias, por insignificantes que parezcan.

Perdón. Cuando a un infante se le perdona— aunque se le haga notar los errores que cometió— será en el futuro alguien dispuesto al perdón, comprensivo y tolerante. Nadie perdona más que aquél que ha sido perdonado.

En esta área se presentan muchas dificultades y sinnúmero de personas arrastran por años un complejo de culpa producto de que antes que ayuda al incurrir en cualquier falla, se les cuestionó e hizo sentir que no tenían perdón alguno.

Amor. Este elemento ocupa un lugar preponderante. El primer contacto del niño con el amor se produce a través de sus padres. Ellos deben manifestarlo de tal manera que sus hijos aprendan a sentirlo.

Quien recibe amor, puede dar amor; nadie que no ha sido amado puede tener un corazón amoroso, a menos por supuesto que haya permitido que el Señor Jesucristo entre en su corazón como Salvador personal.

Hay otras dos necesidades que enumeraremos también: el abrigo y la confianza.

¿Qué ocurre cuando en un ser no se satisfacen estos factores? Se generan las condiciones para dos complejos que es de cuidado.

1.- Complejo de Inferioridad.

2.- Complejo de Superioridad.

Alguien con estos complejos tendrá marcadas tendencias a aislarse de los demás o tal vez, buscar llamar la atención; ser susceptibles, evidenciar una actitud posesiva; ser perfeccionistas, inclinarse a criticar todo cuanto hacen los demás o a encontrar supuestos errores en sus semejantes que son justamente los defectos de comportamiento que él mismo arrastra.

Dios obra sanidad en nuestro mundo interior cuando se lo pedimos; basta que depositemos toda nuestra confianza en Él y abrirle las puertas del corazón para que obre conforme a Su voluntad. Él sabe cómo hacer todas las cosas, se lo aseguro.

Publicado en: Consejería Familiar


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