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Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones


(Vida Victoriosa – Cap. 5)

Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones (Vida Victoriosa – Cap. 5)

Definitivamente nací para el fracaso”, me dijo en cierta ocasión quien se desempeña hoy como Jefe de Auditorías en una empresa importante de la ciudad.

En aquél momento atravesaba por un difícil momento. Una semana antes lo habían despedido de una entidad bancaria, después de casi veinte años prestando sus servicios. Tenía problemas en casa, y para adicionar, su edad se había convertido en un aparente impedimento para conseguir nuevamente trabajo.

Su vida cambio, ¿Cómo? Cuando comenzó a aprender los principios maravillosos, que conducen a la victoria, y que se encuentran en la Palabra de Dios, la Biblia.

En un comienzo no creía que aplicaran a su existencia. Pero comprobó que estaba equivocado. Las pautas bíblicas no solo encajaban en su existencia sino que, además, le ayudaban a mejorar y experimentar crecimiento en su vida personal y espiritual.

Un pensamiento negativo que se traducía en acciones derrotistas, conducentes inevitablemente hacia el fracaso.

Mauricio, un estudiante de secundaria, se vio enfrentado a una situación similar cuando comenzó a cursar la carrera de Ingeniería Industrial. Venía de emprender otra carrera profesional, una disciplina académica totalmente distinta.

Las asignaturas de matemáticas me van a partir el alma”, musitó en la primera clase.

Pero conforme avanzó el tiempo, ahora en su condición de hombre dispuesto a vencer con ayuda de Dios, comprobó que no solo era posible sacar adelante las materias, con muy buenas notas, sino que los números no se podían convertir en un impedimento para salir adelante.

Materializamos aquello que pensamos

Usted y yo somos el fruto de lo que pensamos. No es un principio de la Nueva Era, así es que no se equivoque ni se escandalice y menos, se ilusione, por si acaso está inclinado por las doctrinas orientales.

Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones”, es un principio del Reino de Dios para la victoria. Tal como pensamos, así actuamos.

El profeta Isaías sin que hubiese cursado profundos estudios acerca de la conducta humana, compartió un principio que ha acogido la sicología moderna, y es que todo aquello que alimenta nuestra mente, una vez procesado, se refleja en acciones de maldad o de benignidad.

En este aspecto coinciden las Escrituras cuando leemos: “Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia.” (Isaías 59:7)

Probablemente me dirá: “Soy lo suficientemente responsable para saber lo que hago”. De acuerdo. Sin embargo, no siempre es así.

Las personas somos profundamente emocionales. Obramos influenciados por nuestros sentimientos y dejarnos arrastrar por esa corriente emotiva puede llevarnos a buenos resultados o a la derrota, como advierte el libro de Libros, la Biblia: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17.9)

Observe que la mayor inclinación cuando nos dejamos mover por las “corazonadas”, es a cometer errores. ¿Por qué motivo? Porque hasta tanto nos movamos bajo los mismos paradigmas que nos han influenciado y dominado por años, en los que priman pautas de pensamiento de la sociedad que nos rodea, dificilmente se producirán cambios en nuestras acciones.

¿Cómo nos perjudican los pensamientos de maldad?

Es necesario recabar en la profunda influencia que ejerce sobre nosotros el medio que nos rodea.

Un autor de la antigüedad testimonio esta situación cuando escribió: “Los pensamientos humanos son aguas profundas; el que es inteligente los capta fácilmente” (Proverbios 20:5, Nueva Versión Internacional)

Sin Dios morando en nuestro corazón, es apenas natural que nos movamos alrededor de aquello que consideramos que consideramos correcto. Por ejemplo, alguien que ha crecido en una sociedad permeada por la violencia, considerará la venganza como algo natural, apenas previsible. Es más, lo concebirá como algo natural.

Un canal de televisión colombiano transmitió un documental sobre los pandilleros. Lo sorprendente y a la vez preocupante, es que niños y adolescentes ansiaban crecer para ser como uno de los líderes de aquellos grupos delincuenciales. Les profesaban admiración.

Estoy seguro que no es la única nación con este fenómeno social. Ocurre en centroamérica con las Maras y en los Estados Unidos con los jóvenes que protagonizan hechos criminales, fruto del resentimiento hacia sus padres y como reacción a las condiciones disfuncionales bajo las que fueron criados.

Les enseñaron directa o indirectamente a pensar con odio, y así reaccionan.

Lo que decimos, revela lo que pensamos

¿Le ha ocurrido alguna vez que expresó lo primero que vino a su mente? Lo más probable es que quienes le rodean, le hayan hecho bromas diciéndole: “Lo traicionó el inconsciente”. Sin duda es así.

Cuanto pensamos, temprano o tarde emerge como un volcán en erupción.

El ser más grande de todos los tiempos, el amado Hijo de Dios, Jesucristo, dejó claro este principio cuando enseñó: “¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateo 12.34)

Puso de manifiesto que toda persona obedece a lo bueno o lo mayo que haya permitido anidar en su mente. Con frecuencia desestimamos la importancia de ser cuidadosos con la información que procesamos en la parte más profunda de cada quien y que la Biblia llama corazón.

Por esa razón el amado Salvador instruyó que “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6.45)

Es común que expresemos, no aquello que queremos callar, sino lo que sentimos verdaderamente.

No olvide que lo que hay dentro nuestro, aflora. El Señor Jesús lo ilustró de la siguiente manera. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:16-18)

Es hora del cambiar. Piénselo. Y algo más: es posible renovar sus pensamientos, y reorientar sus acciones. Usted será el primer beneficiario, pero también su amada familia y las personas que le rodean.

Reordene sus pensamientos

Es interesante que al considerar que nuestros pensamientos determinan nuestras acciones, entendamos que el primero que tiene conciencia de la importancia de los pensamientos y que sean los mejores, es Dios mismo.

Hace siglos testimonio este principio del Reino cuando dijo a Su pueblo a través del profeta Isaías: “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos — afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!” (Isaías 55.8,9, Nueva Versión Internacional)

Dios tiene los mejores planes para su vida y para la mía. Lo interesante, que no deja llamar poderosamente nuestra atención, es que todo parte de los pensamientos.

Una pregunta que sin duda se estará formulando: ¿Cómo cambiar mis actitudes? Pues bien, de acuerdo con la Ley ineludible del Reino de Dios que nos lleva a la victoria: “Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones”. Si comienza a renovar sus pensamientos se producirá una transformación en cuanto hace.

El apóstol Pablo lo expresó claramente cuando recomendó a los cristianos del primer siglo: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2, Nueva Versión Internacional)

Por supuesto, la sociedad que nos rodea presionará para que obremos en consonancia con lo que consideran “bueno”, “aceptable” o “excelente”.

Usted sabe que un mundo plagado de maldad no se extraña si usted obra con malicia. Lo extraño es que obre conforme debe hacerlo, con justicia. Y aun cuando obrar bien luzca extraño para los demás, y lo convierta en blanco de críticas y burlas, debe seguir haciéndolo.

Cambiar, entonces, parte de modificar nuestros patrones de pensamiento, acogiendo la propia recomendación del apóstol Pablo cuando escribe: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” (Filipenses 4.8, Nueva Versión Internacional)

Reemplazar pensamientos de maldad por pensamientos de bien, influirá directa y positivamente en lo que hacemos.

Tome hoy la decisión: con ayuda de Dios cambie su forma de pensar y de hecho, cambiará su forma de actuar.

Publicado en: Libros Electrónicos


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